miércoles, 18 de marzo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (2): La naturaleza no para


Lunes 16 de marzo de 2020

El estado de alarma empezó ayer domingo, pero es hoy lunes cuando todo parece diferente porque lo es. No salgo a trabajar, no voy a ninguna de las clases de inglés, todas mis relaciones son virtuales, el silencio reina en la urbanización, hoy ya no han pasado ni el chatarrero ni el afilador.

La clase de inglés del trabajo ha sido un poco rara, como si no nos conociéramos de nada. Una de nuestras compañeras nos dijo que probablemente tiene el covid-19, no le hicieron las pruebas porque tenía síntomas leves (en Madrid los casos leves no se analizan y se tratan todos como si fuera el covid-19 desde hace días), pero los médicos le dijeron que tenía todas las papeletas. Coincidí con ella por última vez el cuatro de marzo, en dos días se cumplirá mi plazo de dos semanas. De momento mi temperatura es tan baja que parezco un ser de ultratumba.

Las clases de inglés en la academia también son online. Empezamos con unos pequeños problemillas técnicos, el profesor nos preguntó si habíamos pensado si llevaba pantalones o no, como siempre tan provocador, yo piqué el anzuelo a posta replicando que si no los llevaba queríamos verlo (y en realidad, me encantaría), pero con la preocupación sobrevolando nuestras cabezas.

Soy feliz por no aguantar a Sara Pestes y por no tener que coger el tren. Este pensamiento al final del día me empuja a hacer una lista de cosas positivas que completaré en los días siguientes.


Martes 17 de marzo de 2020

Salí a tirar la basura a la hora en la que salgo al trabajo porque el camión pasa un rato después. Aproveché para estirar un poco las piernas, aunque ya empecé una rutina de ejercicios en casa. Caminar es lo que más echo de menos.

Apenas encontré a gente, una mujer que iba a trabajar, un señor mayor que regresaba de los contenedores y un hombre sentado en un banco que, conociendo cómo funciona esa calle, estaría esperando a alguien para irse a trabajar. En un extremo y otro, las dos calles principales en las que desemboca esta calle peatonal tenían tráfico de automóviles, nada de personas, ni siquiera vi a gente entrando en la boca del metro.

Hay muchas cosas que no me gustan de trabajar en casa, pero voy a intentar sacarle el lado bueno. Esta es mi lista de cosas positivas de trabajar en casa.


  • No aguantar a Sara Pestes. La situación es muy triste pero qué maravilla vivir sin esa fuente de negatividad.
  • No cojo el tren. Fuera fuente de estrés.
  • En mi casa tengo una temperatura ideal y no sufro corrientes de aire.
  • Como no paso calor, no me pongo desodorante y la piel de mis axilas lo agradece. Dos días solo con aloe vera y parecen ya el culito de un bebé, además no pican.
  • Trabajo casi todo el día con luz natural.
  • Hay más silencio.
  • No tengo que ponerme auriculares.
  • Puedo ponerme el saquito de semillas siempre que quiera o que lo necesite.
  • Muchos días puedo hacerme la comida en el momento.
  • Puedo trabajar con ropa cómoda, sin preocuparme de las arrugas o de que la falda enseñe más de lo apropiado. 
  • Si quisiera podría echarme una pequeña siesta. No lo hago para no romper el ciclo de sueño, pero podría.


Miércoles 18 de marzo de 2020

Capullo de rosa roja
La naturaleza no se detiene, de Dorotea Hyde
Salí a llevar el plástico antes de ponerme a trabajar. La calle por la que voy a los contenedores es la misma por la que voy a la estación de tren. Como he comentado antes, es peatonal, con jardines y árboles. Una amiga y yo le llamamos la calle de los perros porque pases a la hora que pases siempre hay alguien paseando al perro. Vi dos personas paseando a los suyos. Separadas, eso sí, en realidad es como si no hubiera nadie, nosotros tres separados por muchos metros de distancia, tanta que no podría reconocer sus caras.

Estos días los amos del lugar son los pájaros, más que normalmente. Me fijé que quien les deja migas de pan sigue haciéndolo y un grupo de gorrioncillos se estaba poniendo las botas. Una urraca llevaba en el pico una rama enorme, más larga que ella, para hacer su nido. Un mirlo me observaba como quien no quiere la cosa desde el respaldo de un banco. Me paré para no asustarlo y continué mi camino cuando decidió marcharse. También vi el primer capullo de rosa porque, aunque nosotros nos paremos y esto no parezca un hormiguero, la naturaleza no para nunca.

Se cumplen dos semanas desde que me encontré con mi compañera de inglés y me duele un poco la garganta. Me he mirado la fiebre y mi temperatura roza la hipotermia así que, de momento, no quiero adelantar acontecimientos.

7 comentarios:

  1. Wow... espero que todo marche bien, acá en México en un desastre, por que la gente es tan ignorante y no cree lo que está pasando... no sé que es lo que pasará
    un abrazo grande

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    1. Ay, Susy, y vuestro presidente tampoco ayuda. Independientemente de sus ideas, que las desconozco, me parece un imprudente. Me horrorizó ver la foto besando a una niñita, casi un bebé.
      Espero que no os invada tanto como a ti. Cuida de tus padres y tus abuelos.
      Un beso enorme.

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    2. ¡Quería decir que no os invada tanto como aquí!

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  2. Un buen post, porque si bien nos dices lo negativo, echas de menos de caminar, nos dices lo que te resulta positivo, pero sobre todo, que con hipotermia, malo ha de ser que te haya contagiado la compañera de inglés. Me alegro mucho

    Un abrazo y feliz día, de confinamiento, pero gozoso para ti, como deseo

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    1. Hola, Albada! Sí, he preferido centrarme en lo positivo. Cuando llevemos más días ya no sé por qué camino me adentraré. :) Han pasado ya quince días, si lo tengo habrá sido después de estar en la locura del supermercado del sábado. :) Y sobre todo, que si lo he pillado, ya no se lo voy a contagiar a nadie, esa es la principal preocupación.
      Un beso y feliz día para ti también, a pesar de las circunstancias.

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  3. Está bien eso de hacer una lisa con las cosas positivas, hace todo esto más llevadero.
    Nosotros notamos lo del encierro en momentos muy concretos porque somos muy de estar en casa, pero es cierto que no hay nada como que te digan que no puedes para querer hacerlo.

    Besos.

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    1. A mí me pasa igual, no es tanto el estar en casa. Soy bastante casera y solitaria así que sé que no tengo el mismo problema que mi padre, por ejemplo, pero no poder dar mis caminatas me está matando. Aunque he encontrado un apaño del que hablaré en la próxima entrada. :)
      Besos y ánimo.

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