viernes, 15 de enero de 2021

Las tartas de queso

Tarta de queso.
Tarta de queso (bueno, media), de Dorotea Hyde
¿Qué pasa si tenéis todo organizado para preparar la comida, que tiene que estar lista a una hora determinada para empezar a trabajar en punto, pero alguien lo boicotea todo? A mí me dio por gritar como una energúmena. Y es que la vida en la casa de los demás puede ser un poco más complicada, aunque esa casa sea la de tus padres y la sientas como propia. Cuando pasé unos meses aquí el año pasado, tuvimos un margen para organizarnos y adaptarnos, así que después de un par de semanas tanto mis padres como yo intercalábamos nuestras distintas rutinas como en una trenza perfectamente hecha.

Después de las vacaciones de Navidad, decidí quedarme un par de días más en casa de mis padres aprovechando que puedo teletrabajar. Solo eran un par de días, así que para qué íbamos a hacer la trenza, para qué íbamos siquiera a peinarnos. Pero claro, sin planificar nada era muy difícil comer a una hora decente para evitar sentarme frente al ordenador con el bocado atascado en la garganta. De llegar a tiempo a las clases de inglés ya ni hablo. Cuando estoy en casa cocino el día anterior para tener la hora del descanso lo más despejada posible. Sé que soy un poco como Phileas Fogg en ese sentido, pero mi costumbre de comer a las dos choca con las tres que ha establecido mi padre y ya no digamos con la falta de conciencia horaria de mi madre. Cada quien por su lado y todo un desastre. Así y todo, conseguí llegar a la mitad de la clase de inglés del trabajo, aunque engullendo más que comiendo y pasando un buen agobio. Y no fueron esos los peores días.

A mitad de semana, mi padre trajo carne para asar en el horno, solo que quien suele hacerla soy yo y, con un marrón entre manos, no tengo todo el tiempo que quiero para cocinar (por eso lo de cocinar de un día para otro que a ellos no les vale). Así que quedamos en que los guiaría y ellos la prepararían. Para comer a las dos tenían que poner las patatas en el horno a las doce y media, pero a las doce la carne estaba sin adobar. Eso ya me mosqueó (y eso que no soy de las que adoban la carne durante horas), pero aún me fastidió más que mi madre, aprovechando que se encendía el horno, decidiera preparar tarta de queso y que en vez de una decidiera preparar dos porque tenía el doble de ingredientes. Luego las dos se convirtieron en tres porque le quitó un poquito de mezcla a cada una para llevarle a una conocida suya. Así que tres tartazas en el horno. Tres moles (deliciosas, eso es indudable) robándose calor unas a otras, de manera que aquello no avanzaba. Además, cuando salí a hacer ejercicio a las once y media aún no las había metido, aunque ella jura y perjura que sí. Cuando hornea una, le lleva al menos una hora. Once y media. Doce y media. Echen cuentas.

Llegó la hora de meter las patatas y las tres tartas seguían embutidas en el horno. Aun así, ¡consiguió meter una bandeja más!, con el coste de que nada recibía el calor que necesitaba y veinte minutos después, cuando le tocó el turno a la carne, solo salió una tarta para dejarle hueco.

Desde el momento en que la carne entró en la ecuación, todo empeoró. El calor no se distribuía como debería, las tartas empezaron a quemarse en la parte más baja, pero al mismo tiempo estaban crudas, igual que media hora antes. No quedó más remedio que organizar de otra manera el tetris que teníamos allí metido, pero vino otro problema: era imposible sacar la bandeja de las tartas porque se había quedo encajada y mi madre, en un acceso de locura, iba a agarrarla sin manoplas.

Desesperada, estallé. Era imposible desencajarla, el tiempo avanzaba, la comida no se hacía, los artilugios demasiado calientes para tocarlos, las tartas echando humo, las agujas del reloj acosándome con su tic-tac. TIC. TAC. Nos tocó vaciar el horno (con lo que eso significa para la comida, quienes cocinen u horneen lo saben) para que se enfriara un poco y poder agarrar la bandeja en condiciones, que salió por fin después de una buena pelea dos contra una. Una vez que cambiamos la organización de las bandejas, tanto las tartas como la carne empezaron a hacerse un poco mejor, aunque la carne no se hizo realmente bien hasta que las tartas no salieron de allí.

Me dio un ataque de ansiedad porque esas tartas, que se podían haber horneado al terminar de cocinar la carne, me hicieron la puñeta. Mi madre aún no me ha respondido por qué decidió hacerlas antes, ni me va a responder, pero la culpable es la siesta, eso ya lo sé yo. Acabé gritando como una loca. Solo puedo decir que creo que se me acumuló el estrés del trabajo con esto, agravado por mi madre diciendo “ya verás como va a estar riquísimo”. Sí, si riquísimo estará, pero ¿¿CUÁNDO??

12 comentarios:

  1. Vaya despelote, tal vez innecesario, pero quien cocina, ya sabe que hay veces en que parece que los astros se alinean para dar guerra.

    Un abrazo

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    1. Exactamente eso, Albada, jajaja. Y no solo que a veces parece que todo se vuelve contra una sino que me pasó igual que cuando se esperan invitados y se quiere que todo salga bien y todo sale mal.
      Un abrazo.

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  2. Impresionante cómo puedes montar una odisea doméstica tan elaborada y detallada y hasta tensa en muchos de sus puntos, muy tensa.
    También he recordado por qué me resulta tan bien llevarme ahora con mi padre y no tener ya los problemas de entendimiento que hemos arrastrado toda la vida. Se le llama distancia. Compartir piso, sea con quién sea, es difícil. Se juntan diferentes teorías o filosofías del como llevar la rutina de una casa, se enfrentan, se oponen y muchas veces se gestionan mal. Especialmente cuando tú encima llevas el peso de tu trabajo y el estrés. Pero vamos, que tus problemas sigan siendo solo esos. El resto es readaptación. Saludos

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    1. Sergio, iba a decirte gracias por la odisea tensa, pero luego caí en la cuenta de que podrías no referirte al texto sino mi actuación estelar en la cocina, jajajaja.

      Por suerte yo me llevo bien con ellos, también es cierto que podemos mantener las distancias dentro de la misma casa. Las distancias son fundamentales, no solo para la covid. :D En este caso el problema es que cuando estoy de vacaciones me adapto a sus horarios y entonces es todo como la seda, pero como me salga de ese camino... mal. Y si por lo que sea ellos se tienen que salir también, peor, jajaja.

      Un abrazo.

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  3. Jeje me entretuve leyendo el relato y sobre todo cómo va escalando la tensión y donde al lector le das todos los detalles, los problemas, los planes, lo imprevisto y le mantienes tratando de adivinar cómo se resolverá todo o a tiempo? el clímax está en el tic tac, TIC TAC jaja,
    Me ha encantado. Sería bueno probar esa tarta.
    Yo por mi parte, cuando he ido a la casa donde hoy vive mi padre con mi hermana mayor decidí rendirme al enemigo, se come cuando ellos gusten y lo que haya, que en mi casa yo solo, no tengo drama en comer judías de tarro (calentadas en microondas) o hacer un arroz con tuco a la hora que me dé apetito :)
    Un abrazo y gracias por pasarte por mi blog.

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    1. Me alegro de que te gustara. Hay que ponerle un poco de dramatismo y tensión para que funcione como relato. D:

      Yo hago igual, me adapto, pero tenía que empezar a trabajar. Y que luego tengo que oír a mi padre: "¿No empiezas a trabajar? Ya son las tres y cinco?", jajajaja.
      Un abrazo.

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  4. Hay que ver como son los padres, en su casa quieren que se coma a la hora que ellos acostumbran, ¡joder! no hay conciencia horaria ni nada.

    Te estás ganando el cielo, un fuerte abrazo.

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    1. No, al cielo noooo, jajaja. La cosa es que cuando vienen a mi casa, sigo siendo yo la que se tiene que adaptar, jajaja.
      Un abrazo, PItt.

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  5. Es toda una odisea, andarle dando gusto a medio mundo... bah!
    un abrazo grande

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  6. Yo llevo cada vez peor lo de salir de casa y adaptarme a las rutinas de otros.
    Hace tiempo que al único sito al que vamos (íbamos) y en el que tenemos que convivir con otros es a casa de mis suegros. Por mucho que me mentalice y que me diga a mí misma que solo son unos días al final siempre se me hace largo.

    Besos.

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    1. Uy, lo de los suegros es peor. :D Yo al final tengo allí tengo mi habitación, mi sala de trabajo y mis cosas y nunca se me hace largo. Esto son cosas de la convivencia. :)
      Un abrazo.

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