viernes, 9 de julio de 2021

La reina del cotarro

Reina Alicia en el País de las Maravillas
Reina, de Patrick Emerson
Llegué a la oficina temprano y cuando abrí el correo tenía dos convocatorias de reunión para esa mañana, las dos enviadas por Diana, mi jefa. La primera se solapaba con nuestra reunión semanal del lunes y terminaba justo antes de una reunión que había programado con otra persona (una amiga de Don voz sensual). La segunda reunión estaba puesta de una a una y media, pero me extrañaba que fuera a ser tan corta.

Dos minutos para las diez y apareció la Rotten. La semana no puede empezar sin que ella aparezca por aquí dos minutos antes de mi reunión semanal. Le dije que me estaba conectando y se fue.

Llegué primera. Pasó el tiempo, y pasó, y pasó. Diana no apareció ni avisó. 

Dieron las diez y media y me conecté para la segunda reunión. Pasó el tiempo, y pasó y Diana no apareció hasta las once menos veinte para decirnos que tenía que terminar de escribir un email y enviarlo. Se conectó definitivamente a las once menos cuarto y sin cortarme un pelo le pregunté si era necesario que cancelara mi siguiente reunión. La habría cancelado, porque el tema a tratar en esta era más o menos urgente, pero se lo dije para que sepa que las demás tenemos otros asuntos, que no todo gira alrededor de las pelusas de su ombligo.

 

“¡HOLA! ¡HOLA!”

 

La Rotten otra vez. Pasé de ella. Tengo la mala suerte de tener una puerta de cristal. No es transparente, pero se ve si estoy o no y se oye, aunque oírme hablar le dio igual y siguió gritando hola, hola. Vencida porque no le hice caso, se marchó.

Terminamos la segunda reunión a las once y cinco así que no llegué mal a la siguiente, aunque hubiera sido mejor no haber ido. La semana anterior Don voz sensual me había pedido si podía explicarle a una compañera suya algunos puntos relacionados con mi trabajo. No era problema, pensé. Conozco mi trabajo al dedillo, podría dar tutoriales de la mayoría de plataformas y bases de datos que utilizo incluso sin prepararme antes, solo que esta persona necesitaba otra cosa y me pilló en bragas. La abrumé con información, no se enteró de nada, las dos estábamos incómodas a pesar de nuestros esfuerzos por entender y explicar. Estaba sudando en frío…

 

“¡HOLA! ¡HOLA!”

 

No, otra vez no. Necesitaba concentrarme y ahí estaba ella gritando como una loca. Como no salí, empezó a llamar a la señora de la limpieza, que se esconde al otro lado de la planta para no oír si la llaman, aunque esta vez no se pudo escaquear, tal era el escándalo. Apareció y le abrió a la Rotten la oficina que está al lado de la mía. La pared que separa los dos espacios es de cristal con una parte biselada, es decir, que veo lo del otro lado y mi compañero del otro lado me ve a mí. La Rotten se acercó a esa pared y echó un ojo a mi oficina con la excusa de recoger algo allí. Necesitaba concentrarme, necesitaba explicarle a la persona que estaba en la pantalla cómo hacer unas búsquedas y me estaba resultando imposible con la Rotten comprobando si de verdad estaba hablando o no, espiándome y haciendo ruido. Cuando se fue ya no me quedaba mucho de la reunión, pero la cagué tanto que mi compañera decidió que ya era suficiente, que tenía demasiada información y que sería mejor hacerla otro día cuando tuviera un poco más de trabajo avanzado y pudiera aprovechar lo que yo le explicara. No creo que me vuelva a pedir ayuda.

Entre esa reunión y la siguiente me quedaba poco más de una hora para adelantar algo de trabajo…

 

“¡HOLA! ¡HOLA!”

 

¿Otra vez? Sí, otra vez. Le dije que esperara un segundo, que tenía que enviar un email.

 

“ES URGENTE”

 

Claro, lo mío no lo es.

La causa de sus idas, venidas y gritos toda la mañana se debían a que la impresora de su planta no funcionaba. Escaneaba, pero los archivos no llegaban a su correo y quería que yo intentara imprimir algo para comprobar si la de mi planta funcionaba o no. El problema real es que hubo un problema con la red, así que daba igual que enviara o no enviara algo a imprimir, el archivo no iba a llegar, pero ella seguía insistiendo en que lo hiciera. Me negué. Si la red no funciona, no hay impresión. Y si la hubiera ¿qué? La impresora de mi planta está en un lugar con moqueta al que ella no iba a pasar para escanear. ¿Pretendía que le escaneara yo…?

Con todo este follón que montó, casi no llegué a la cuarta reunión. Tampoco habría pasado nada, pero me molestó el haber llegado tarde por culpa de esta mujer. Pasa el tiempo, las cosas cambian, pero ella sigue igual: la reina del cotarro.

10 comentarios:

  1. Avatares de oficinas, con compañeras pesadas, y alguna que quiere usar una impresora que no corresponde sino a la planta donde está ubicada...qué cara dura :-)

    No te aburres, ¿eh?, un abrazo

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    1. No me aburro nada, aunque preferiría aburrirme. De hecho, soy feliz cuando ella no va, aunque no haya historias que contar. :D
      Un abrazo.

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  2. Cómo me gusta volver a leerte. Ánimo y a parar a los pesados. Un enorme abrazo

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    1. Gracias! ^^ Y espero no hablar solo de pesados, pero parece que de momento son los únicos que se pasan por la ofi. :D
      Un abrazo enorme.

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  3. Jaja me imaginé todo como en una peli. Me quedé pensando en la primera reunión donde en el fondo Diana te dejó plantada y sin ninguna explicación?
    Qué bueno volver a leerte, un abrazo!

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    1. Me da plantón muchas veces. Le da igual el tiempo de las demás y da por supuesto que tenemos que estar al otro lado para ella sea cuando sea.
      Un abrazo para ti también.

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  4. Me equivoqué al leer, pensé que decía "del catarro".

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  5. Lo positivo, por no terminar de hundir a la Rotten, es que te ha permitido regresar con tus letras y tus historias, abandonar la sequía creativa. No sé si te compensa a ti pero a mí que no la tengo que sufrir sí. Y como ya sabes que yo voy un poco paralelo a ti, me están llegando historias alucinantes sobre mi Rotten particular(Fernando). aunque esperaré a que pase el verano para regresar con eso y otros asuntos. De momento me apetece más leer.
    P.D. Las mayúsculas (hola, hola, es urgente)para representar la ansiedad de la Rotten me han hecho el día.

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    1. Oooh, no sabes las ganas que tengo de leer historias sobre Fernando. Me pasa como a ti con la Rotten. Como no lo sufro, me gusta leer sobre él. Saber que no estoy sola me hace sentir... no bien, ni mejor, pero sí no tan mal. Así que estaré pendientísima de tu regreso. Cuentes lo que cuentes, siempre es un gusto leerte.
      Un abrazo.

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