martes, 14 de septiembre de 2021

Acto de bienvenida 4ª ed.: Normalidad y punto

Vaso de agua
Glass, de MrHayata
Estuve pensado qué iba a ponerme unos dos meses porque muy poca ropa me sirve. Me compré un vestido. La compra fue un lío porque no podía probarlo en la tienda y tuve que cambiarlo dos veces hasta que di con la talla que me iba bien. Y al final lo descarté, improvisé y opté por algo casual, tampoco hay que ir de tiros largos, la gente ya no lo hace y el humor no estaba para ponerse elegante y pintarse el ojo. Eso sí, elegí una parte de arriba roja.
 
El mal humor fue in crescendo durante toda la semana. Me ponía enferma tener que ir por ser en un sitio cerrado en el que habría una multitud y por tener que estar rodeada de gente sin mascarilla. Felicitaciones a los que hacen botellón y tan pichis. Yo no estoy preparada para eso. Y este evento no deja de ser un botellón, solo que con licencia y en el interior.
 
Llegué con tiempo porque no sabía muy bien cómo llegar al nuevo edificio (al final no trabajo allí), además, antes quería saludar a una amiga. Me perdí: cogí el atajo que no era. Tuve problemas para entrar porque el sistema me decía que no estaba registrada. Parece que a los empleados antiguos nos dejan de lado y no pienso hacer nada por registrarme ni por darles una foto para que utilicen los indicadores biométricos de mi jeta. Tanta antelación para llegar con el tiempo justo y creo que fui la última en entrar, aunque nadie se dio cuenta.

Solo bebí un poco de agua. La verdad, me daba bastante asquete que las bandejas de comida pasaran bajo los hocicos al aire del resto de comensales. Sí, así me he vuelto. Tampoco compraría nada en la cafetería de la estación donde la camarera está sin mascarilla mientras no tiene clientes. En la estación es obligatorio llevarla, pero ella se cree con licencia porque está detrás del mostrador, como si su espacio dos por dos fuera el territorio extranjero de una embajada. Hay cosas que año y medio después me parecen inconcebibles y comer comida bañada por gotículas ajenas es una de ellas. Sé que no me voy a contagiar por eso. Si no lo veo, bien, pero si lo veo me da ASCO.

Saludé a unas cuantas compañeras y decidí irme pronto con la excusa de que me tenían que traer unos documentos a mi oficina. Mi jefa me boicoteó un par de veces la conversación con dos personas con las que he trabajado en proyectos. No con secretarias, ni con las chicas de la biblioteca, ni con uno de mis compañeros de inglés. Siempre con las personas de los proyectos. Estoy segura de que quería saber de qué hablábamos, o si yo me quejaba. Siento ser suspicaz, pero empiezo a conocer su subconsciente. Tampoco pude irme temprano porque cuando me despedí me atrapó: ella me llevaría en taxi para llegar antes (mentira).

Quizás por mi situación actual aquí me sentí más fuera de lugar que nunca. Por suerte no volveré hasta el año que viene, nada de actos oficiales en una buena temporada. El megaevento con cóctel y sin mascarillas que organizan dentro de unos días me lo salto. Mi empresa fue una de las primeras en prestar servicios online cuando esto empezó hace año y medio. Tenía que demostrarle al mundo que era la mejor actuando online, incluso por delante de sus competidoras estadounidenses. Ahora quiere ser una de las primeras en hacer como si no pasara nada. No les basta la nueva normalidad, quieren normalidad. Y punto. Yo, sintiéndolo mucho (sintiéndolo nada) no pienso dejarme arrastrar por ella.

7 comentarios:

  1. Je,je no he podido evitar reírme con el párrafo del asquete de las bandejas pasando por el morro de los comensales. Yo no me he vuelto así porque siempre lo he pensado. Incluso antes del Covid. Recuerdo que en los restaurantes japoneses me inquietaban esos platos dando vueltas todo el rato alrededor de la gente. Una vez vi como un niño tocaba lo que había en un platillo y lo volvió a dejar y el grito que se llevó por mi parte intimidó al resto de comensales. Menos mal que no me sacan mucho.
    Y por lo demás no existe algo llamado normalidad. Nunca ha existido. Sólo una realidad cambiante que nos sorprende y siempre nos va a coger desprevenidos. A los que no están prevenidos les cogerá antes, claro. Saludos

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    1. Nunca he sido muy escrupulosa, sí, tenía mis mínimos, pero es que ahora no me reconozco. Maldito encierro!

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  2. Los avatares, que son molestos. Esa ropa nueva, la que sea, que te siente de maravilla.

    Un abrazo

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  3. Oh, a mí me encantaría poder andar sin el bozal, pero aquí pasan cosas tan irrisorias como que en un cine o aeropuerto debes sentarte un asiento por medio, dejando uno libre entre medio porque el bicho es peligroso y contagioso, pero te subes al avión y estamos sentados en filas de a tres como sardinas, ahí el virus muta a buena persona, cosas raras, en fin.
    Al menos participaste y fuiste vista, ya puedes evitar ese encuentro por otro año más jé,

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    1. Aquí pasa algo parecido en los medios de transporte. Y no creas, la mascarilla es obligatoria en interiores. Todo el mundo debería haberla llevado y solo quitársela para comer (que además eran canapés de bocadito) o beber. El sitio no era un restaurante, pero aprovechando la situación... La mayoría de mis compañeros estaban preparados para eso, yo no. :( El año que viene... espero que todo esto esté mejor porque las secuelas psicológicas son terribles. :(

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