viernes, 3 de marzo de 2023

Las obras interminables

Scaffold, de Matthew Buchanan

Llevamos algo más de un año con obras en el edificio y como me ha tocado cambiarme de sitio me da la impresión de que las he aguantado todas.

Cuando estaba en la cuarta planta empezó la obra radical del quinto. Abajo tabiques, fuera baños, adiós suelos… Hola taladros, radiales y martillos. Unos seis meses. Seguían con ella cuando me mudé a la Sala de Control. Y lo hice por otra obra. Esta la aguanté menos porque estaba en los bajos fondos del edificio, pero sufrí las consecuencias del cierre de esas dos plantas. No había cocina donde fregar, ni microondas donde calentar, ni impresora.

Después de eso tuvimos un par de meses bastante tranquilos, aunque con obras menores en algunas plantas, como cambios de puertas y de aire acondicionado. Sin embargo, llegó el año nuevo y todo se intensificó otra vez. Primero con una obra en la primera planta, justo sobre nosotras. Luego con el lavado de cara del edificio.

Las obras de arriba, que hasta hace una semana eran ruidosas y polvorientas a un nivel insoportable, parecen haberse calmado. Hubo momentos desesperantes en los que retumbaba todo desde el suelo hasta el techo. Incluso cortaron un cable (dicen que) por error y parte de las oficinas de la empresa donde trabajo se quedaron sin internet. Así que tuvimos nuestras propias obras aquí, en mi planta, que es donde está el corazón de los cables. Por cierto, vino un señor muy agradable a hacer la nueva instalación. Me contó los detalles del asunto y por qué podría parecer que fue a propósito. Y yo le di la razón en que aquello podría ser una conspiración si no fuera porque no hubo consecuencias. Así que puede ser verdad eso de que no fue intencionado.

Por último, hace unas semanas, empezaron las tareas de lavado de cara del edificio. Primero el pulido y fregado del suelo del portal y la limpieza de la alfombra. Nos dejaron encerrados en la oficina y a ninguna de mis compañeras se le ocurrió llamar a seguridad para que abrieran la puerta de atrás. Yo llegué antes que los operarios y no me enteré. Ellas sólo (ha vuelto la tilde, por cierto) se quejaban de que no podían entrar (¡pues mejor, niña!) pero no fueron capaces de actuar para salir, así que al final fui yo quien llamó.

Luego vino el pulido y el barnizado de las puertas que dan a las escaleras. Como no avisaron de que iban a hacerlo y, una vez más, llegué antes que los operarios, dejé la huella de mi mano por aguantarle la puerta a la señora de la limpieza. Me enteré de una manera muy delicada de que aquello aún no se podía tocar.

Después vino el pintado del portal y las escaleras. Una vez más nos cogió por sorpresa. El ambiente era tan tóxico que pensamos en irnos cuando ya nos había hecho daño. Yo tuve tres días los ojos irritados. A unos compañeros les dio jaqueca, a otros dolor de estómago. Y para algunos los síntomas continuaron un par de semanas porque enlazaron esto con el pintado y el barnizado en la primera planta. Sandra y yo fuimos afortunadas porque los gases suben, así que no nos enteramos, pero ir a imprimir a las plantas de arriba era un asco.

Ahora, para dejarlo todo niquelado, van a pintar la fachada, así que mientras escribo estas líneas están montado los andamios justo a mi lado. Cuando les toca trabajar por las alturas la situación es soportable, pero una de las tarimas por donde se mueven queda a nuestra altura. El ruido más ligero que oímos es el de las pisadas sobre el metal casi a la altura de nuestras orejas. Prefiero no pensar en los más fuertes porque ayer acabamos enloquecidas. Eso sí, no tengo reparos en irme a otras estancias a trabajar, sobre todo si me toca una llamada. Para mí se acabaron aquellos tiempos en los que aguantaba todo. Sandra, en cambio, prefiere soportar la tortura con tal de no despegar su culo de la silla.

Por cierto, que en este caso lo de quedarme en casa a trabajar al menos los días que me corresponde no es solución porque en mi calle la situación es parecida. Los mismos ruidos y encima la posibilidad de que la Niña Amargada haga acto de presencia. Ella sigue igual aunque unas obras vengan y otras se acaben.

14 comentarios:

  1. Trabajar con ruido y obras es de lo peor que hay. Un abrazo.

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    1. Es muy molesto, sobre todo cuando necesitas concentrarte.
      Un abrazo.

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  2. Dorotea,
    Las obras y reformas son siempre un gran inconveniente, ya que parecen durar una eternidad.
    Un abrazo de tu nuevo amigo brasileño.

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    1. Estas parecen eternas. Sabemos que son necesarias, pero no se acaban.
      Un saludo y gracias por pasarte.

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  3. Parece que las obras te persiguen ;-)

    Besos.

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    1. Sí! Y corren más que yo, no me libro de ellas. :D
      Un abrazo.

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  4. En el gimnasio llevan tres meses. Está siendo muy raro todo, y pesado. Que acaben de una vez las de tu oficina

    Un abrazo

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    1. No vemos el fin! A ver si terminan pronto tanto las "mías" como las "tuyas". :D
      Un abrazo.

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  5. Ahá, ha vuelto la niña amargada a la que casi disculpabas hace poco. Los ruidosos nunca desaparecen del todo. sólo se toman vacaciones(con suerte). Y sobre las obras ya ni qué decir. Me sorprende que en tu trabajo monten así un edificio sin desalojar a la gente. En un mundo racional les podía haber caído un buen puro por todos esos efectos en la salud de tantos. Me parece un infierno tóxico ese del que hablas. Aunque también imagino que nadie habrá dicho ni hecho nada por esos miedos que le asaltan al trabajador frente a su empresa. Razonables por otro lado. Y luego lo de tu casa... pffff. Espero que al menos tengas las noches para dormir sin ondas sonoras que te violan los oídos. Por lo menos eso. Saludos y suerte.

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    1. Pobre, es que la niña amargada me da pena, pero sí, ha vuelto y le queda poco para convertirse en la adolescente amargada, así que imagínate cómo está. XD
      Eso me pregunto yo. Y ya te digo que yo huyo siempre que puedo (y otras compañeras igual), pero no deja de ser un asco el tener que trabajar en estas condiciones.
      Sí, las noches por suerte, están bien. :)
      Un abrazo.

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  6. Pareciera que esa oficina te quisieran dar material para tu blog.

    La verdad es que esas obras son un desafío para la paciencia.

    Un abrazo.

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    1. No lo hacen a propósito, pero son un filón. Si hay parones en el blog es exclusivamente culpa mía. :D
      Un abrazo.

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    2. Noo, mal, ¿cómo no les dan algún tipo de permiso o licencia para no ir a trabajar mientras se hacen esos trabajos?
      Y también me enteré de que a inicios de este mes devolvieron el uso de la tilde en "sólo", en todo caso no dejé de usarlo nunca já, toda una vida usándolo y jactándome por ser de las pocas personas que sabían la diferencia, no lo iba a abandonar así como así. já.
      Un abrazo!

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    3. Eso nos preguntamos, de verdad que a veces es intolerable estar en la oficina.
      Yo reconozco que sí había dejado la tilde. Me costó un mundo y ahora me está costando horrores volver a recuperarla. Porque para mí procede ponerla. :D
      Un abrazo.

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