Todos los años el súper jefe organiza un evento de
reclutamiento de jóvenes profesionales de su área. Vienen reclutadores y
candidatos de todo el mundo y, hasta esta edición, siempre ha habido fallos gordos,
principalmente porque Violeta es una zángana de campeonato. No es que por eso
se vaya a terminar el mundo, pero en un ámbito donde incluso los pequeños
detalles marcan la diferencia entre la excelencia y la mediocridad, esos
errores pueden hacer que la gente hable bien y vuelva (más pasta) o hable mal y
no vuelva (menos pasta). A eso se reduce todo, a la pasta, pero si la hay,
Violeta y yo tenemos trabajo y si no, nos vamos a la calle.
Nosotras los dejamos un poco más a su aire, sobre todo yo, que me escapé para ir por libre. (Fotografía de Diarmuid Greene, Collision Conf.) |
Este año Diana, mi jefa, me pidió ayuda. Dos días antes.
Para un viernes de puente. No me importa echar una mano, creo que podría decir
que hasta me gusta. Salgo de la rutina, hago algo diferente, tengo contacto con
gente con la que habitualmente no coincido, hablo inglés en una situación menos
tensa para mí que en los
saraos… Pero hay inconvenientes, claro. Fui sin tener ni idea de qué
iba el asunto, qué tenía que decir si me pedían información, nadie explicaba
nada, ni siquiera aquellas que se quejan todo el día de la falta de
comunicación y de información. Es justo decir que fue Violeta la zángana la que
me dijo más cosas sobre esto a pesar de que nuestra relación no es la mejor.
Secreto (imaginad que lo digo susurrando y al oído): me dio la impresión de que
en esta ocasión fue amable para que me pusiera de su lado y hacer fuerza contra
el grupo de mi jefa, Sandra la Otra y Sara Pestes.