Esta noche me cogió el frío y me levanté con dolor de
espalda, justo en el punto que se contracturó hace un año en el
accidente de bici. Me costó levantarme, pero después de hacer unos
estiramientos, pude moverme. El dolor está siendo un compañero inseparable, al
menos hasta que por la noche pueda tomarme una pastillita.
Wie Musik Grenzen überwindet,
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La salida de la estación fue una odisea. En el andén, siempre
voy contra la marea de gente. Nadie se aparta. Yo tampoco, a ver si me voy a
caer a la vía porque vengan cinco personas contra mí. Hoy menos. Cualquier
mínimo movimiento de desplazamiento era imposible. Aun así, subí
a pie el primer tramo de escaleras. No, esta vez no era por mantener la
línea. Bueno, qué porras, un poco sí que era por eso, pero cuando llegué al
segundo, me sentía tan incómoda, que sucumbí y me monté en las mecánicas. Por mis entradas anteriores, no sé
si queda lo suficientemente claro que soy normal, por si acaso,
aclararé que no tengo ojos en la parte trasera de mi cabeza. Como los demás,
tengo únicamente los dos de la cara. A veces giro un poco el cuello para mirar
de reojo si puedo “cambiar de carril”, pero es absolutamente imposible que
pueda ver lo que viene detrás de mí. Esta aclaración va por la chica del chelo
que subió en esas escaleras mecánicas por el hueco de la izquierda, a pie, apurada.