En este
zulo-despacho todo el mundo se aburre. Excepto la Mofeta cuando trabajó aquí, al
César lo que es del César, aunque puede que ella le encontrara una utilidad
lúdica alternativa al Excel, como esos jueguecitos que te enviaban los amigos para adivinar de qué serie era la melodía. El resto, dedicamos una parte de
nuestro tiempo laboral a mirar nuestro correo electrónico, leer la prensa, tuitear,
hacer alguna compra en internet, actualizar Facebook y cotillear el de los
demás, mandar whatsapps como posesos, ver vídeos de Youtube, mirar trapos y
zapatos, seguir la liga de fútbol, tener conversaciones interminables por
teléfono, ligar, mirar la cámara de la guardería como si fuera un programa de
Gran Hermano y, por supuesto, escribir entradas de blog para poner a todo el
mundo a caldo. La diferencia entre unos y otros es el nivel de incordio a los compañeros.
El premio a los mayores incordiadores nos lo llevamos Mr. Lolas y yo sólo
porque tenemos que respirar en este zulo. ¿No da pena que La Otra tenga que
compartir despacho con dos personas? Es para llorar, pobre.