viernes, 24 de enero de 2014

Peligro: celosa en el zulo

Al final de mi última entrada, comenté que La Otra está empezando a tener problemas con sus celos. No lo entiendo, Mr. Lolas tiene mujer y seguro que alguna amante a la que ve nada más salir de aquí. Pero claro, a mí me ve la cara y mi presencia le impide arrojarse a sus brazos en el despacho. Porque tirarse a alguien en la mesa de trabajo pone.

Not so happy lioness, de Tambako de Jaguar
Not so happy lioness, de Tambako de Jaguar
En cuanto le digo hola a Mr. Lolas se convierte en una leona que defiende un territorio que no es el suyo. A mí este tipo ni siquiera me gusta y aunque me gustara,  pensar que ha tenido relaciones con La Lolas me da repelús (eso y que se sorbe los mocos demasiado a menudo para mi gusto). No sé por qué, pero me provoca un rechazo que puede ser tan enfermizo como los celos de La Otra, no voy a negarlo. Además, yo prefiero los espaguetis a las arepas.
La gracia del asunto es que cuando vi lo que sucedía (nadie se traga esa excusa suya de “qué raro es este chico”, aunque ella es feliz pensando que sí) me dio por provocarla. Desde que volvimos de las vacaciones de Navidad aprovecho cada oportunidad para empezar una conversación con él. Aunque es totalmente inofensiva, sin pestañeos, La Otra se transforma y a mí no me queda opción que tomar notas. Es mi sujeto de experimento. A veces tiene detalles muy feos conmigo y esta es mi pequeña venganza.

El viernes pasado, a causa de uno de esos experimentos, presenciamos un brote de histeria. Un brote de histeria a la antiquísima usanza porque, a veces, todo se reduce al sexo o a la falta de él. Mi Outlook se quedó sin conexión al servidor. Para saber si el problema era exclusivamente de mi perfil o era un problema general, ¿a quién podía acudir? Pues a mis compañeros de zulo. La Otra estaba hablando por teléfono, así que le pregunté a Mr. Lolas. Y se armó. Se puso nerviosa, se revolvía en su silla y finalizó la llamada antes para poder tomar el control de la situación. Cuando terminó de hablar también le pregunté a ella pero había entrado en shock, era imparable. Iba a vaciar su mesa para ver si la vieja de la limpieza se la limpiaba, pero en vez de eso, se puso a limpiarla ella misma. ¡Ella! ¡Limpiando! Creo que en su casa hasta le limpian el culo cuando va al baño.

Los papeles casi volaban, al teléfono le dio una paliza, a la silla otra y se movía de un lado a otro para que Mr. Lolas no tuviera contacto visual conmigo mientras hablábamos. Cuando él me dijo que me iba a enviar un email de prueba, comenzó a frotar la mesa con tal fuerza que pensé que iba a desgastarla. Y casi nos intoxica con el producto que utilizó para desinfectar. Lo echaba una y otra vez en la servilleta y venga a frotar siempre en el mismo sitio (ya se ve que limpiar no es lo suyo). Si es su colonia, creo que debería cambiar de marca, porque ese tiene que ser el motivo por el que Mr. Lolas (o cualquier otro) no se lanza. A pesar de tener la garganta abrasada por los efluvios de ese producto, no podía parar de reír, para mis adentros, claro. Que soy muy discreta hasta que me pongo a tuitearlo o a escribirlo para el blog.

No he podido experimentar más porque ésta ha sido una semana complicadilla para mí.  Mr. Lolas ha venido por las mañanas así que han pasado mucho tiempo juntos y como yo estuve a lo mío, ellos han podido hacer manitas en el despacho, y fuera de él… o lo que sea que hagan. Todavía queda un poco de mañana, quién sabe, si se me hincha la vena puedo meter un poco de cizaña. Ella está bostezando y estirándose demasiadas veces, quizás haya llegado el momento de despertarla de nuevo.

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