En mi casa intentamos tirar la menor cantidad de comida posible. En eso me educaron y eso es a lo
que estoy acostumbrada. Vivir sola dificulta la tarea. Hay muchos alimentos que
vienen envasados en cantidades que, sin ser tamaño familiar, son excesivas para
una persona. Aun así, intento aprovecharlos al máximo planificando mi menú con
cuidado, pensando las recetas no solo de semana en semana y congelando. Tengo
que reconocer que a veces se me estropea la fruta. Nadie es perfecto.
No sé si he hablado de las
comidas que se organizan en mi curro. Posiblemente lo he mencionado. Incluso es
un tema que me llevaba rondando la cabeza para el blog desde hace unas semanas
a propósito de cómo llevo la dieta. Tengo algo escrito sobre ello pero no me
gusta lo que se lee entre líneas y está en reposo hasta que tenga la mente lo
suficientemente lúcida como para perfeccionarlo. Mientras, me ha surgido la
posibilidad de hablar de esos caterings por algo que me pasó ayer. En estas
comidas siempre sobra algo, si es menú un poco menos porque les preparan los
platos aquí. Pero en los desayunos, meriendas y comidas a base de bocadillos o
bollería sobra un mundo. Muchas de mis compañeras piden de más para que coma
toda la oficina o para llevar a casa, el problema es que sobra demasiado. Un
derroche.
Hace unas semanas organizaron una
merienda al sol. En vez de poner té helado u otras bebidas frescas, sirvieron
café caliente. En vez de macedonias, gelatinas y tartas frías, sirvieron
pastelitos con chocolate. La gente no comió, podéis verlo en la foto de abajo. Dejaron
esas bandejas un viernes por la tarde, cuando el edificio estaba prácticamente
vacío. Mi decisión fue meter todo en la nevera para que la gente lo comiera el
lunes. Si pensáis que me lo agradecieron estáis equivocados. Podía estar estropeado, cómo se iban a comer
ellas cosas de dos días, me lo tenía que haber llevado a casa en vez de
guardarlo, como si fuera mi
obligación. Por la tarde todavía había dos bandejas. Arreglé todo en una y se
lo llevé a mi vecina. Os puedo asegurar que estaban en perfectas condiciones,
ni siquiera se habían secado. Si no me hubieran visto sacarlas de la nevera, se
habrían puesto ciegas, las conozco. Algunas no traen comida propia esperando
las sobras del catering, ese es el nivel. Que no me vengan con que no quieren
bollitos de dos días. Cuando van a un restaurante, ¿se hacen las mismas
preguntas? Porque fuera de casa es mejor no preguntarse sobre nada. A veces
las empresas se llevan las bandejas enteras y los cruasanes no tienen siempre
la misma textura, cada cual que saque sus propias conclusiones.
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Fotografía de Dorotea Hyde |
Después de explicar cómo
funcionan las cosas aquí, paso a contar lo de ayer. Hubo una reunión en el
departamento de investigación, tan larga que pidieron comida. Azucena, una de las arpías, es una de las que encarga más de la cuenta para que sobre. Cuando
terminaron por la tarde, bajaron dos bandejas de bocadillos y una con porciones
de tarta de chocolate. No era viernes, pero siendo por la tarde queda menos
gente y apenas se come. Metí tres o cuatro sándwiches en uno de mis tuppers y me
olvidé. Ya no me voy a preocupar más... Mentira. En cuanto salí vi a un hombre que
leía en un banco a la sombra. Por su aspecto parecía que era una persona de la
calle, incluso creo que lo he visto más veces por aquí. Pensé en ofrecerle los
bocadillos, pensé incluso en volver al edificio, coger las bandejas que
quedaban y llevárselas. ¿Y si no era lo que yo pensaba? ¿Y si a pesar de su
aspecto, de su supuesta pobreza, ese hombre se compra la comida con dinero
obtenido de un pequeño subsidio, con limosnas, trapicheos o robos? ¿No lo
ofendería yo con mis bandejas? O peor. ¿Y si solo era un guarrete más sin
problemas para comer? Y si, y si, y si… Seguí adelante dándole vueltas a este
tema hasta la estación, pensando en escribir algo parecido a lo que estoy
escribiendo.
Casi me había olvidado cuando se
subió al tren uno de mis habituales. Un drogatilla con una historia triste que dudo
que sea verdad. Pide para comer, está muy flaco y creo que le faltan dientes,
tiene los anticuerpos del VIH y no tiene donde quedarse. A veces dice dormir
bajo un puente. Ayer iba aseado y afeitado, otros días huele fatal. Me dio
pena. Nunca llevo dinero, tampoco suelo dar, pero llevaba ese tupper con bocadillos… Abrí la bolsa y se lo
tendí. Una vez le di a uno un melocotón. En vez de dar las gracias, me miró con
asco. Este parecía sinceramente agradecido. Probablemente el dinero que le dan
lo gaste en droga y tenga hambre de verdad.
Otro día que te pase eso, convoca un meet relámpago. Igual no podemos ir nadie, pero por si acaso.
ResponderEliminarOtrosí digo: ayer, cerca de los Renoir Retiro, mientras esperaba sentado en un banco leyendo, oí una chica/señora decir "¿Te gusta el gazpacho?" Me extrañó que se dirigiera a mí, así que giré un poco la cabeza y vi que hablaba con un señor sentado en el suelo. No quise terminar con la escasa intimidad, así que seguí leyendo. Pero sí me quedé con que le costó un poco romper cierta reserva. No parecía entenderse con él. No quería, o le parecía demasiada comida (llevaba una bolsa de plástico llena), o no sé. Al cabo de un rato estaban hablando tranquilamente (la verdad es que a él no lo oía, sólo a ella).
Pensé que chapeau por ella: yo, como tú, me enredo en cavilaciones y me quito las ganas de hacer la buena obra por el "y si". Supongo que la vergüenza y el miedo se quitan pensando que, por mal que lo podamos pasar nosotros, peor están ellos. Hay pedigüeños para todo, eso sí.
¿Sabes qué? Que tienes razón y la próxima vez (porque habrá próxima vez seguro aunque no sé cuándo) os aviso. También tienes razón en la segunda parte, debería dejar de lado el "y si" :(
EliminarYo te planto una solución sencilla. Haces llegar esos pastelitos a mi trabajo y te aseguro que no quedará ni uno a salvo para contarlo. Es más, al mensajero que mandes dale la instrucción de soltarlos con rapidez si no quiere morir en el intento. Somos como una manada de zombies hambrientos.
ResponderEliminarJajajaja. Lo curioso es que aquí suelen ser así. Si las hubiera pillado la señora de la limpieza lo habría metido todo en una bolsa de la basura para llevarlo a su casa, no habría dejado ni las migas. Y las demás porque me vieron sacarlo de la nevera. Aun así, se zamparon tres bandejas, que para darles tanto asco no está mal XD
EliminarLa verdad es que lo que acabo tirando a la basura es casi nulo. Voy al día. Cuando necesito comer algo lo compro y así hasta que casi lo acabo y regreso a comprar. Lo mío es tan extremo que no sirve como recomendación porque no podemos poner a la población a funcionar como soldados en plena guerra.
ResponderEliminarLo que cuentas del yonqui es esa cosa que me lleva a escenas desagradables. Una vez le ofrecí comida a alguien así, me dijo que no con asco y lo más suave que le dije fue que si entonces quería el dinero para vicios que se lo diera su puta madre. Así conseguí que la gente también me mirara con asco porque los que gritan siemrpe quedan mal.
Por último decirte que me has hecho salivar con tus fotos. Por Dios. Crusanes y donetes con chocolate. El chocolate es mi droga(no el que se fuma).
Y yo no soy un indigente pero igual te aceptaba el tupper ese tan bueno. Saludos.
Voy a ser breve respecto a los bollos: estaban de muerte. De lo mejor que ha pasado por aquí. Por suerte hubo gente sin reparos y desaparecieron tres bandejas :D
EliminarProbablemente te habría mirado en tu reacción con el vagabundo, pero es que los hay con tanto cuento que podrían escribir un libro.