jueves, 23 de julio de 2015

La comida que (no) se tira

En mi casa intentamos tirar la menor cantidad de comida posible. En eso me educaron y eso es a lo que estoy acostumbrada. Vivir sola dificulta la tarea. Hay muchos alimentos que vienen envasados en cantidades que, sin ser tamaño familiar, son excesivas para una persona. Aun así, intento aprovecharlos al máximo planificando mi menú con cuidado, pensando las recetas no solo de semana en semana y congelando. Tengo que reconocer que a veces se me estropea la fruta. Nadie es perfecto.

No sé si he hablado de las comidas que se organizan en mi curro. Posiblemente lo he mencionado. Incluso es un tema que me llevaba rondando la cabeza para el blog desde hace unas semanas a propósito de cómo llevo la dieta. Tengo algo escrito sobre ello pero no me gusta lo que se lee entre líneas y está en reposo hasta que tenga la mente lo suficientemente lúcida como para perfeccionarlo. Mientras, me ha surgido la posibilidad de hablar de esos caterings por algo que me pasó ayer. En estas comidas siempre sobra algo, si es menú un poco menos porque les preparan los platos aquí. Pero en los desayunos, meriendas y comidas a base de bocadillos o bollería sobra un mundo. Muchas de mis compañeras piden de más para que coma toda la oficina o para llevar a casa, el problema es que sobra demasiado. Un derroche. 

Hace unas semanas organizaron una merienda al sol. En vez de poner té helado u otras bebidas frescas, sirvieron café caliente. En vez de macedonias, gelatinas y tartas frías, sirvieron pastelitos con chocolate. La gente no comió, podéis verlo en la foto de abajo. Dejaron esas bandejas un viernes por la tarde, cuando el edificio estaba prácticamente vacío. Mi decisión fue meter todo en la nevera para que la gente lo comiera el lunes. Si pensáis que me lo agradecieron estáis equivocados.  Podía estar estropeado, cómo se iban a comer ellas cosas de dos días, me lo tenía que haber llevado a casa en vez de guardarlo, como si fuera mi obligación. Por la tarde todavía había dos bandejas. Arreglé todo en una y se lo llevé a mi vecina. Os puedo asegurar que estaban en perfectas condiciones, ni siquiera se habían secado. Si no me hubieran visto sacarlas de la nevera, se habrían puesto ciegas, las conozco. Algunas no traen comida propia esperando las sobras del catering, ese es el nivel. Que no me vengan con que no quieren bollitos de dos días. Cuando van a un restaurante, ¿se hacen las mismas preguntas? Porque fuera de casa es mejor no preguntarse sobre nada. A veces las empresas se llevan las bandejas enteras y los cruasanes no tienen siempre la misma textura, cada cual que saque sus propias conclusiones.

Bandejas de bollería
Fotografía de Dorotea Hyde
Después de explicar cómo funcionan las cosas aquí, paso a contar lo de ayer. Hubo una reunión en el departamento de investigación, tan larga que pidieron comida. Azucena, una de las arpías, es una de las que encarga más de la cuenta para que sobre. Cuando terminaron por la tarde, bajaron dos bandejas de bocadillos y una con porciones de tarta de chocolate. No era viernes, pero siendo por la tarde queda menos gente y apenas se come. Metí tres o cuatro sándwiches en uno de mis tuppers y me olvidé. Ya no me voy a preocupar más... Mentira. En cuanto salí vi a un hombre que leía en un banco a la sombra. Por su aspecto parecía que era una persona de la calle, incluso creo que lo he visto más veces por aquí. Pensé en ofrecerle los bocadillos, pensé incluso en volver al edificio, coger las bandejas que quedaban y llevárselas. ¿Y si no era lo que yo pensaba? ¿Y si a pesar de su aspecto, de su supuesta pobreza, ese hombre se compra la comida con dinero obtenido de un pequeño subsidio, con limosnas, trapicheos o robos? ¿No lo ofendería yo con mis bandejas? O peor. ¿Y si solo era un guarrete más sin problemas para comer? Y si, y si, y si… Seguí adelante dándole vueltas a este tema hasta la estación, pensando en escribir algo parecido a lo que estoy escribiendo.

Casi me había olvidado cuando se subió al tren uno de mis habituales. Un drogatilla con una historia triste que dudo que sea verdad. Pide para comer, está muy flaco y creo que le faltan dientes, tiene los anticuerpos del VIH y no tiene donde quedarse. A veces dice dormir bajo un puente. Ayer iba aseado y afeitado, otros días huele fatal. Me dio pena. Nunca llevo dinero, tampoco suelo dar, pero llevaba ese tupper con bocadillos… Abrí la bolsa y se lo tendí. Una vez le di a uno un melocotón. En vez de dar las gracias, me miró con asco. Este parecía sinceramente agradecido. Probablemente el dinero que le dan lo gaste en droga y tenga hambre de verdad. 

6 comentarios:

  1. Otro día que te pase eso, convoca un meet relámpago. Igual no podemos ir nadie, pero por si acaso.
    Otrosí digo: ayer, cerca de los Renoir Retiro, mientras esperaba sentado en un banco leyendo, oí una chica/señora decir "¿Te gusta el gazpacho?" Me extrañó que se dirigiera a mí, así que giré un poco la cabeza y vi que hablaba con un señor sentado en el suelo. No quise terminar con la escasa intimidad, así que seguí leyendo. Pero sí me quedé con que le costó un poco romper cierta reserva. No parecía entenderse con él. No quería, o le parecía demasiada comida (llevaba una bolsa de plástico llena), o no sé. Al cabo de un rato estaban hablando tranquilamente (la verdad es que a él no lo oía, sólo a ella).
    Pensé que chapeau por ella: yo, como tú, me enredo en cavilaciones y me quito las ganas de hacer la buena obra por el "y si". Supongo que la vergüenza y el miedo se quitan pensando que, por mal que lo podamos pasar nosotros, peor están ellos. Hay pedigüeños para todo, eso sí.

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    1. ¿Sabes qué? Que tienes razón y la próxima vez (porque habrá próxima vez seguro aunque no sé cuándo) os aviso. También tienes razón en la segunda parte, debería dejar de lado el "y si" :(

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  2. Yo te planto una solución sencilla. Haces llegar esos pastelitos a mi trabajo y te aseguro que no quedará ni uno a salvo para contarlo. Es más, al mensajero que mandes dale la instrucción de soltarlos con rapidez si no quiere morir en el intento. Somos como una manada de zombies hambrientos.

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    1. Jajajaja. Lo curioso es que aquí suelen ser así. Si las hubiera pillado la señora de la limpieza lo habría metido todo en una bolsa de la basura para llevarlo a su casa, no habría dejado ni las migas. Y las demás porque me vieron sacarlo de la nevera. Aun así, se zamparon tres bandejas, que para darles tanto asco no está mal XD

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  3. La verdad es que lo que acabo tirando a la basura es casi nulo. Voy al día. Cuando necesito comer algo lo compro y así hasta que casi lo acabo y regreso a comprar. Lo mío es tan extremo que no sirve como recomendación porque no podemos poner a la población a funcionar como soldados en plena guerra.
    Lo que cuentas del yonqui es esa cosa que me lleva a escenas desagradables. Una vez le ofrecí comida a alguien así, me dijo que no con asco y lo más suave que le dije fue que si entonces quería el dinero para vicios que se lo diera su puta madre. Así conseguí que la gente también me mirara con asco porque los que gritan siemrpe quedan mal.
    Por último decirte que me has hecho salivar con tus fotos. Por Dios. Crusanes y donetes con chocolate. El chocolate es mi droga(no el que se fuma).
    Y yo no soy un indigente pero igual te aceptaba el tupper ese tan bueno. Saludos.

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    1. Voy a ser breve respecto a los bollos: estaban de muerte. De lo mejor que ha pasado por aquí. Por suerte hubo gente sin reparos y desaparecieron tres bandejas :D

      Probablemente te habría mirado en tu reacción con el vagabundo, pero es que los hay con tanto cuento que podrían escribir un libro.

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