Lunes 18 de abril de
2016
15:37h
La mañana ha sido tranquila. Sandra estuvo seria, sin hablar
nada. La única vez que lo intentó quería pagar conmigo sus problemas y eso sí
que no. No sé qué cara debí de ponerle porque cerró el pico hasta ahora. Fui yo
la que rompí el silencio, en el fondo me da pena y sabía que la historia que
iba contarle la iba a hacer reír un poco porque nada más abrir la puerta vi que
había estado llorando en mi ausencia.
La historia es que el ascensor está estropeado, el noveno motivo para subir por las escaleras. Lo gracioso no es eso sino que
la semana pasada Pura, la vieja de la limpieza, se quedó encerrada una hora nada
más llegar al edificio, sobre las siete y media de la mañana. Ais, qué pena que
nuestro ascensor no sea como la cabina. A ella le hizo aun más gracia saber que Mari Pili también sufrió
encierro hoy. Y una hora más tarde, tres estudiantes, aunque como eran
desconocidos no nos hizo gracia a ninguna de las dos. Lo han clausurado. Me
imagino nuestras escaleras como las de The
Big Ban Theory, solo que con gente menos interesante y mucho más sosa.
15:50h
Antes de marcharse se disculpa conmigo por verla llorar
todos los días. Es una “época fea” en su vida. Le pregunté si necesitaba algo.
No sé si podré transmitir exactamente lo que me respondió. Me dijo que no, que
solo… y sobre esos puntos suspensivos un lenguaje corporal que indicaba dinero.
Es en lo único que piensa. Lo curioso es que la pasta nunca le ha dado la
felicidad. Su pasado está lleno de tristezas y mierda. Si tuviera pasta lo
dedicaría a fines mejores que a dárselo a ella. No sé por qué me da pena. Al
fin y al cabo uno de los motivos por los que está así es porque no puede
renunciar a una semana de compras en Miami.
Creo que tengo una de las claves por las que no para de
llorar. Es que ya está bien, joder, hace que me sienta como una piedra. Todos
tenemos problemas pero nadie viene con ellos. ¿Sabéis la diferencia? Que mantenemos la
mente ocupada y ella se regodea en su miseria escribiendo wasaps toda la mañana
sobre el tema. Si viniera al trabajo a trabajar, si hiciera otra cosa, puede
que estuviera deprimida y hundida, pero no tendría tiempo para llorar*.
16:52h
Parece que ya han arreglado el ascensor, aunque voy a bajar
a pie para hacerme la infusión. Según testigos de los incidentes, los problemas
siempre han estado en la bajada… veremos.
17:19h
Sí, ya sé que pensáis que soy tonta, que por un lado me
quejo pero por otro les pregunto cómo están y si necesitan algo. Pero también
me tomo mis pequeñas venganzas. Ellas apreciarían más un montón de bizcochitos
de chocolate y minibombas rellenas de mermelada de frambuesa que mi amabilidad.
Pero los dulces me los quedo para mí. Y el queso curado y el jamón ibérico, ni
os cuento. Acabo de darme tal atracón que parece que estoy a punto de parir un diablillo.
Cuando mi cuerpo se convierte en una olla a presión hormonal, no hay nada que
me controle, ni meditación, ni ejercicio, ni centrarme en otras cosas. Solo la
comida aplaca los altibajos. Menos mal que son un par de días. Adiós al flan cero
por ciento grasas que traía para la merienda, este festival gastronómico ha
sido mucho mejor. Héctor, el becario, ha tenido suerte. Estoy de bastante buen
humor porque este mes no me duele mucho, así que le he dejado suficiente para
que también él se ponga barriga de parturienta y, sobre todo, deje de gruñir en
vez de saludar, que es muy joven para estar amargado.
* Ayer, justo después de escribir estas líneas, se vivió una
situación terrible en la familia de Jekyll. Y aquí estoy, aguantando el tipo.
Porque concentrarme en el trabajo impide que Jekyll se ponga a llorar. Olvido
de nuevo que Sandra viene a la oficina a cualquier cosa menos a trabajar y ella
olvida muy a menudo el favor que le hace nuestra jefa teniéndola contratada
para enviar wasaps.
Espero que pase la situación terrible de Jekyll. A fin de cuentas todos tenemos motivos para acabar llevándonos penas al trabajo. Lo que ocurre es que unos-as son de expresarlo más. O de regodearse hasta lo pornográfico con su dolor. Tal vez tuvieron padres que les hacían demasiado caso y solucionaron su infancia a base de recompensar sus llantos y así, ahora, pretenden llamar la atención de ese modo. Odiosos-as. De todos modos has transformado esto en novela de género negro. ¿Qué pena le aflige verdaderamente? ¿Cual es el asesino de la felicidad de esta chica? ¿Qué la mueve verdaderamente al wasapeo compulsivo? ¿Podrá volver a comprar alguna vez en Miami? ¿Conseguiréis que algún día os visiten Sheldon Cooper y Leonard para subir y bajar escaleras con ellos?
ResponderEliminarGracias, la situación de Jekyll necesita tiempo. En unos días puede que ni ella ni yo paseemos mucho por aquí.
EliminarSí, puede que recompensar el llanto sea uno de los motivos originales, no lo había pensado. Probablemente la sobreprotegieron como hace ella con sus hijos, son cosas que se heredan.
Yo también quiero saber las respuestas! :) Quién sabe, quizás algún día.
Besos.