Lunes 18 de abril de
2016
15:37h
La mañana ha sido tranquila. Sandra estuvo seria, sin hablar
nada. La única vez que lo intentó quería pagar conmigo sus problemas y eso sí
que no. No sé qué cara debí de ponerle porque cerró el pico hasta ahora. Fui yo
la que rompí el silencio, en el fondo me da pena y sabía que la historia que
iba contarle la iba a hacer reír un poco porque nada más abrir la puerta vi que
había estado llorando en mi ausencia.
La historia es que el ascensor está estropeado, el noveno motivo para subir por las escaleras. Lo gracioso no es eso sino que
la semana pasada Pura, la vieja de la limpieza, se quedó encerrada una hora nada
más llegar al edificio, sobre las siete y media de la mañana. Ais, qué pena que
nuestro ascensor no sea como la cabina. A ella le hizo aun más gracia saber que Mari Pili también sufrió
encierro hoy. Y una hora más tarde, tres estudiantes, aunque como eran
desconocidos no nos hizo gracia a ninguna de las dos. Lo han clausurado. Me
imagino nuestras escaleras como las de The
Big Ban Theory, solo que con gente menos interesante y mucho más sosa.