viernes, 30 de septiembre de 2016

La quinta semana

Quinta semana de trabajo. Me ha costado un mundo encontrar algo sobre lo que escribir. Al tema de la entrada anterior le di muchas vueltas, pero era algo de mi vida privada. Hasta que Sandra no me enseñó las fotos de su fiesta de cumpleaños, no tenía ningún elemento para relacionarlo con la ofi y publicarlo. Y de pronto, los acontecimientos se acumulan.

bailarín de discoteca en una jaula
Man in the machine, de torbakhopper
Primero Violeta, la secretaria del super jefe, nos envía un email invitación para su despedida de soltera. Unas cañas al salir de trabajar un viernes. Pues yo, si no es despiporre y con unos tíos en bolas, paso. Mi clase de Pilates no la cancelo nada más que por urgencias. Sí, un tío en bolas es una emergencia. Sé que es un topicazo, pero a mí no me espera un maromo en casa con la cena hecha y llevando solo un delantal [Shhh, esto es secreto: a ellas tampoco]. Lo curioso de esta invitación es que apenas la conozco. Le ayudé un poco cuando llegó, y nos hemos tomado… ¿cuatro cafés en año y medio? Con Ana solo ha tomado dos y también la ha invitado.  Debo de ser huraña. Si me casara, no haría despedida de soltera en el trabajo, pero en caso de hacerla, no la invitaría porque no tengo ninguna confianza con ella. Quedamos esta mañana para un café sustituto de las cañas. Afortunadamente tanto ella como Sandra tenían que entregarle un trabajo a mi jefa así que fue corto a la fuerza. Lo agradecí. Sólo le dio tiempo a enseñarnos el vestido y poco más. Nada que me interese. En cambio Sandra y Ana hablaron más tarde por teléfono y la despellejaron al estilo Bolton. ¡Uf!



Don't ever mistake my silence for agreement, my calmness for acceptance and my kindness for weakness.
Silence is not agreement, de PINKE
A pesar de parecer antipática en estos escritos, cumplo unos mínimos saludando a la gente, mínimos que no todo el mundo alcanza. Una de ellas, la jefa de Celia (que es tocaya mía, por cierto). Entra en el despacho sin llamar, ni hola, ni adiós, a no ser que le convenga sacar alguna información de nuestros cerebros y, en ese caso, ni gracias. 

Hace unos días vino con un profesor y sé que quedé como una maleducada delante de él, pero tenía el día cruzado y no me importó. Vino con este hombre que iba a compartir despacho con nosotras unos días y solo se lo presentó a Celia. A Sandra y a mí ni nos miró, aunque tenía que avisarme para que quitara unas cajas de la mesa libre si no, estarían ahí cuando él viniera. Por otro lado, el ignorar a los demás desde su pedestal, solo sirve para ella. Pretendía que le diéramos el gran recibimiento al caballero. Es contradictorio. ¿Cómo dar la bienvenida a alguien que no sabes quién es? Un misterio que no me apetece resolver. Como no hablo con desconocidos, no me quité los cascos. ¿Mal por mi parte? Por supuesto. Mis mínimos al cuerno. El profesor apareció el lunes de la semana pasada. Parece majo. Me ayudó a quitar las cajas y nos presentamos de lejos. Cuando llegó Sandra le dio dos besos. Ella sí se rebajó a caer en las redes de la otra Dorotea.

Grafiti. Corazón. NOPE!
Sin título, de Daniel Oines
Lo tengo sentado frente a mí y es una sensación de lo más extraña después de tantos meses viendo la estantería. A veces se le va la vista y me mira. Solo un segundo. Supongo que él tampoco está acostumbrado a tener a alguien enfrente y cree que lo miro. Intento no mirar a gente que no recuerda mi nombre, aunque sea como Jack Black (y no es el caso). Miro mis plantas, miro la pantalla, miro mis dedos o miro en mi interior. Últimamente miro sobre todo mi interior. También mira mi mesa por debajo de la pantalla de mi ordenador y me pregunta por algunas de las cosas que ve, así que ojo con dejar el móvil encendido con Pokemon GO abierto.

No me gusta su colonia. A la que sí le gusta es a Sandra... en realidad no solo la colonia. Ya se ha puesto en acción. Le da conversación, intenta ser interesante (aunque él le ha metido un par de cortes por pasarse de lista), coquetea sin recibir respuesta. A mí me parece que el chico es gay. Mi radar puede fallarme, Sandra directamente ignora el suyo. Actúa como si tuviera a su nuevo Mr. Lolas delante. Con este pega más porque a los dos les van los trapos, pero no pega de la manera que ella quisiera. Para su desgracia, no va a estar mucho tiempo aquí, quizás por eso cada vez que entra por la puerta ella no le quita los ojos de encima hasta que se sienta, aunque él la ignore todo el rato. No, no, no, no soy yo a la única a la que le haría falta un tío en bolas en una despedida.

4 comentarios:

  1. Cinco semanas ya de trabajo... Cómo pasa el tiempo. Casi toda la vida tiene el trabajo como desagüe.
    Pero el tema de ese hombre no puede quedar sin resolución. Me divierte con perversidad el hecho de que Sandra se pueda equivocar tanto con él. Y tal vez ayude a divertirme tu ironía cuando dices que pega más con ella pero no de la forma que desea.
    Por cierto, tíos en bolas hay muchos. Pero no creo que todos te gusten. Aunque bueno, las despedidas de soltera imagino que tendrán algún tipo de nivel alto establecido.
    P.D. Reitero que necesito saber qué pasa con Sandra. Siempre he pensado que el radar femenino es infalible pero ya veo que hay radares con distinto nivel de calibración.

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    1. Jajaja, S., yo también estoy deseando saber qué va a pasar, aunque siento desilusionarnos: me parece que no va a pasar nada. Ojalá me equivoque, tanto en esto como en lo del radar porque le daría un poco de vidilla a esto. Aunque él va a estar muy poco tiempo aquí. De hecho, no sé por qué sigue aquí.

      Sobre los radares, conozco unos cuantos que no es que funcionen mal, es que son inexistentes y sus dueñas van de decepción en decepción.

      Un abrazo.

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  2. Me ha hecho gracia aquello que has comentado de que no te gustaba la colonia del profesor. Es muy curioso cómo se combinan los aromas cosméticos y se mezclan con el olor de las personas. Porque es muy probable que esa misma colonia, en otras circunstancias (me refiero a combinarla con las emanaciones corporales de otro cuerpo) te resulte agradable. A eso es, en parte, a lo que llamamos tener química, o no tenerla, con aquella persona; que te atraiga o te repela sencillamente por su olor. Por otra parte, colocar cualquier aspecto sensitivo en una narración es un recurso muy eficaz y queda la mar de evocador.

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    1. Es curioso que me comentes justo ese aspecto del relato porque en estos días he llegado a la conclusión de que no me gusta cómo huele. Él, no la colonia. Y no es que huela mal, es que detesto su olor porque se ve que sus hormonas y las mías no encajan y eso hace que sienta rechazo hacia él. También mencionaré los olores en la próxima entrada, aquellos que no huelen y que están relacionados con la química que mencionas. Pero no adelanto acontecimientos, que ni siquiera serán protagonistas en la narración :)

      Un abrazo.

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