La Rotten, un personaje del que he hablado muchísimo en el
blog porque me las hizo pasar canutas, vuelve a hacer acto de presencia. No
llegó a irse del todo de mi vida. De vez en cuando me llama con la excusa de
preguntarme qué tal estoy para que yo devuelva la pregunta y contarme todas sus
historias pulguiles. “No quiero hablar de eso”, pero siempre, siempre, acaba en
ese punto monopolizando la conversación. Por suerte las llamadas son poco
frecuentes y se acabaron las visitas sorpresas, aunque nadie sabe a quién se
puede encontrar más allá de las fronteras de la empresa.
Bajando la calle que me lleva a la estación, aunque la mente
estaba ya unos cuantos metros por debajo
del suelo, esos gritos me parecían tan lejanos. Mala suerte, se acercaban.
Salían de un vestido de colores espantoso, claramente de otra época. Sobre el
escote un corte de pelo horroroso. Entre medias, la cara de la Rotten con una
sonrisa enorme que más que saludar parecía querer morder, comer, tragar.
Hacemos recorridos completamente diferentes, pero… ¡Mierda!
¿Por qué tiene que haber un pero? ¿Por qué tiene que ir a comprar el tinte de
pelo en una tienda cerca de la estación? ¿Por qué tuve que salir tarde ese día?
Y ahí está hablándome de las pulgas, del descubrimiento de una plaga en otro
edificio. Me da consejos: si voy, que la visita sea breve, que me sacuda los
zapatos en cuanto salga a la calle y nada más llegar a mi edificio que me vaya
al baño corriendo, me desnude y sacuda la ropa para deshacerme de las larvas. ¿Desnudarme?
La
palabra mágica para que mi imaginación vuele y deje mi cuerpo en el suelo interpretando
a alguien que en realidad no soy.
Me habría desnudado para David (y con desnudar no me refiero solo a quitarme la ropa),
vaya si lo habría hecho, en el baño, en su casa, en cualquier lugar. Siempre
que lo veo recuerdo lo mal que lo hice, o lo que no hice. Bajaba la escalera de
emergencias como las balas. Cuando bajas esa escalera sientes que vas por una
de caracol. Iba pendiente del tipo atractivo que trabaja en el primer piso y apenas
me fijé en que alguien me observaba. Casi llegando abajo me di cuenta de que
era él. Dos años después de la última vez. Diferente corte de pelo, pero misma
mirada, triste. Está enfermo y deja la empresa. No sé si dejará la docencia. La
de alto nivel puede ser muy estresante. David, al contrario que la Rotten, me
evitó. Así es él, el que desea ardientemente que lo saludes, que le digas algo,
que le roces la mano, no se atreve ni a saludar. Y yo volví a cagarla. Sabiendo
como es, sabiendo que necesita que sea yo la que diga hola primero, me dejé
llevar por la inercia del camino de la derecha, el más corto, el mejor cuando
tienes prisa. Esa inercia que me empujaba hacia la calle porque temía que si me
paraba me pondría aún más triste y puede que hasta me entraran ganas de llorar.
Ese camino no fue la solución porque ese breve encuentro fue una despedida y la
tristeza me acompaña mientras escribo estas líneas.
¡Dorotyyyyy!
The Barn, de Lilac and Honey |
El de Paula no fue el tercer encuentro, pero quiero quedarme
con la sensación positiva, dejar la tristeza por la marcha de David a un lado,
porque regodearme en mi miseria no me va a ayudar, y está claro que traer a la
Rotten a mi vida aunque sea solo en pensamiento, tampoco.
Sobre lo de David solo te puedo decir que la fascinación que sienten las mujeres españolas por los italianos es inversamente proporcional a la "rabia-envidia-yo que sé" que sentimos los varones españoles por ellos. Aún así, este David me sorprende. Siempre me han parecido un tema interesante el de los tímidos atractivos-as. ¿Que les lleva a temer al prójimo cuano podrían estar arrasando? Entiendo a la gente con complejos graves que tema la mirada del otro pero a estos, no sé, habría que rastrear sus problemas hasta la infancia. Claro que tú podrías aprovechar un poco tu posición de superioridad. No tienes sus miedos. Aunque supongo que eso ya da igual.
ResponderEliminarSobre la Rotten me temo que me estoy rascando solo de oir hablar de ella. Esas cosas son contagiosas. Y sé que no tengo ninguna pulga en el cuerpo. Dios, qué horror de persona. Buena para nadie y muy mala para sí misma.
En fin, siento que de todos encuentros uno sea tan triste. Me identifico mucho con esa capacidad tuya para perder ocasiones. Así que poca ayuda ofrezco.
Ya me gustaría identificarme más con esa capacidad tuya para montar una historia tan bien medida, con ese ritmo, con esa sensación de que no sobran frases y que todo fluye tan limpio. Si fueras novelista te criticaría bien en "El bibliotecario". En fin, un abrazo.
Ay, S., no me digas estas cosas que estoy muy sensible y me pongo a llorar, además de verdad, tendrías que verme los ojos ahora mismo, ya parezco Sandra jajaja.
EliminarSí, lo italianos para mí tienen algo, pero curiosamente David no parece italiano, hasta que abre la boca y habla inglés y español con ese acento. Justo ayer hablaba con Circe sobre sus problemas y opinábamos lo mismo que tú. Probablemente fui la única en la empresa que tuve la oportunidad a tiro, quizás porque no fui a por él como una rapiña, y la cagué.
Sobre la Rotten... mejor no digo nada más que nos entran malos picores a todos jajaja.
Un abrazo enorme y gracias por tus palabras. Me animan a escribir más allá de este blog :)
me gusta leerte
ResponderEliminarsiempre traes una sonrisa a mi mente
abrazo va
Otro para ti. Me pasa lo mismo con tus escritos, a ver si me pongo al día en breve :)
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