viernes, 22 de septiembre de 2017

La segunda boda de Violeta

Violeta se nos ha vuelto a casar. La primera fue una boda sencilla, cutre más bien, y triste seguro, pero eso ya lo conté en la entrada correspondiente. Esta, en cambio, tenía que ser grandiosa. Me la imagino como esas grandes bodas de gente que quiere aparentar lo que no es, que intenta por un momento tocar lo que no tiene y le sale un gurruño hortera. En mi mente se cuela, sin proponérmelo, una boda gitana.

Lady Di y el príncipe Charles saliendo de su boda
Lady Di y Charles, muy bien avenidos.
Foto de Joe Haupt.
Exceso de flores y brillos hasta saturar la vista y el olfato, y un vestido que empequeñece al de Lady Di. Un puestito de bebidas saturadas de azúcar, que puede hacer juego con un candy bar, para esperar a la novia bajo el calor del verano (lo del candy bar simplemente me ha hecho flipar, no concibo mi boda así de ninguna manera posible, pero en cuanto lo vi, me imaginé a Violeta retozando entre gominolas tan empalagosas como ella). Un photocall antes del banquete para que todos se sientan como si estuvieran sobre una alfombra roja de Hollywood, aunque todos sean gente sencilla de montaña y se sientan como pulpos en un garaje. A continuación, para comer cómodos, los invitados pueden dejar los zapatos en unos palés y ponerse unos patucos de quirófano.

A estas alturas del cuento a mi cabeza le cuesta dar otro paso así que los regalos no van más allá de los purazos desfasados que lo inundarán todo con su apestoso olor y unas figuritas kitsch a su imagen y semejanza que los invitados tirarán antes de meterse en el coche. Las figuras también me las imagino en la tarta, mirando a los comensales de arriba abajo, radiografiando hasta su ropa interior como es costumbre de Violeta. Por supuesto, de fondo suenan Celine y Withney mientras un cámara incordia a todo el mundo y se lleva un par de mamporros de parte de algún invitado borracho. Y por último, tristeza, mucha tristeza sobrevolando el salón. Porque después de ver las fotos de la primera ceremonia, me da la impresión de que el ambiente no va a ser mejor por mucho alcohol que sirvan.

Novios posando
Estos al menos posan felices. Foto de Ted McGrath.
¿No es la felicidad lo que importa? Ay, qué sabré yo que ni me he casado ni tengo intenciones de hacerlo. En realidad lo que me lleva a escribir hoy no es nada filosófico sino lo que pasó después y que está muy relacionado con mi entrada anterior sobre la primera persona del plural. Durante este último año Violeta y yo nos hemos distanciado. En realidad nunca estuvimos unidas, pero que no quiera ayudarme en el trabajo, que se escaquee y pretenda que yo haga sus tareas y que haya dicho que ella no es secretaria para llamarme secretaria a mí (pervirtiendo la palabra y el oficio hasta convertirlos en insulto), ha provocado que yo la salude y poco más. Si apenas le digo hola, mucho menos voy a interesarme por la preparación de su boda y  sé por experiencia que a las novias hay pocas cosas que les fastidien más que alguien pase de su bodorrio. No le pregunté nada acerca de eso, parece que la cortesía y yo estamos perdiendo el contacto, al menos para asuntos laborales. Supongo que puse las cosas aun más tensas en vez de suavizarlas.

Un año muy movido, cargadito no solo de novedades en el trabajo sino también de dificultades en mi vida personal. No sé si lo comprenden o no… ¡qué digo! Claro que no lo entienden. No entienden que después de hacerle un feo a alguien, luego no pueden esperar que esa persona sea amable con ellas y les bese los pies. Y eso es lo habitual por aquí. Me refiero a que te tratan como a mierda y luego esperan que te postres, te arrastres como un gusano y les pidas perdón por tener personalidad y dignidad y si no sucede, se ofenden. Así que otra vez septiembre. Una semana después de las vacaciones. El ritmo a tope, emails yendo y viniendo, los sobres volando, las teclas rugiendo, yo ocupada con un marrón ajeno y sale Sandra con una de sus ideas grandiosas. Otra vez empeñada en que haga con ella algo que debería hacer sola. ¿No vamos a saludar a Violeta y preguntarle cómo fue todo? ¿QUEEEEEÉ? La niña no está de broma, no. Otra maldita egoísta a la que le dan igual los sentimientos ajenos. No, nena, a Violeta, ya que tanto la amas, la vas a saludar tú. Por mi parte ni agua.

pareja de novios en una cama con rosas. Habitación kistch
¿Se atreverán a hacer algo en esa cama?
Bed of Roses, de Joe Shlabotnik
Como no íbamos, la pobre Violeta bajó a saludarnos y preguntarnos cómo nos había ido. La mejor excusa para empezar a narrarnos su experiencia bodorril. Esta vez no debió de colgar las fotos durante la noche de bodas porque no nos enseñó ninguna, pero nos dijo muy feliz que se lo había pasado bomba. Y mientras contaba, con una sonrisa que no estoy segura de que fuera franca, que el viaje se le había hecho larguísimo y que el tiempo no pasaba, yo no estaba segura de que fuera por estar en un lugar diferente. Porque así son estas. Te dicen que todo es maravilloso, pero ves sus fotos, oyes sus conversaciones al teléfono, aguantas sus llantos y sabes que en su vida no hay mucha felicidad y que lo más cerca que están de un buen polvo que les quite la cara de amargura en las fotos, son esos escáneres visuales que te hacen por inercia.

4 comentarios:

  1. La felicidad
    las bodas
    que me gustan tanto
    los nervios las angustias
    el dinero y al final los sentimientos Boda grande amor chico
    una entrada que da para una película....
    me ha encantado como lo narras con tus especiales letras
    un abrazo enorme

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    1. ¡Y a mí me encanta tu comentario en forma de poema! Gracias. Y sí, supongo que lo de "boda grande amor chico" es típico de la gente que tiene algo que esconder. Como en el refrán (soy mucho de refranes, como Sancho Panza :D): dime de qué presumes y te diré de qué careces.
      Un beso.

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  2. A mí también me ha gustado, como siempre. Aunque he sentido un escalofrío casi ancestral, sólo uno que tal vez sólo pueda entender otro macho arcaico que sienta verdadero pánico a la palabra boda(aunque tú te pronuncias también en contra).
    Y luego, como siempre, me has hecho sentir esa rabia que me produce la gente falsa. ¿Cómo que caras de sonrisas y felicidades de baratillo si no te llevas bien con esa persona? Si le deseas algo bueno a alguien será porque ese alguien se lo ha ganado. No puede esperar que haya tregua cuando lo único que haces es casarte y estás superfeliz. A mí tu actitud... bueno, es que la firmaría yo mismo. Me identifico. Y yo soy hasta más radical, más frío cuando alguien no me cae bien. Nunca ganaré un Oscar a la interpretación. Ni siquiera un Goya. Sonrío cuando me hacen sonreír. Saludos y sigue regalándonos historias tan auténticas.

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  3. El único motivo porque el que yo me interesaría por ella, es si estuviera enferma, como ella hizo conmigo. Para todo lo demás, aire. Yo sí soy buena actriz. Pero creo que una cosa es ser amable con alguien que, aunque no te cae bien, no te ha hecho nada, y otra aguantar las gilipolleces de estas. Y ha llegado un momento que entre todas me han saturado.

    La verdad, siempre me ha resultado curioso ese miedo casi genético que tenéis los hombres a las bodas. La ventaja que tenemos las mujeres es que si no nos gustan, con no organizarlas, ya nos libramos, los hombres no lo tenéis tan seguro jajaja. Y perdón por esta opinión sexista como poco.

    Un abrazo.

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