Scary hall, de Leo Hidalgo |
A Dani le gusta Valentina y a Valentina le gusta Dani. Qué
complicado, piensa él sentado en su nuevo despacho mirando a través de la
ventana. Pero ya basta de contemplar el fabuloso patio lleno de árboles y de flores.
Ha estado bastante raro últimamente aunque haya intentado disimularlo y no
quiere que su compañera le pregunte y lo presione para responder. No volverá a
ver a Valentina ni al otro lado del cristal ni en ninguna otra parte, eso es lo
que pasa, y ni uno de esos colores puede arrancar el gris de su interior porque
a veces, solo a veces, las cosas fáciles no lo son tanto, o quizás él mismo las
complica dándoles una importancia que no tienen.
Hola. Qué tal el fin de semana. Básico.
Qué calor hace hoy. A ver si deja de llover. Fundamental.
Imposible.
Imposible para él mirarla a la cara durante una conversación
y que sus ojos no lo traicionaran. Impensable en alguien que siempre ha sido
sociable, comunicativo, al que se le da genial relacionarse con la gente cuando
se trata de trabajo, pero en el caso de Valentina solo había dos opciones: conversar
y que los demás percibieran el brillo en sus pupilas mientras la recorría desde
la punta de sus cabellos a las puntas de sus pies y el deseo se derramaba en
forma de felicidad. O mantenerse firme, que nadie percibiera nada. Y eso
implicaba no saludarla. Por supuesto eligió. Eligió la discreción de mirarla
únicamente desde la seguridad de su oficina, eligió pasar por un mirón que ella
llegó a evitar, eligió pasar por maleducado para ser profesional.
Pasaron los meses y parecía que aquella situación no iba a
cambiar. Valentina deambulando por los pasillos para hacerse la encontradiza y
él intentando despegarse de sus compañeras que, o bien iban con él, o lo
alcanzaban justo cuando estaba a punto de encontrarse con ella. Su relación se
basó en adioses silenciosos antes siquiera de decirse hola. Meses y meses
cargados de frustración, de impotencia, de cosas fáciles difíciles mientras se
fraguaban los cambios.
Desvencijadas, de Silvia Viñuales |
En la mitad del invierno, Dani supo que lo iban a trasladar
a otra sede después de las vacaciones
de verano. Incluso con la presión del reloj tras su oreja, no fue capaz de
arrancar. Le parecía demasiado infantil dejar una nota el día de San Valentín,
una locura escribir un email sin haberse saludado, ni siquiera para pedir ayuda
para un problema inventado, y acechar tras una esquina para propiciar un
encuentro suponía cruzar a terreno peligroso. En los últimos meses, lo máximo
que Valentina consiguió de él fue una sonrisa cálida, silenciosa, desesperada.
Él confiaba en que ese pequeño gesto haría que ella no perdiera la ilusión
hasta que él encontrara el momento perfecto para algo más.
En silencio, llegó la semana anterior a la despedida. Dani y
su compañera embalaban sus cosas con la puerta de la oficina abierta para evitar
la densidad del polvo, cuando de pronto, unos pasos ahogados por la moqueta aparecieron
acompañados por unas voces
que hablaban despreocupadas. Por supuesto, Dani reconoció inmediatamente una de
ellas. El corazón se le aceleró. Pasaron por delante de su puerta, bajaron el
volumen para no molestar y entraron en la oficina de al lado, vacía desde hacía
meses. Gracias a palabras sueltas cazadas entre los ruidos, Dani descubrió que Valentina,
que había estado trabajando varios meses en un lugar que podría considerarse
pasillo, iba a mudarse a esa oficina.
Es consciente de su decisión, asume su responsabilidad y, al
mismo tiempo, no puede evitar lamentarse de que si ella hubiera estado ahí un
poco antes, justo cuando la oficina se quedó sin dueño, habrían podido tener
algún que otro encuentro más discreto, algún encuentro donde él se sintiera un
pelín más seguro, donde no se sintiera controlado por los mil ojos acechantes
de la entrada o el comedor. Mientras escuchaba cómo tomaban medidas para el
nuevo mobiliario metió sus lamentaciones en la última caja que quedaba por
cerrar.
Melancolía, de Beatriz Rincón |
Ahora, en su nueva oficina inundada de color, ignora que Valentina
deshace las cajas
de su mudanza con la misma tristeza con que él hizo las suyas. No sabe que
ella mira por el cristal de su antigua puerta cada vez que pasa por delante,
que incluso se ha atrevido, protegida por la soledad de las vacaciones ajenas,
a entrar, acercarse a su sitio y pasar la mano por el respaldo de la silla que
él usaba, imitando a una caricia. Él solo ha sentido un escalofrío inexplicable
en la nuca justo en el momento en que ella pasaba su mano por el tapizado
rugoso…
¿Dani?
Dani mira a su compañera. Vuelve al mundo. Se levanta de la silla, coge
la última caja, esa en la que transportó la tristeza, y la desmonta con cierta
furia. Una vez que la mudanza haya quedado atrás y el cambio se haya convertido
en normalidad, sabe que tendrá que seguir adelante, sabe que el dolor pasará. Pero
también sabe que esta vez será difícil porque fue incapaz de actuar. Esa espina
clavada será su moraleja.
Un cuento con melancolía bonito de verano liviano claro tal cual sos vos
ResponderEliminarUn abrazo ESCRITORA
Sí, es cierto, muchísima melancolía, al menos me sentía así cuando lo escribí. :)
EliminarUn besote enorme y gracias por pasarte.
Qué triste Dorotea...
ResponderEliminarCuántas historias, sensaciones, encuentros, charlas...besos, buenos y malos momentos, abrazos, lágrimas, discusiones, despedidas...Se han perdido miles de cosas. Un millón de cosas pequeñitas o gigantes. Sólo por no atreverse a cruzar esa línea, a la inseguridad de meter la pata...A no ser correspondido, a tener ese miedo atroz al ridículo estúpido. Al fin y al cabo todos somos ridículos y estúpidos y no pasa nada, pero como vivimos en el mundo del qué dirán, de las etiquetas de mierda, de la perfección impuesta, todos perdemos momentos que podrían ser geniales si el miedo a todo eso no existiera. Qué rabia....
Me dio mucha penita.
Te mando un abrazo gigante. Me encanta cómo escribes y lo que transmites...
Mua guapa!
Aparte de sus inseguridades, creo que es precisamente el qué dirán lo que impidió a los dos a actuar. No sé, es como si hubiésemos retrocedido tropecientos años, cuando no había libertad de movimientos y todo era juzgado, hasta un gesto con el abanico.
EliminarUn beso enorme y gracias por pasarte.
"eligió pasar por maleducado para ser profesional". Esa elección tan firme de tu personaje está increíblemente razonada. Pero también creo que debajo está la inteligente forma en que encubre o encubren los seres humanos el miedo al rechazo. La seguridad que da la rutina a pesar de sus frustraciones contra el riesgo de pasar esa barrera y...
ResponderEliminarMe ha gustado leer los comentarios y ver cómo dicen que es triste. Y es cierto. Pero es que se parece mucho más a la realidad. Creo que esta historia se produce más a menudo que las que acaban bien. Todo huele a verdad aquí. Y que diga que no el que no haya pasado por unas cuantas historias de "pudo ser y no fue".
Lo bueno de Septiembre es el arranque de todo lo bueno. Tú has empezado curso pronto y me alegra. Veo que regresas en forma. Saludos
P.D. Me fascina la expansión de tu relato en links. Te aseguro que me he entretenido con los tuyos y hasta con los otros. Si algo bueno tiene la literatura en Internet es el poder jugar a eso y sacarle partido, expandirla como tú. Así he podido releer tu historia de la caja.
Creo que Dani podía haber sido profesional y aun así, haber elegido arriesgarse en el amor. Sobre todo al conocer el cambio. ¿Qué tenía qué perder? Pero tampoco ella arriesgó nada.
EliminarSí! Yo, al menos, tengo unas cuantas de "pudo ser y no fue". Es más, he escrito sobre dos de ellas en el blog. Aparecen aquí porque las dos están relacionadas con el trabajo y también fueron las dos que, al pensar en ellas, me hacen arrepentirme por lo mal que hice (o no hice) las cosas. Pero no son las únicas.
Qué bien que te gusta lo de los links. Hacía tiempo que no enlazaba blogs ajenos, a veces lleva su tiempo hacer la búsqueda y me puede la pereza. Es una de las cosas que más me gusta de escribir en un blog y aprovechando las vacaciones, hice los deberes. :)
Un beso, S. Espero que estés disfrutando de tus vacaciones.
Me encanta tu blog.
ResponderEliminarDesde hoy te sigo.
Besos.
Te paso el mio por si deseas criticar o visitar.
Poemias.
anna-historias.blogspot.com
Gracias por pasarte, Anna. Y bienvenida. En cuanto tenga un rato, te devuelvo la visita.
EliminarUn saludo.
DH
Que triste como la inseguridad y el qué dirán le ganan al corazón. A lo que uno de verdad quiere!
ResponderEliminarMejor cicatriz por valiente, que piel intacta por cobarde!
Absolutamente de acuerdo. Y eso que a veces me he quedado sin cicatriz por cagada. :S
EliminarGracias por pasarte. :)
Vengo desde el futuro... ja,ja, ja. Perdón por lo malo del chiste, no lo he podido evitar :-)
ResponderEliminarAcabo de leer "Si me dices hola" y me siento triste e intrigada.
Hace poquito que te he descubierto y definitivamente necesito tiempo para leerte y ponerme al día.
Besos.
XDD Gracias por pasarte por este también. Bienvenida y quédate el tiempo que quieras. :)
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