lunes, 18 de mayo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (10): El paseo

Digitalis
Digitalis, de Dorotea Hyde
Lunes 11de mayo de 2020

He salido a pasear por primera vez. Donde viven mis padres no hay restricción de horarios, así que salimos mi madre y yo. Enseguida me adelanté porque ella tiene una lesión en la pierna y no seguimos el mismo ritmo. Me gustó pasear por pasear, sentir el suave sol de la mañana mezclado con el aire fresco y húmedo, sentir el silencio, el olor a flores. Por aquí no hay amapolas, pero sí digitalis. Las recordaba más avanzada la primavera, incluso en verano, pero hace tantos años que no paso esta época aquí, que está claro que la memoria me falla.

Aunque los edificios de la universidad ya estaban abiertos apenas encontré a nadie: un señor mayor que iba de regreso de la caminata, uno de los farmacéuticos que iba a dejar papel al contenedor, a la panadera haciendo el reparto y, ya casi en la puerta de mi casa, un chico corriendo. Me dijo buenos días y le respondí, aunque no suelo saludar a los desconocidos. Todo el mundo lo hace por aquí, pero creo que a mí me han calado las costumbres del asfalto.

Tengo que reconocer que a medio camino de ida me entró el miedo y estuve a punto de torcer para no llegar a la calle principal. Tuve que hacer un esfuerzo, pero conseguí llegar a mi destino, el centro cultural. Tiempo total del paseo: veinte minutos, calculo que un kilómetro y medio por el paso que llevaba. Mereció la pena. Pasada la angustia, lo disfruté. Un ratito de felicidad antes de encontrarme con la mierda apilada en el trabajo otra vez.

Después de lo que conté en mi entrada anterior sobre los problemas en el trabajo, nada más empezar a trabajar vi un email de mi jefa del viernes. El viernes. Quería encasquetarme una tarea del departamento de verduras, una tarea de la Empresa B. Relación conmigo: cero. No puede ser que después de las tensiones y preocupaciones de la semana pasada, el mismo día que nos entró cagalera a las dos, me mande una tarea que no me corresponde y que va a frenar el trabajo que puede ayudar a salir del problema. Juro que no lo entiendo. Cuando hablamos se lo dije, le di motivos justificados por los que no debería encargarme de eso. Al final sé que me va a tocar porque realmente soy el último mono en la jerarquía, pero tiene que saber que, si no consigo ciertos objetivos, hay causas para ello, tiene que ser consciente de que ella tiene su parte de responsabilidad. De hecho, me preguntó por qué otra tarea todavía no estaba hecha y fui clara: “porque NO tengo tiempo”.

Si pudiera me largaría, porque marcharse es mejor que te echen. Pero no me lo puedo permitir.


Martes 12 de mayo de 2020

Le escribí a Don voz sensual. No había tenido contacto con él desde que nos tomamos aquel café. Fue hace solo dos meses; pocos días antes de comenzar a trabajar en casa, de comenzar a escribir este Diario del encierro, del estado de alarma, sin embargo, parece tan lejano. Muchas cosas han cambiado, también mis sentimientos con respecto a él (si no, habría sido como para ir terapia directamente): ya no tengo tensión, ni nervios, ni ansiedad. Tenía que hacerle una consulta para un trabajo que estoy haciendo y qué mejor excusa para escribirle y preguntarle cómo está.

Esta conversación es lo único bueno de hoy en el trabajo, lo único bueno que habrá en mucho tiempo. Y no es por ser trágica, ni negativa, simplemente, por una vez, prefiero quedarme con lo bueno del día en vez de plasmar por escrito toda la basura que ha llegado en otros correos. Quedarme con él y no con los demás es tener una luz encendida que me ayuda a seguir, que me recuerda que todavía hay gente agradable y que seguro que fuera todavía hay cosas buenas aunque mi bandeja de entrada esté llena de mierda y problemas

11 comentarios:

  1. Pues esa paseo se ve estupendo a pesar del miedo primero. En le trabajo, o te plantas o te encasquetan la faena que surge, siempre en el bien entendido de que confían que lo sacarás adelante, lo cual es bueno, pero no suficiente :-) Otros cafés estarán por llegar, ya verás, y te relajaras un poco, en buena compañía .

    Un abrazo y feliz tarde, con paseo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me estoy plantando, de eso irá un poco la próxima entrada. Como dices, esa confianza para mí no vale en este caso, todo tiene sus límites.
      Ojalá vengan pronto esos cafés, los agradables, con la gente que queremos y no con la que nos imponen. :)
      Un abrazo para ti también.

      Eliminar
  2. Sí mujer, siempre hay cosas buenas ahí fuera, lo que pasa es que esas cosas hay que buscarlas 😉

    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No solo hay que buscarlas sino que cuando lo vemos todo negro no las vemos aunque las tengamos delante... que es lo que me pasa a mí ahora. :S
      Un abrazo.

      Eliminar
    2. Bueno, tú piensa que nada es eterno, ni siquiera el color negro (aunque combine con todo).

      Besos.

      Eliminar
  3. Hola, ya podemos hablar de tu a tu. Yo soy el último mono de mi empresa. En mi caso porque me quejo poco y ya sabes lo que pasa con el que no llora. Pero sobre lo de irte... ¿Mejor en qué sentido? El que se va tiene cierta aura de nobleza a nivel película de héroes y villanos. En la realidad pierde derechos y económicamente es peor para él y mejor para su empleador. Eso no significa que siempre tengas que tragar con todo. Vas buscando alternativas laborales para poder soñar con otra cosa y ya se verá. Pero trabajar no hace feliz a casi nadie. La ley de la selva se ve más en el ámbito laboral que en cualquier otro. Bueno, me voy a mi árbol de simio y te deseo buena suerte y mejor estado de ánimo. Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jolín, tienes razón. Escribí esas palabras pensando en la heroicidad, en salir de la oficina sobre unos taconazos rojos y la melena al viento, pero sin pensar en la pasta de la indemnización. Qué fallo!
      Gracias por la suerte, la necesito!

      Eliminar
  4. Me choca que no saludes a desconocidos… cuando voy al trozo de mundo que me compré todos nos saludamos aunque no nos conozcamos (yo allí soy el de fuera), pero cuando estoy en el asfalto, esto es, cada día, no dejo de saludar en los sitios que corresponde, aunque cierto es que mucha gente pasa de devolver el saludo.

    Un día de pequeño me encontré con un tipo muy parecido a mi abuelo y no lo saludé y se lo comenté a los pocos días. Él me dijo que mejor saludar de más que de menos. Y opino lo mismo.

    Necesitaré contratar a alguien en breve para tareas administrativas, mándame el currículo, jajaja

    Respecto a mi bandeja de entrada, ya me gustaría que fuera como hace unos años, pero todo son problemas en estos tiempos, grrr. Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues... la verdad es que no, que no suelo saludar. También es cierto que depende del lugar. En los pasillos del trabajo saludo a compañeros que no conozco cuando nos cruzamos, o cuando entro en una tienda aunque sea solo para mirar, pero no saludo a la gente que me encuentro en la estación aunque nos veamos todos los días. Y puede que tengas razón, pero es que no me sale saludar a la gente que me cruzo en la calle donde vivo, también es una manera de mantener distancias que no quiero que se acorten.

      Un abrazo.

      Eliminar
  5. Marcharse y que no te echen es mejor, en todo caso, para el ego. Pero es más práctico lo contrario. Salvo que la líes gorda, cobras antes de salir.
    Y si ese hecho es lo peor que puede pasar y resulta asumible, la paz de espíritu que da es inmensa.
    No tienes que hacer lo que no te corresponde, ni aguantar despropósitos, ni tantas, tantas cosas.
    ¿Y sabes que es lo mejor? Cuando la gente te pide lo que no te toca y dices NO, al final dejan de pedirte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo sé, lo sé todo y te doy la razón, pero cómo cuesta decir que no a veces. Aunque estos últimos días, no sé si es porque estoy hartita, estoy con pequeñas rebeliones que no paro. Son pequeños detalles, pero están apareciendo en las entradas. Estoy contenta. ^^

      Eliminar