Lunes 18 de mayo de
2020
Por la mañana, mi jefa nos envió un email cancelando la
reunión de equipo de la tarde, aunque era una cancelación un poco rarita porque
en realidad solo se disculpaba por no poder asistir, pero nos animaba a
aparecer para mantener la normalidad. ¿Qué normalidad? ¿Me queréis decir qué
maldita normalidad puede haber en una reunión por videoconferencia que se
organiza desde que estamos confinadas, en la que a una se la escucha comer
snacks de fondo, otra aparece la mayor parte de los días repantingada en un
sofá y mandando wasaps, otra no aparece nunca porque a Teams no la da la gana
de funcionar en su ordenador personal y otra (yo) trabaja desde la casa de sus
padres en el otro extremo del país? Eso de la normalidad me tocó tanto las narices que decidí que por mis
dos ovarios no iba a aparecer. Y no aparecí. A alguien debió de sentarle mal
porque diez minutos después del inicio recibí la llamada de Sara Pestes para
que me uniera. Lo ignoré porque ella no es nadie para reclamarme nada. Si de
verdad tienen un problema con eso, que venga mi jefa y me lo diga. Jefa que,
por otro lado, cinco minutos después de empezada esa reunión, estaba mandándome
otro marrón más, mientras Sandra me envía todos los días emails de queja y
preocupación porque a ella no le manda nada y teme por su puesto de trabajo.
Para rematar, me escribió una persona interesada en empezar
un proyecto y necesita mi apoyo. Yo creo que viene bien para solucionar nuestro
problema, así que le escribí a mi jefa para contárselo y preguntarle qué tiempo
me da para poder darle soporte. Ni mu.
Estoy hasta las narices. Sí, sé que no hacía falta que lo
dijera otra vez, pero necesito desahogarme.
Jueves 21 de mayo de
2020
Hoy fue el primer día en que la mascarilla ha sido
obligatoria para lugares públicos y la calle. A primera hora de la
mañana me acerqué a la farmacia a comprar algunas, casi cubierta al estilo
tuareg entre mascarilla y gafas. No sé si fue porque estaba un poco acalorada, por la presión de la
obligatoriedad o simplemente porque de vez en cuando la situación me supera,
pero empecé a sentir una ansiedad que me dificultaba respirar. Sé que es
cuestión de tiempo y costumbre, pero me agobió un poco. Me da pena (y sé de
sobras que esto es una frivolidad) que se haya acabado mi rutina de pintarme
los labios. Dejando de lado que tendré que abandonar el carmín, no sé si
habréis comprobado lo que se resecan los labios con las mascarillas, a mí hasta
se me han escamado los días que he tenido que tenerla más tiempo puesta. De las
escamas a la piel cortada un paso. De hecho, mi costumbre de pintarme los
labios comenzó, no por la coquetería de darles color, sino para protegerlos de
las agresiones externas. Ahora empezamos a conocer los secretos de las
mascarillas y sus efectos secundarios igual que conocemos a una persona con la
que convivimos y de pronto descubrimos que se mete el dedo en la nariz y luego
lo rechupetea.
Viernes 22 de mayo de
2020
Hoy todas recibimos un email de la directora de RRHH explicando
las medidas a seguir para reabrir la empresa. Según cómo vayan las cosas podría
suceder a principios de julio, pero solo un edificio y con el personal
imprescindible. Está confirmado que no volveré a la oficina, al menos, hasta
septiembre. Y digo al menos porque el edificio donde yo trabajaba no abrirá. Puede
que en septiembre me asignen un sitio compartido al que iré de vez en cuando o
puede que no. Eso sería el horror. Sé que me quejo de compartir espacio con Sara
Pestes, pero trabajar en casa para mí no es positivo. Si en septiembre del año
pasado decía que nos esperaba un
año de incertidumbre, ahora la incertidumbre es lo único que sabemos.
Cuando se inauguren las nuevas oficinas ya se verá lo que pasa, de momento no
alquilarán nuevos espacios, aunque las obras van retrasadas. Nos tocará
aguantar el quedarnos en casa, sea necesario o no para evitar el contagio de
covid-19.
Era algo que se vislumbraba desde hace meses y que ahora nos van a
imponer disfrazado de preocupación por nuestro bienestar y sin poder decir que
no porque hay que ser solidarias y responsables. Eso es lo que me fastidia: esa
falsedad y el cargar sobre los empleados la responsabilidad social que en
realidad no tienen. Porque para la opinión pública abren ese edificio en julio,
pero los de dentro sabemos que ha habido un par de edificios abiertos, con
personal al pie del cañón, todo este tiempo, jugándose la vida solo para organizar el correo entrante o atender llamadas porque hay gente que no puede trabajar desde casa. Como si teniéndonos a los demás sufragando nuestros propios gastos de agua, luz e internet no les compensara el sueldo de esas pocas personas "ociosas". Tampoco quieren hacerles un ERTE, menos a estas alturas, porque queda mal, aunque sé que han despedido a algunas de mis compañeras, pagándoles más de la cuenta, eso sí, porque es ilegal hacerlo durante el estado de alarma.
El día está terminado y sigo sin tener noticias de mi jefa
sobre la consulta que le hice el lunes. Es cierto que ayer me dijo que la
llamara y lo hice: dos veces ayer y no sé cuántas veces hoy, pero hay un
problema con su cuenta de Teams y no conseguí contactar. Tampoco pude
localizarla al teléfono. Sospecho que quería hablar conmigo respecto al dichoso
email de RRHH, pero qué se yo.
Es muy aclarador de cómo esta crisis está llevando cambios, en el trato, en las empresas, en los modelos de reunión...y cómo siguen las actitudes de los jefes, se acentúan.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día
La verdad, Albada, creo que quien nos estudie dentro de unos cuantos años, encontrará los cambios que estamos sufriendo muy interesantes. Aunque no solo se acentúan las actitudes de los jefes, también las de los compañeros, porque la del sofá tiene tela, y la mandona tomando el liderazgo ya imaginándose jefa, también. :D
EliminarUn abrazo y buen finde!
Lo siento, pero con lo único que me he quedado de todo el post es con lo de meterse el dedo en la nariz y después rechupetearlo 😣
ResponderEliminarBesos.
Jajajaja. Lo siento... Es que mi adaptación a las mascarillas no está siendo fácil, aunque persisto.
EliminarBesos
Detesto cuando malabarean términos como lo es el de normalidad, o peor aún, cuando le hacen cambios, como aquí en México con su "Nueva Normalidad". Lo bueno es que en mi caso no tengo que lidiar con juntas ni demás cosas así. Te deseo suerte y que sea lo más soportable el tiempo que aún queda.
ResponderEliminarYo también lo detesto. Vale que tengamos que acostumbrarnos, lo entiendo y pongo todo mi esfuerzo en hacerlo, como con las mascarillas, pero llevo mucho años con un estilo de vida como para que lo otro sea normalidad...
EliminarMuchas gracias por pasarte y mucho ánimo, aunque no tengas reuniones.
Yo también siento que me falta el aire con la mascarilla. Aunque si la llevo el tiempo suficiente se me pasa porque me olvido. De todas formas no tengo que llevarla por largos periodos de tiempo. Pero está claro que llevar algo en la cara no es lo natural y nuestro cuerpo se rebela de muchas formas. Los labios resecos es una de esas revueltas. Espero que no tenga revueltas peores. Ah, sí, la piel agrietada.
ResponderEliminarLos agobios del mundo laboral intensificados serán nuestra nueva pandemia. y puede que nos molesten más. O por lo menos a un tanto por ciento más elevado de la población ya que no tenemos anticuerpos(o sea, una cuenta holgada de dinero en el banco que nos saque de trabajar mercenario). Yo seguiré consolándome un poco aquí en plan tonto, leyendo tus males para paliar los míos. Pero deseándote de todos modos lo mejor. Un abrazo
Es increíble cómo saber de los males de los otros nos alivia de alguna manera. Me alegra saber que estas entradas sirven aunque solo sea para eso. :)
EliminarDebo reconocer que nunca me había parado a pensar en cómo era llevar mascarillas, ni siquiera cuando en invierno me cubría con la bufanda. No me extraña que nuestro organismo se rebele porque son muchas cosas a las que acostumbrarnos en poco tiempo. Tengo curiosidad por saber qué pensaremos de esto en unos pocos años.
Un abrazo.
Estoy empezando a pensar que en tu trabajo no eres muy feliz, jajaja Me ha hecho gracia el comentario de la devoradora de libros. En fin, hoy todo es muy gracioso, quizá es que me ha venido bien el maaaaaaaar!!
ResponderEliminarUn abrazo, Dorotea :-)
No sé por qué piensas eso... XDDD Ay, el mar... El mar alivia muchas penas.
EliminarUn abrazo para ti también.
Hola Doro: Me he comprado mascarillas divertidas roja celeste son las únicas con las que puedo respirar Me gusta leerte en el silencio de la mente
ResponderEliminarYo hice lo mismo, me compré algunas reutilizables más molonas, pero no tengo ninguna en rojo, y me encanta. :)
EliminarUn abrazo.
Caray, y yo que estoy encantado trabajando en casa y esperando que dure el máximo posible.
ResponderEliminarAunque siempre habría sido así, lo de volver a la oficina, con mascarillas, geles, guantes, distancias... más pereza imposible.
Conozco a más gente que le pasa como a ti, pero también más gente como yo. Fifty fifty, :D Que conste que el transporte me da un poco de respeto, pero me come la casa. :(
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