Dos años.
Dos años desde que se aprobó un estado de alarma que nos encerraba a casi todos en casa, que paralizaba el país, que pretendía protegernos de un peligro invisible que sigue ahí, que ha matado a más de cien mil personas en España. Cien mil. La ciudad donde nací más la ciudad de al lado. Cinco veces el pueblo de mi padre. La mitad de la ciudad donde vivo.
Algunas personas pensaban que aquello, inesperado, inimaginable, iba a cambiarnos porque salíamos a aplaudirles a los sanitarios a las ocho y todo el mundo era guay. En realidad, yo también lo pensaba, pero no iba en la misma dirección que ellas. Sabía que no saldríamos de esta ni siendo mejores, ni aprendiendo nada, aunque reconozco que pensé que cambiarían algunas cosas respecto a nuestro sistema sanitario. Sí, han cambiado, pero a peor. Dos años después seguimos cometiendo los mismos errores. O peores porque ahora sabemos lo que hay que hacer, pero no lo hacemos.
El caso es que pensábamos que aquello era malo, una pesadilla, que no podía ir a peor. Qué equivocados estábamos. El mundo se desmorona en el este de Europa. Eso sí da miedo. Solo con que la planta de Chernóbil quede desconectada de la red eléctrica, a algunas se nos encogen los ovarios, otras no pueden dormir. Otras personas, en cambio, ni siquiera saben lo que es Chernóbil y, si les suena, es porque han visto el cartel de pasada en HBO. Muchas ni sabrán dónde queda Ucrania exactamente, algunas ni se habrán molestado en comprobarlo porque lo que no se sabe, es como si no existiera.
Las estanterías de los supermercados han vuelto a vaciarse (aunque en estos momentos más por la histeria que por otra cosa) porque de esa zona vienen gran parte de los cereales y semillas que consumimos. Hace tres días fui a hacer la compra. Nada de aceite de girasol, el gran objetivo, pero tampoco de otras semillas ni los más baratos de oliva. Los precios por las nubes. Tampoco quedaban las marcas más baratas de caldo y pasta. Me pareció que vivía un déjà vu, solo que ahora pensamos que nos vamos a poner a freír como locos y vamos a dejar de cagar.
Hace dos años, un domingo, me preparaba para trabajar desde casa, me preparaba para no salir, me preparaba por si caía enferma. Hoy me pregunto cómo puedo venir a trabajar con todo lo que está pasando, cómo puedo estar escribiendo estas líneas si hay gente huyendo de su país o preparando cócteles molotov para defender sus casas, cómo puedo estar rompiendo mi propio guion y la autopromesa de no escribir sobre ese conflicto que me da náuseas y me hace sufrir impotencia y miedo. Así somos las personas: cambiantes y contradictorias.
Han sido dos años complejos, en los que hemos aprendido alguan cosa. Sobre transmisión de virus e higiene. Y sobre vacunas, claro. Pero en lo esencial somos los mismos. Egoístas.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo también creo que esencialmente iguales. Y sobre todo, individualmente, quizás algunas personas hemos cambiado... probablemente la mayoría de una manera o de otra, pero colectivamente... ese ya es otro cantar.
EliminarUn abrazo.
Creo que hay derecho a escribir, aunque pasen desastres en otra parta del mundo.
ResponderEliminarLo propio puede ser expresado, aunque no sea la peor tragedia. Los dramas menores siguen siendo dramas.
Y tiene sentido quejarse de algunas actitudes que se mostraron durante esta pandemia, que todavía sigue. Hasta hubo anticacunas.
Besos.
Es que si no llega a ser por lo que escribimos... igual que a estas alturas del año pasado me dio la crisis y dejé de escribir en este blog (dejé de escribir prácticamente en cualquier parte), ahora mismo necesito escribir para seguir.
EliminarUn abrazo.
Uno escribe para poder sacar lo que le preocupa o le angustia. Y es lo que has hecho. Está bien Dorothea. No sé si alguien puede hacer algo por todas esas personas. No creo que esté en nuestras manos. Es triste ver qué poco a evolucionado el mundo y sus gobernantes. Y el futuro extraño que vamos a vivir. La verdad que da un poco/mucho miedo todo lo que está pasando.
ResponderEliminarTe mando un gran abrazo
Yo tengo pavor. Es algo que ni la escritura me quita, pero al menos lo alivia. Y también la impotencia.
EliminarUn abrazo para ti tambián.
Lo mires por donde lo mires la cosa no pinta bien.
ResponderEliminarEstos días son Fallas en mi ciudad y aunque hace frío y llueve la gente sale igual a la calle, quieren quemar toda la pólvora que no han podido quemar estos dos últimos años. Mucha gente durante esta semana no come o cena en casa y aun así las estanterías de los supermercados fueron asaltadas como durante el confinamiento.
Me asusta pero también lo entiendo. La vida sigue aunque al lado de casa haya desgracias, y seguir viviendo no quiere decir que no tengan en cuenta lo que pasa en otros lados.
Besos.
Pinta fatal. :(
EliminarLo de las estanterías es perfectamente comprensible. Igual que yo me alivio escribiendo y comiendo (aunque no sé si tendré algo que comprar si tardo un poco más en visitar el súper XDD), otros se alivian vaciando estanterías. El miedo es libre, pero las maneras de aliviarlo también.
Que tengas buenos días de Fallas. Un abrazo enorme.
Qué son dos añitos de nada cuando guerras ha habido siempre, y las habrá, y por el momento no hemos vivido ninguna en nuestras carnes.
ResponderEliminarY que sigamos sin sufrir una porque las guerras no paran. Es uno de esos negocios rentables.
EliminarHace dos años parecía que estábamos en lo peor y solo soñábamos con su fin. Ahora ese fin parece estar llegando pero ni importa mucho o nos estamos olvidando porque tenemos algo que parece peor. Está claro que lo que verdaderamente nos amenaza es una incógnita para nosotros. Sólo el futuro lo sabe. De todas formas entiendo que escribas sobre esto aunque no lo tuvieses pensado así. La actualidad de estos tiempos se mete en nuestras vidas como nunca antes, nos afecta. Nuestro desfogue es escribiendo. Saludos
ResponderEliminarA veces entro en un sitio, veo a todo el mundo con mascarilla y me parece irreal porque apenas sale ya el tema en las noticias. Y me pregunto si no veré ese fin cerca porque ya no es tan noticia, no por el problema en sí.
EliminarLa actualidad viene en avalancha. Intentaré escribir poco sobre el último gran tema pero al final ha sido inevitable. :(
Es lo que hace difícil tener esperanza en que las cosas mejores y en la humanidad misma.
ResponderEliminarÚltimamente cuesta tener esperanza y ser optimista, al menos a mí me cuesta. :(
EliminarLlego con más de un mes de retraso a comentar, pero bueno, más vale tarde.
ResponderEliminarCómo pasa el tiempo, lo importante querida amiga es seguir aportando lo mejor de uno a esta corta vida. El resto se maneja por sí solo. El miedo a lo que pasa allá o acá es malo para nosotros, conveniente eso sí para los que con todo eso han sumado TREMENDAS ganancias en la bolsa, para pensar...
Te mando muchas buenas vibras y un gran abrazo, aquí en el culo del mundo (Isla Tiera del Fuego en el confín austral América) veo niños sonrientes todo el día, mi único miedo es a quedarme dormido en la mañana pero aquello no me pasa, así que una vez en pie, me trago el sueño y me aventuro con todo el power a vivir mi día como si fuera el último. Ah, y es importante ser agradecidos con el Universo(?) de los formidables privilegios que tantos otros no tienen en este planeta.
Un gran abrazo,
Gracias por tus ánimos, Nocturno. No te preocupes, nunca es tarde. Me estoy poniendo el día con los blogs, no creo que tarde en pasarme por el tuyo. Ya ves que tengo un poco abandonado hasta el mío. :(
EliminarUn abrazo enorme.