Quizás, si lleváis algún tiempo visitando estas páginas,
recordéis la entrada
Primera
persona del plural sobre la incapacidad de Sandra para hacer cosas
sola que, en su caso, está íntimamente ligada a su incapacidad para tomar
decisiones. Sigue en las mismas, pero hay algo más fuerte en su personalidad
que se impone a la imposibilidad de decidir: cumplir y quedar bien. En esos
momentos se pone a tomar decisiones como una loca.
Cuando nuestra jefa, Diana, anunció que se
jubilaba, Sandra empezó la campaña para comprarle un regalo. Llevamos muchos años
juntas, la conozco mejor que a la mayoría de mis amigas más íntimas, así que
desde un principio sabía que me iba a pedir ayuda igual que sabía que no
pensaba involucrarme salvo en lo esencial porque esa serpiente venenosa no se
merece ni agua.
Todo este asunto me ponía del mal humor. Comenzó con un
presupuesto que aumentó gracias a una trampa. Nos sugirió diez euros para el
regalo y cinco para unos pinchos, pero cuando RRHH anunció que se haría un
pequeño acto oficial, siguió contando con quince euros por cabeza sin consultar
y eso no me gustó. Aportando diez euros conseguiríamos una cantidad suficiente
para un buen regalo. Cuando le di mi parte le advertí (amenacé) que no pensaba
poner ni un céntimo más. No es que yo sea cutre, lo que pasa es que a Sandra no
le han cortado la luz más de una vez por llevar bien las cuentas.