viernes, 23 de febrero de 2024

Malditos bombones

El regalo, de Dorotea Hyde
Cuando escribí la última entrega sobre la jubilación de Diana, mi jefa anterior, la titulé Parece que ahora sí, ADIÓS. Pero la conozco lo suficiente como para haber expresado, ya en la primera línea, mis dudas sobre su marcha definitiva. Estaba segura de que aparecería de nuevo.

La primera vez fue hace un par de meses para ayudarle a Carmina, mi jefa actual, y de paso meterme en un lío. Por desgracia no escribí sobre esto, pero fue un follón tremendo que me puso contra Carmina una vez más. La segunda fue hace sólo unos días. Y aquí estoy.

Como siempre por estas fechas, Sandra y yo estamos de cumpleaños. Pero para empezar esta historia tengo que remontarme un momentito a hace un poco más de un año, cuando se jubiló oficialmente y nos dio a casi todas un cheque regalo de unos grandes almacenes. Y justo fue Sandra la única que no lo recibió (lo conté aquí).

Unas semanas después de esa jubilación llegó nuestro cumpleaños del año pasado y, por suerte, no pasó nada. Pero nos encontramos de nuevo en la fecha y con ella vino un aviso de recepción de que Diana me había dejado un paquete. Os juro que todo por dentro se me puso en pie de guerra y el diablo Dorotea tuvo que hacer grandes esfuerzos para no salir y darse a conocer en la vida real de Jekyll. Estaba claro que aquello sólo podía significar un regalo que no venía a cuento.

Mi intención era recogerlo al día siguiente. Habría visto lo que era, lo habría abierto allí mismo, se lo habría dejado a mis compañeras de recepción y me habría convertido en la reina del mambo. Pero Sandra fue primero y me lo trajo. Era una caja de bombones de una marca que los vende también al peso. Unos doscientos cincuenta gramos de los tres sabores clásicos: chocolate con leche, chocolate negro y chocolate blanco. Por hacer el paripé cogí uno y volví a cerrar la caja.

Por primera vez, el regalo de Sandra era diferente, de más categoría. Su caja era de quinientos gramos y los sabores eran especiales. Creo que debió regalarnos a las dos el mismo tipo de bombón, incluso las cajas debieron ser del mismo tamaño, pero la conciencia, amiguis, la malísima conciencia.

A mi caja le tenía un asco que no podía con ella por el simple hecho de que era un regalo suyo.  Hacer diferencias no es un detalle bonito, pero si menciono los tipos de mercancía y las cantidades es para describir la situación y el personaje con justicia, no porque realmente me moleste. Fuera una caja u otra, su destino iba a ser el mismo. No conocéis a Diana, pero ¿a que os imagináis perfectamente el tipo de personaje que es con esos datos sin necesidad de que yo os deleite con una variedad ingente de adjetivos?

Por la tarde me encontré con Nati, la nueva secretaria de Pablo Ojete y a la pobre se le escapó (porque no creo que pensara que era un secreto) que Sandra también recibió un bolso. Las piezas encajaron al momento. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.

Creo que, en algún momento de este último año, Diana cayó en la cuenta de que no le había dado cheque a Sandra y quiso limpiar su conciencia, por si nosotros le hubiéramos contado algo. Y vio su oportunidad en este momento un poco significativo.

Sé que Diana habló con Sandra para avisarla de que iba a dejarle un paquete en recepción. Debió de decirle que había algo más para ella (o algo menos para mí) porque en vez de pedirme que fuéramos juntas como hace siempre, se lo pidió a Nati. Sabéis que no puede hacer nada sola, pero no quería ir conmigo para que no se descubriera el pastel. Así que todo estaba perfectamente tramado.

Pudo haber comprado algo sólo para Sandra y decirle que lo recogiera de manera discreta, pero su ego es enorme y tenía que dejar la meada de perro también conmigo. No puede permitir que nuestro vínculo se rompa y por eso me compró un premio de consolación, quizás pensó que me pondría celosa. Me da un poco de cosa tirar éste, pero ya lo tengo envuelto de nuevo para regalarlo.

¿Y cómo hago para que desaparezca ese vínculo que se empeña en mantener? No agradeciéndole el regalo. Va contra mis normas morales y de educación más básicas. Normalmente me siento mal actuando así, pero no quiero tener contacto con ella de ninguna manera. Todas las decisiones que tomamos nos hacen dejar algo atrás. Si lo que pierdo es sentirme bien por haber actuado correctamente, ya se me pasará cuando el año que viene le mande a Sandra unos pendientes y a mí no me mande nada. De momento, me siento bien porque es lo que tengo que hacer. Y si pasado un tiempo, a los remordimientos se les da por asomar, debo recordar que tengo al fin mi libertad.

10 comentarios:

  1. Esa oficina es el escenario de una serie sin fin de avatares, olvidos, rencores...pero al menos hubo bombones con la despedida :-)

    Un abrazo

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    1. Lo que temo es que no haya sido despedida de verdad. Veremos... XD
      Un abrazo.

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  2. Entiendes que Diana se lava la conciencia con esos regalos pero no sabemos nunca las motivaciones de alguien al cien por cien. También puede ser una persona muy solitaria que intenta mantener su vínculo con el único pasado social que tuvo, su trabajo. ¿Quién sigue enviando regalos después de jubilado a gente con la que tuvo relaciones tan superficiales? Creo que tiene más tiempo del que necesita en su nueva y presumiblemente aburrida vida.
    Eso sí, regala los bombones pero no tires comida a la papelera, je,je
    Por lo demás, bien, free yourself.

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    1. Jolín, S., me estás tirando abajo la teoría, jajajaja. De algo tienen que vivir mis historias del blog.
      Estoy en parte de acuerdo contigo porque no sé qué vida social pueda tener si sólo trabajaba, incluso de madrugada. Pero siempre le ha encantado tenernos condicionadas por esos regalos. No es algo que hiciera en la despedida o ahora una vez que ya no está, sino que era algo que sólo nos regalaba a nosotras. Esos regalos siempre fue algo retorcido que creaba discordias.
      No, no los voy a tirar, hasta me comí un par de ellos porque los repartí en varios paquetes y sobraron dos, pero se me indigestaron. Lo que hace el coco.
      Un abrazo.

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  3. Qué nivel de cálculo y de maldad esa forma de preparar el regalo. De hacer el regalo, de hecho.
    Tiene que ser agotador compartir el día a día con una persona como Diana. Aunque creo que durante toda nuestra vida tenemos a nuestro lado a alguien como ella.

    Besos.

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    1. Aunque sea como dice Sergio (y es lo más probable), sí, es muy retorcida. Los míos se los podía haber ahorrado. Pero si no deja su meada de perro no es feliz.
      Un abrazo.

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  4. Leí y releí esta entrada. Y sigo entender si lo de Diana es por una ineptitud en habilidades sociales o cierta maldad, mezquindad.
    Un abrazo.

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    1. Hola, Demi:
      Yo apuesto por la maldad. Es muy generosa, se gasta mucho dinero en regalos e invitaciones, pero detrás de esos gesto hay algo turbio. Nunca llegué a contar en el blog mis peores momentos con ella porque casi acabó psicológicamente conmigo. Por una vez escribir era tan doloroso que no podía hacerlo, por eso apuesto por la maldad.
      Un abrazo para ti también.

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  5. Oh a mí me encanta el chocolate blanco jeje
    ¿Pisciana o acuariana? un abrazo!

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    1. A mí también! Bueno, al chocolate no le hago ascos, da igual el tipo que sea. :D
      Acuariana. :)
      Un abrazo.

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