lunes, 11 de marzo de 2024

Vigésimo aniversario

Interior del Monumento a las víctimas del 11M en Madrid
Monumento Victimas del 11M, de Fermín R.F.
Hace veinte años.

Veinte.

20

Miro atrás y parece que fue ayer, aunque por suerte ese día está cada vez más borroso en mi memoria. Sí recuerdo a la perfección cuando una de mis compañeras de piso vino corriendo a la cocina, donde yo preparaba el desayuno, y me dio la noticia con espanto. Cómo corrimos al salón y no despegamos el culo del sofá en toda la mañana y buena parte del día. Puede que los detalles ya no sean tan nítidos, pero sí lo son las sensaciones de dolor, de espanto y miedo.

Una buena parte de quienes vivíamos en Madrid en aquel momento (e incluso muchas personas que no vivían allí) conocíamos a alguien entre las víctimas o los supervivientes de aquel día (192 y unas 2000), si no directamente, sí en el segundo eslabón de la cadena. Este es mi caso. Una de mis mejores amigas del instituto perdió a una de sus primas. Lo pienso, pienso en cómo acabó esa chica de poco más de veinte años, y se me revuelven las tripas. Igual que se me revolvieron cuando trabajaba en la televisión y me tocó minutar los vídeos del juicio, allá por el 2007.

Un horror.

EL HORROR

Dos días después del atentado, en todo el país marchamos en manifestaciones masivas que unieron, como pocas veces se ha conseguido, a toda la población española. Lo único que recuerdo de aquel trece de marzo fue que saqué fuerzas de flaqueza para subirme a un tren que iba lleno hasta las trancas y que pensé en el maquinista que nos llevaba. No recuerdo nada más. Ni cómo me bajé en Atocha a pocos metros del andén donde había explotado uno de los trenes, ni el estado de la estación, ni cómo llegué al punto de salida de la manifestación, o cómo llegué a casa horas después. Tengo un ligero recuerdo de bajar por el Paseo del Prado apretujada por otra gente, también el frío. Nada más.

Y aquí estoy, escribiendo de nuevo sobre el tema porque coger un tren cada once de marzo es una pesadilla, duermo mal la noche anterior, me provoca ansiedad, más aún después de la pandemia y su pequeño regalo en forma de rechazo a las multitudes. Miro a mi alrededor, controlo las mochilas y las caras. Es una de las pocas veces en las que mis prejuicios salen a relucir. También escribo porque a pesar de lo horrible que fue, o precisamente porque lo fue, la gente empieza a olvidar. Y las víctimas y los supervivientes no lo merecen.

Así que esta tarde cogeré de nuevo el tren, con los ovarios intentado subirse a mi garganta, pero seguiré haciendo mi vida a pesar del miedo que da vivir a veces. Y aunque sólo escriba sobre esto una vez cada diez años, lo recordaré siempre que pueda, que es lo que mi cerebro me permite para honrar a esas personas y, al mismo tiempo, seguir adelante con normalidad.

8 comentarios:

  1. Fue una día horrible. Inolvidable la rabia y el dolor.

    Un abrazo.

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    1. Horroroso. Uno de esos en los que tantos años después aún hacen que se nos revuelva el cuerpo entero.
      Un abrazo.

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  2. Esos eventos no son sólo el desastre que causan, son también su permanencia en el tiempo, las secuelas como marcas a fuego en la psique. Y no deja de sorprenderme la cantidad de personas que implican. Lo mucho que estamos conectados. Más de lo que creemos por eso de los grados de cercanía. Doscientas personas sobre la millonada de seres humanos que habrá en Madrid y mira la cantidad de personas que las conocían de algún modo directo indirecto... Brutal.
    Yo a veces también he sentido poca seguridad al entrar en el transporte público. Era Madrid pero pensaba que podía pasar aquí. los terroristas de la furgoneta de las Ramblas de Barcelona no mataron a tantas personas pero yo vi a los que huían de aquello porque estaba trabajando justo allí. Estaba a unos doscientos metros de aquello. El terrorismo es justo eso. Terror. En el momento de explotar y luego en el tiempo. Latente. Ayer mientras veía las noticias volví a recordar aquello. y cosas absurdas. Como una discusión absurda que tuvimos con el empleado de mantenimiento del cine donde trabaja por entonces. Yo decía que eso no podía ser de ETA, que estos no se atrevían a esas alturas a matar tantos civiles y el tipo llamándonos terroristas a mí y al operador de cabina porque eso era como defender a los etarras. Estábamos crispadísimos. Casi se llega a las manos. Ese era el ambiente.
    Un abrazo, Dorotea.

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    1. Además, no sé si le pasa a alguien más, cuando veo la medidas de seguridad contra eso (policías armados con lo que parecen metralletas en las estaciones, macetones en las calles) es cuando me entra miedo porque me acerca a la realidad del riesgo. Y es lo que quieren y me cabrea.

      En algunos círculos sí llegarían a las manos, S., tenlo por seguro. :D Aún hoy en día hay defensores de la teoría de la conspiración, aunque quienes la lanzaron no fueron capaces de investigarla cuando tuvieron oportunidad. Niegan hasta la muerte de la célula en Leganés. Entonces el policía, ¿dio su vida en vano? Y la pobre Pilar Manjón. Es que no puedo con este tema. Casi doscientas personas muertas, casi dos mil heridos y encima tener que aguantar estas mierdas. Me revuelve tanto las tripas como lo otro.
      Un abrazo para ti también.

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  3. El alcance de estas desgracias es mayor incluso de lo que pensamos y una muestra de que la vida sigue, aunque sea con miedo.
    Tengo una conocida cuyo hermano está esperando un trasplante. Cuando pasa algo en lo que hay muchos muertos, prepara la maleta porque siempre cabe la posibilidad de que puedan llamarle si entre las víctimas hay algún donante compatible.

    Besos.

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    1. La generosidad de las víctimas es el lado bueno de las desgracias. Y no sé si "lado bueno" es la expresión correcta, pero para quien recibe está claro que lo es.
      Un abrazo enorme.

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  4. No por suceder en todas partes del mundo uno deja de sentir esa angustia de lo inesperado, de lo fatal, de la sin razón. Recordarlo es darle dimensión, la importancia que tiene. Saludos.

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    1. Sé que no podemos vivir con eso en el pensamiento de manera continuada, pero las nuevas generaciones no saben ni qué pasó... igual que la mía no sabe de otros eventos, ojo. Y a mí me parece fundamental saberlo y recordarlo. Pero entiendo que es algo personal.
      Un saludo.

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