De pronto tengo calor. No por la temperatura ambiente ni por
una insolación, aunque todo contribuye a ponerme al borde de una calentura de
las gordas. La causa, debo confesar, es el maromo que está ahora mismo en la
puerta del recinto, con traje azul marino y camisa blanca. Venga, voy a ser sincera, ahora mismo no tiene la chaqueta, pero eso está muy cerca de que se quite la camisa también y me pone en una situación hormonal delicada.
Sin título, de Daniel Sivinjski |
No es especialmente
guapo, no es muy alto y podría cambiarse el corte del pelo, ¿será, entonces,
por el uniforme? A mí me van mucho los uniformados, pero siempre he sido más de
marinos, policías y guardias civiles con traje de montar, con esos
pantaloncitos ajustados y botas altas marcándolo todo. Uf, me pongo mala de
pensarlo. ¿Veis? Sigo caminando hacia el límite. Si escribiera con pluma, la tinta se habría corrido por todo el
papel.