Comencé a escribir esta entrada día y medio antes de las
vacaciones. No veía el momento de que llegaran. Siempre es igual: las mismas
ansias, el mismo cansancio, el mismo calor que me hace desfallecer y perder fuerzas.
Año a año lo siento peor. Será la edad que me hace más gruñona, más intolerante
y a mis compañeras más insoportables.
Turning Torso, de Bert Kaufmann |
El curso pasado fue muy intenso, más que el anterior, aunque
ya estábamos juntas las tres. El espacio se redujo a menos de la mitad, las
quejas entraban por uno de mis oídos, salían por el otro, pero en vez de
perderse en el espacio, rebotaban en la pared y volvían a entrar. Así una y
otra vez hasta que al fin llegaba la hora de salida y podía desconectar. Ahora,
en este inicio de curso no puedo evitar pensar, aunque lo intento, en que
quizás todo eso desaparezca en un año. Es muy probable que nos mudemos a un
nuevo edificio y, aunque no estoy a gusto donde trabajo, es inevitable hacer
cábalas sobre el tema estrella en la empresa. Si no son Sandra y Sara Pestes,
son las de la clase de inglés, las chicas de la limpieza hambrientas de
información o alguien a quien acabas de conocer y quiere romper el hielo: ¿sabes
si te quedas aquí?, ¿te toca mudarte?, ¿te toca ir a la torre?