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viernes, 26 de mayo de 2023

La Otra cae en la trampa

Venus Fly Trap, de Peter Miller
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, soltero/a es alguien “que no se ha casado”. Sin embargo, como ahora mucha gente convive sin pasar por el registro civil, es frecuente oír a alguien decir que fulanito o menganita están solteros refiriéndose a que no viven con nadie o no tienen una relación estable. Algunas de mis amigas lo utilizan para indicar que esa persona vuelve a estar libre.

Hace un tiempo supe que don Voz Sensual tenía pareja. En otras circunstancias lo dejaría ahí, pero por cómo va a seguir la historia necesito especificar que esa pareja es otro hombre. Él habló del tema de manera natural, si acaso lo que fue forzado fue decirme que no estaba libre para dejarme claro qué tipo de relación sería la nuestra. Estoy segura de que entre sus colegas de departamento ha salido del armario, también lo estoy de que en el resto de la empresa poca gente sabe algo de su vida privada.

No suelo ir por ahí diciendo las preferencias de nadie. A veces ni siquiera digo si alguien tiene pareja o no porque hay quien, como yo, prefiere mantener separado ese tema de lo laboral, al menos con la mayoría. Me lo cuentan porque les caigo simpática, porque saben que no lo divulgo (excepto aquí, claro) y porque por algún motivo se crea entre nosotros algo cercano a la confianza. Sé perfectamente por qué don Voz Sensual me lo dijo, al tiempo que estoy segura de que no menciona el tema delante de otras compañeras, por ejemplo Sandra, así como así.

viernes, 23 de marzo de 2018

En el centro del patio

tres butacas diferentes: una naranja, una azul y otra marrón, en una habitación abandonada.
Fotografía de Tama66
Está en medio del patio casi vacío, solo hay un par de coches y unos cuantos pajarillos buscando algo para desayunar. Mira a su alrededor mientras avanza hacia el edificio. Frente a ella, desde una indiscreta ventana del primer piso, Diego la mira con descaro, sus ojos oscuros lanzan un mensaje que ella recoge y comprende, pero no puede responder porque, desde su atalaya del tercer piso, su jefa la observa con atención desde las sombras. Él se queda sin recibir nada a cambio. Esta es su rutina desde hace diez meses y, a pesar de no recibir respuesta, cada día insiste e insiste en mirarla y en seguir cada paso que la chica da a través del patio vacío.

En la entrada, a su espalda, se ha quedado el Guardián vigilando la puerta o lo que haya que vigilar. A salvo en su garita la saluda con la mano y una sonrisa, a veces un hola y una sonrisa, siempre amable, nada más. Ella tampoco ofrece más que sonrisas amables y sinceras, aunque quisiera entregar algo más. Él no se deja. Si está en el exterior siente inseguridad y esquiva las miradas de la chica dirigiendo sus ojos color miel a un lado, al suelo, a cualquier parte excepto a ella.

martes, 23 de mayo de 2017

Subida de temperaturas para el verano

De pronto tengo calor. No por la temperatura ambiente ni por una insolación, aunque todo contribuye a ponerme al borde de una calentura de las gordas. La causa, debo confesar, es el maromo que está ahora mismo en la puerta del recinto, con traje azul marino y camisa blanca. Venga, voy a ser sincera, ahora mismo no tiene la chaqueta, pero eso está muy cerca de que se quite la camisa también y me pone en una situación hormonal delicada.

Maniquí en la puerta de una tienda
Sin título, de Daniel Sivinjski
No es especialmente guapo, no es muy alto y podría cambiarse el corte del pelo, ¿será, entonces, por el uniforme? A mí me van mucho los uniformados, pero siempre he sido más de marinos, policías y guardias civiles con traje de montar, con esos pantaloncitos ajustados y botas altas marcándolo todo. Uf, me pongo mala de pensarlo. ¿Veis? Sigo caminando hacia el límite. Si escribiera con pluma, la tinta se habría corrido por todo el papel.

viernes, 29 de julio de 2016

A vueltas con el destino

Yamam y yo empezamos a trabajar aquí el mismo día, los dos en el mismo edificio, yo en el primer piso, él en el segundo. Cuando me crucé con él la primera vez le dije hola y él me contestó hello y esa descoordinación idiomática, marcaría nuestra no-relación el tiempo que estuvo en España. Durante nuestros primeros cinco meses, cuando nos encontrábamos fugazmente en la fotocopiadora o las escaleras, lo único que salía de nuestras bocas era mi hola y su hello. Entonces, por sorpresa, en una fiesta que organizaron como babyshower para mi jefa, se acercó a mí con una sonrisa encantadora, luchando contra su timidez, y ¡quién lo iba a decir!, empezó a flirtear conmigo. En ese momento no sabía dónde meterme. Tener que hablar en inglés con un hombre encantador era demasiado para mí, eso sin saber que su intención era ligar. Ya he comentado en otra ocasión que como no suenen sirenas, no me entero de las proposiciones (in)decentes. No sé si fue su sonrisa, su timidez o que al día siguiente una amiga me expuso con claridad la realidad del asunto, pero empecé a sentir algo por él.

I once had a thousand desires. But in my one desire to know YOU all else melted away
Aquella época no fue la mejor para mí en lo personal. Tenía una especie de acosador que me amargó la vida durante tres años, hasta que dejé el grupo que ambos frecuentábamos. Mi autoestima estaba minada, mi confianza en los demás más minada todavía. No quería ni podía estar con nadie porque era imposible para mí creer que alguien que estuviera conmigo me fuera a tratar bien. Así que, aunque Yamam hizo sus intentos, nunca consiguió la respuesta que deseaba. A mis problemas hay que añadir que el pobre seguía comunicándose en inglés, yo me bloqueaba, me tiraba infusiones ardientes por encima de lo nerviosa que me ponía y decía tonterías incompresibles que le hacían retirarse con el rabo entre las piernas. Como veis, la metedura de pata con el italiano buenorro no fue la primera cagada.