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viernes, 3 de noviembre de 2023

Declaración de intenciones

Poker, de maorix

Una vez al año sufrimos una evaluación que en parte es autoevaluación ya que el punto de partida es un texto escrito por nosotras mismas. Esto, que puede parecer cruel (lo es), no lo es tanto si pensamos que en ese texto puedes ponerte por las nubes, como una diosa del trabajo bien hecho y disfrazar que no se han conseguido los objetivos. Porque no es lo mismo decir "tuve una evaluación" que "sufrí una evaluación". Imagino que veis por dónde voy.

Este año tuve la reunión de evaluación en junio. La primera con Carmina, la jefa nueva. Fue muy duro escribir mi texto, acabé llorando porque Diana me la había jugado tantas veces, puso tantos obstáculos en mi camino, que era muy difícil hacer bien mi trabajo y conseguir los objetivos imposibles que ella había marcado. Calculé el tiempo que necesito para cada una de mis tareas principales y según eso hice una propuesta nueva de objetivos, realista y objetiva. Si pelar una manzana me lleva una hora, necesitaré diez horas para pelar diez. Y no habrá manera posible de pelar quince en esas diez, quizás once si me hago ampollas en los dedos, pero quince ni de coña. Carmina pareció entenderlo y la reunión, en ese aspecto, no fue del todo mal.

jueves, 20 de junio de 2019

¿Qué recibo a cambio?

Birrete. Mortarboard
Senior Pictures – Tradon, de Kerri Polizzi
Hace unos cuantos años ya, Sandra comenzó su cruzada personal para conseguir que la empresa le financiara un máster en una universidad top con la que tiene acuerdo. Antes de otorgar la pasta, hace firmar un contrato al empleado o empleada para que no se largue en dos años y ganar un puñadito de personas masterizadas de las que presumir. Normalmente la gente acepta para conseguir un ascenso, además de una subida de sueldo (no siempre sustanciosa), un buen puñado de horas extras no pagadas y la atadura casi permanente al teléfono durante el tiempo libre, con o sin necesidad. Lo último no lo desean, pero va en el saco. En otras empresas probablemente la situación sea similar, sin embargo, la mayoría se va pasados esos dos años.

En el caso de Sandra, ella dice que Ángela (nuestra jefa anterior) se lo puso como condición para hacerle un contrato de cuarenta horas semanales porque su máster en una universidad mediocre no era válido. Aquí empezaron las mentiras. Cuando a mí me contrataron, no tenía un máster, ¿de cuántas horas es mi contrato? El noventa por ciento de secretarias y administrativas no tienen máster, ¿de cuántas horas es su jornada? La mayoría de comerciales e informáticos no tienen máster, ¿cuántas horas a la semana trabajan? Ella lo que quiere es un puestazo, pero le da vergüenza reconocerlo. Los motivos darían para otra entrada, muy compleja además, porque antes tendría que separar las mentiras de la verdad y eso me produce dolor de cabeza en este momento. Así que hoy voy a seguir con la historia diciendo que alentada por conseguir las cuarenta horas, más dinero y un cargo, pero también unas condiciones que no quiere, empezó el periplo para que la admitieran en algún sitio.