Jacinto, de Dorotea Hyde |
Las flores y
las plantas han estado presentes varias veces en mi blog, por desgracia,
siempre como fuente de conflicto. En esta entrada, para no variar, volverán a
causarle problemas a alguien.
A Sandra y a mí nos regalaron un ramo de jacintos, los míos
malvas, los suyos morados, en un jarroncito cuadrado de cristal. Preciosos. Y,
desde el momento en que entraron por la puerta de la oficina, una guerra se fue
fraguando en la cabeza de Sara Pestes porque es impensable que les regalen
cosas a las demás y no a ella. Primero le salió su vena cotilla y acosó a
Sandra para sonsacarle el nombre del remitente. Como la otra resistió, la
Pestes comenzó su estrategia venenosa contando que ella tuvo una jardinera con
jacintos naturales mucho más bonitos y más olorosos que los de nuestros ramos.
Ella siempre mejor.