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viernes, 28 de enero de 2022

De lo positivo al hundimiento (en soledad)

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Hace casi dos semanas del positivo de la Rotten. En este tiempo hemos pasado por varias fases. He usado la primera persona del plural porque todas hemos sufrido, ella de una manera, las personas de su entorno de otra, pero todas y cada una de nosotras lo pasamos mal en el proceso.

Lo que empezó siendo algo de síntomas suaves, unas décimas, poco apetito y unos mareos ligeros, se fue agravando de tapadillo. Y lo de tapadillo no lo digo porque la enfermedad estuviera ganando en el interior sin apenas dar síntomas exteriores, sino que la Rotten nos ocultaba información. La conozco muy bien, para bien o para mal, mejor que a algunas de mis mejores amigas. Son muchos años juntas. Y sabía que no me lo contaba todo, al tiempo que el tono de su voz y su forma de hablar me indicaban su empeoramiento día a día.

viernes, 31 de mayo de 2019

Atrapada en soledad

Mujer de espaldas bajando escalera
Sin título, de Odwalker

Un zulo con ventana. Un pedazo de cristal que a algunos les sirve para alegrarse la vista y dejar volar la imaginación y a otras les provoca asfixia, como si estuvieran en una jaula de cristal que se hace más pequeña cada día. El aire cargado de negatividad emocional, charlas imbéciles. Los auriculares en los oídos, bien apretados, para aislarse de ese ambiente de malas vibraciones y comentarios venenosos. Imposible. El zulo facilita las imposiciones sociales y el asco.

Un edificio enorme, un hormiguero. Encuentros fortuitos con sus compañeros, charlas triviales, frívolas, que no alimentan. A su alrededor las visitas, llenándolo todo de ruido, malos olores y basura mientras ella intenta buscar su hueco, retorciéndose para encajar. O quizás solo se retuerce porque el lugar que tiene asignado no se adapta a ella y busca un poco de comodidad. No la encuentra ni en el zulo, ni en los pasillos, ni durante el rato en el baño cuando se encierra a meditar. Toc toc toc. Toc toc toc. TOC. TOC. TOC.

El edificio se vacía de pronto. Nada de visitas. Solo compañeros que la buscan para charlar mientras ella recorre los pasillos atenta a los ruidos y a las voces, a veces susurrantes, para escaquearse. Gente maja que necesita ser escuchada. Gente agradable que cuenta cosas que no le interesan, que buscan ser sus amigos porque se encuentran a gusto con su compañía. Pero, ¿qué pasa con ella? ¿La escuchan o la interrumpen? ¿Le importa a alguien lo que necesita?

Días que pasan lentamente. Reuniones infumables a las que no debería acudir porque no pinta nada. Montones de papeles que sacar adelante con falta de concentración. Llamadas indeseadas e innecesarias. Compañeras que acuden a ella justo cuando va a salir. Mira el reloj. Repasa la jornada. Más gente que nunca. El hueco interior agrandándose. Finalmente sale atrapada en soledad.

viernes, 15 de julio de 2016

El hombre murciélago

Dos hombres sentados en un banco
Are you sitting comfortably?, de Mister G.C.
Entra en el vagón, larguirucho, delgado, con calva estancada, estancado también su aspecto de cincuentón desde hace ocho años. Mira a izquierda y derecha, escudriña buscando el sitio perfecto, duda, avanza y retrocede sobre sus pasos. Hoy localiza ese sitio a mi lado. Se abalanza sobre él.  No voy a negar que me incomoda. Se ve que es raro por su lenguaje corporal: postura encogida, casi encorvada, andar rápido y tenso, ropa de otra época de colores apagados, colores de película vieja, y en los pies siempre zapatillas de deporte de las que hacen el pie más grande, invariablemente de color negro. Es una de esas personas que despiertan lástima, pero es raro y eso me trae recuerdos que quiero olvidar. No lo miro, así que no sabe qué pienso de él. 

martes, 13 de octubre de 2015

Semana de rehabilitación

El lunes empecé la rehabilitación para tratarme la pequeña lesión que me produjo el atropello. Al llegar pregunté por el fisioterapeuta que me habían asignado y que finalmente me cambiaron. Así que se me presentó un rubio altísimo que se convirtió al instante por un morenazo también altísimo, Álex. No sé si era esa altura pero me sentía muy muy intimidada y eso que tenía unas manos dulces y delicadas como no he conocido otras. Ahora que lo pienso, igual era esa manera de tratarme lo que realmente me intimidaba, porque él no me gustaba, yo tampoco le gustaba a él y entre nosotros no había nada parecido a tensión sexual.

365 : 18th February, 036, de Eden Wanderlust
En realidad, todo el entorno era intimidante. Sé que debería buscar un sinónimo, pero no era amenazante ni degradante, quizás atemorizador. La sala era abierta, veías a todo el mundo y todo el mundo te veía a ti. Los hombres iban tan campantes medio en bolas, casi todas las mujeres tenían problemas en las piernas. ¿Casi todas? Creo que a la única en esa hora a la que le daban el tratamiento en la parte superior del cuerpo era yo. Después del primer masaje el lunes miré por el rabillo del ojo al setentón de mi izquierda ¡y no tenía ojos! Estaban pegados a mi espalda. Menos mal que sólo se me veía la parte superior, como mucho hasta la tira del sujetador. Si hubiera tenido destapado algo como el culo del que estaban tratando de lumbalgia se le habría desprendido la cabeza del cuello. Y yo me quejaba de las miradas cuando llevo el vestido.

viernes, 3 de julio de 2015

Solos y desesperados: vacas sin cencerro 2

Hace unas semanas escribía sobre las vacas sin cencerro. La madre de Leo compara, en La flor de mi secreto, a las personas que están solas y no hacen nada por salir de su ostracismo con las vacas sin cencerro. Vayamos un poco más allá. Hay gente que tiene pareja, se siente sola, perdida porque su cencerro no tiene badajo, pero hacen lo posible por encontrar el camino. Y un tercer grupo, formado por especímenes con y sin pareja pero que no saben gestionar la soledad. Son los peores. La gente que se siente sola y no sabe estar sola normalmente da el coñazo a los demás. Y esto lo digo como sufridora de esa gente, no como especialista en el tema.

Oso marrón de peluche sentado, triste, sobre una mesa de cafetería.
The panda and the bear - 10, por Andrew Baldacchino

viernes, 8 de mayo de 2015

Como vacas sin cencerro

Hace unos años una amiga me descubrió La flor de mi secreto, de Almodóvar. La conocía, pero no tenía ganas de verla debido a la interpretación errónea del anuncio. Cuando la anunciaban en Canal+ ponían las escenas en las que Leo (Marisa Paredes) salía más destruida, las más oscuras, incluso estaban editadas de tal manera que en mi mente me monté una nueva película con el maltrato como tema principal. Al menos ese es mi recuerdo. Nada que ver. Es cierto que tiene momentos dramáticos, pero también tiene unos puntos cómicos muy buenos, como muchas de las de Almodóvar. Admiro en él esa capacidad que tiene de mezclar lo dramático y lo cómico y deseo saber hacerlo igual algún día… Ey, ey, que me voy por las ramas. Vuelvo a La flor de mi secreto.

Todo empezó porque me gustaba un compañero de trabajo. Era turco, muy educado, amable y muy muy tímido, al menos con las chicas que le gustaban. Había otros obstáculos, pero entre que a él le daba vergüenza hablar español (conmigo) y a mí inglés (con todo el mundo), nunca pasó nada. Nos veíamos, nos mirábamos y cada uno por su lado sin haber abierto la boca. Mi amiga Esther tenía algo más de contacto con él así que le pedía que me contara cosas, por si podía darme alguna clave. Pasó un tiempo y yo seguía sin tener oportunidad para hablarle a solas (el email nunca funcionó, aunque lo intenté). Y no sé cómo llegamos al día de La flor de mi secreto. Supongo que de nuevo estaba contándole a Esther que era imposible hablar con él. No recuerdo sus palabras exactas, pero fue algo parecido a: “Ese chico es demasiado tímido, a veces habla para el cuello de su camisa, seguramente es virgen [aquí mi cara de alucine y una serie de fantasías que me hicieron entrar en calor repentinamente]. Y está muy solo, es como una vaca sin cencerro”. ¿Una vaca sin cencerro? Y La flor de mi secreto entró en mi vida.

jueves, 5 de marzo de 2015

Fingir en el tren da morbo

¿Estáis seguros de que esta gente está haciendo algo de verdad en sus móviles o solo fingen?

Últimamente en el tren he visto un comportamiento un tanto peculiar, al menos a mí me lo parece. Empezó el día que el pedorro tamaño Obélix me comprimió como un acordeón. Este Obélix, además de tener un tamaño descomunal, ocupaba más sitio porque no se quitó el abrigo e iba con los brazos casi en jarras toqueteando su móvil. En un principio pensé que iría jugando, pero mi lado cotilla pudo con mi lado educado y racional y eché una miradita a su pantalla. Estaba buscando en su lista de contactos de Whatsapp. Subía y bajaba por la lista sin sentido, de pronto le dio un golpe de dedo y subió velozmente. Entró en una conversación antigua, no sé si leyó algo, salió al momento. De nuevo se puso a mover la lista.

Ese fue su entretenimiento durante el viaje. Me llamó tanto la atención que incluso se lo comenté a Circe. Ella tiene un punto de mala leche. No creía que fuera a causa del aburrimiento sino que el pobre estaba más solo que la una, “normal, con ese olor”, y tan solo quería mostrar a los demás que no, o quizás simplemente mostrárselo a sí mismo. No le hice mucho caso, al fin y al cabo, la única que lo miraba de reojo era yo y veía perfectamente la jugada.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Amigos, compañeros o nada

Hace una semana terminé uno de los proyectos que tenía abiertos. Estoy segura de que el resultado será positivo, tanto mi compañera como yo trabajamos muchísimo durante seis meses para sacarlo adelante y estamos muy contentas con el resultado. Por ello, para celebrarlo, porque nos lo merecíamos, nos fuimos a comer.

Desde el principio conectamos muy bien. Paula es muy extrovertida, simpática, trata con mucho cariño a todos los que tiene alrededor. En nuestras reuniones hablamos de otras cosas además de trabajo y descubrimos que tenemos muchas cosas en común. Ahora que terminamos es probable que no nos veamos mucho. En los próximos meses todavía tendremos contacto porque le debo unos papeles, luego vendrá la carta de aprobación y ella me enviará una copia para nuestros archivos. Trabajamos en edificios diferentes, tenemos actividades diferentes e, igual que no veo a David, tampoco la veré a ella. ¡Y David trabaja más cerca! Probablemente en otras circunstancias, llegaríamos a ser amigas aun siendo compañeras de trabajo. Si el proyecto hubiera sido más largo, podría haber surgido una amistad, una de esas en las que cuando dejas de verte en el trabajo, sigues en contacto con la persona. Algunas relaciones amorosas no llegan a empezar, algunas de amistad tampoco.

martes, 14 de octubre de 2014

Adiós, Mr Lolas

Una silla vacía. Hoja en el suelo
Alex Torres: la silla vacía
Mister Lolas nos ha dejado. Aunque quizás debería empezar diciendo que ya no es Mister Lolas, así que voy a llamarle por su nombre, que se lo merece. Óscar. Me da pena. Primero porque me caía bien, aunque apenas hablaba con él. Segundo porque con todo lo que sé de y por su mujer, me daba un poco de lástima, la lástima me llevaba a la compasión y la compasión a la empatía. Tercero, por egoísmo, porque sin él, ¿a quién se va a agarrar Sandra? Pues a mí. Tendré que empezar a traer tacones de nuevo para pisotearle de vez en cuando los dedos gordos de los pies.

Ayer, antes de quitarse el abrigo, ya me atacó con la noticia que ella conocía desde hacía días. Desde el momento en que lo supo, no paró de insistirle al pobre chaval para que me lo dijera y así poder cotillear conmigo. Y él nada. Según lo que me dijo, la pone enferma, no lo soporta, odia tener que arrancarle las palabras. Todas sabemos que es mentira, pero si ella se lo cree, adelante, cada uno busca su propia felicidad como puede.

martes, 30 de septiembre de 2014

Diario de un "Ascenso" (3): la mujer que les susurra a los perros

Lunes 29 de septiembre de 2014

11.45h:

Termino de comer un poco de fruta y voy al baño a lavarme las manos. Mientras me las seco oigo una voz chillona demasiado conocida. Al abrir la puerta se confirman mis sospechas: la Rotten está en el despacho de mi jefa. Bajo corriendo, cojo el móvil, las gafas de sol y salgo a toda prisa y sin despedirme de Mr. Lolas. En la calle doblo la esquina. Hace un poquito de curva. Avanzo para ponerme en un sitio desde el que la veré atravesar hacia su edificio pero es muy difícil que ella me vea. Puede mirar, pero haré como que hablo por teléfono. Espero.

Aparece de pronto. Cruza la primera calle, en el segundo semáforo se encuentra a una señora paseando a dos perros y no puede evitar atacarles a los tres. Sin más ni más se agacha a acariciar a los perros, ¿por qué no le muerden? A ver si alguna vez se encuentra a unos de esos con mala leche y le lanzan un bocado. Está ansiosa por hablar. Sandra estaba con mi jefa cuando ella estuvo allí, pero no se puede explayar, está lo justo para resolver los trámites. Luego no me encontró aquí. Necesita hablar como el agua. No, prefiere pasar sed pero no se puede callar.

miércoles, 16 de julio de 2014

Diario de un "Ascenso": el día a día con Fräulein Rottenmeier

Martes 15 de julio de 2014

18:35h

Mi amiga Esther y yo estamos en la cocina tomando algo. Quiero salir cinco minutos antes para ir al médico. Esther me dice que mi jefa ya se fue, así que decido adelantar la salida diez minutos para no tener que correr y llegar sudando. De pronto, escuchamos a alguien que saluda. Nos miramos. Esther no ha podido ver quién entraba. ¿Es la Rotten? La voz parecía un poco más grave, ella la tiene de pito. Y no se escucharon sus pasitos rápidos, tiqui tiqui tiqui. Silencio.

Seguimos merendando y hablamos bajito. Nos interrumpe el sonido del ascensor. Así que la persona que entró sigue ahí. Es extraño que la Rotten no entre cotillear en la cocina. Le gusta tener todo bajo control. Aunque desde hace tiempo meriendo más tarde y ella lo sabe. Cuenta con verme en el zulo.

jueves, 10 de abril de 2014

¿Será envidia? ¿Soledad? ¿O qué?


Rainy, por « м Ħ ж ». Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica (CC BY-NC-ND 2.0)
Rainy, de « м Ħ ж »

Cuanto más solitaria se siente una persona, más a menudo se ducha o se baña, más caliente le gusta que esté el agua y más tiempo se queda bajo la ducha. Lo que eso nos dice es que las personas solitarias están reemplazando, sustituyendo el calor social que no tienen en su vida, que les hace sentirse solos, por calor físico”.

Estas palabras son del profesor de psicología en Yale, John Bargh, en el minuto 16:50 del documental El cerebro automático: el poder del inconsciente (es el segundo de dos documentales sobre el funcionamiento del cerebro) y vienen de perlas para lo que iba a escribir sobre mi semana en el trabajo.

Antes de hablar el profesor Bargh, se ve a una parejita en la ducha. Pensé cuánto me gustaría estar en su lugar, ya hace algún tiempo que no me toca. Y entonces, ¡zas!, aparece Bargh soltando esa retahíla. Inmediatamente aparecieron en mi mente las imágenes de mis duchas este invierno, en las que no cierro el grifo del todo mientras me enjabono porque siento frío. Vivo sola desde hace años, me gusta, me siento bien llegando a casa y teniendo todo para mí. Sin embargo, esa ducha del documental hizo click como lo hicieron otros pequeños detalles últimamente. Un click como este provocó que me bajara de la noria hace exactamente cuatro meses. Cuatro meses y un día. Pero parece que echo de menos estar allí arriba más de lo que pensaba.

lunes, 24 de marzo de 2014

(In)Comunicación

De lo que voy a escribir hoy, no es un asunto sólo de la ofi, es un problema general en el que he pensado (más) desde hace unos meses. Hace unas semanas vi Una pistola en cada mano, de Cesc Gay y desencadenó la necesidad de escribir sobre ello aunque no sea novedad. Una pistola en cada mano es una película sencilla, más teatral que cinematográfica, dividida en varios bloques que parecen cortos y que se conectan en la escena final. Mucho diálogo, no se para de hablar. Antes de terminar te das cuenta de que tanto palique es la excusa para tapar unos problemas de (in)comunicación profundos. Y esto me lleva a lo que vengo observando en la gente a mi alrededor: lo incomunicados y solos que en realidad estamos.

 Una pistola en cada mano