Lunes 27 de abril de
2020
Hoy recibí una
llamada que esperaba, pero que pensé que tardaría un poco en llegar. Mi padre
se ha puesto pachucho y tengo que ir a ayudarles. Ya tengo el billete de tren,
viajo mañana. Estoy muy preocupada. Toda la tranquilidad con que viajé en
transporte público antes del estado de alarma, se ha esfumado de pronto. ¿Y si
lo pillo y se lo llevo? Lo peor es que no puedo ponerme en cuarentena porque
tengo que acompañar a mi padre al hospital de otra ciudad. Por eso voy, porque
mi madre ahora mismo no puede llevarlo. Y con mi padre bajo mínimos tengo que
echar una mano. Todos los motivos por los que no viajé cuando esto empezó a la mierda. La única diferencia es que llevo encerrada en casa mes y medio y claramente no estoy enferma.
En el sofá ya se
amontonan algunas cosas de las que me he acordado y que no quiero que se me
olviden, sobre todo el gel y las toallitas desinfectantes. También el aro de
Pilates, pero no creo que quepa. No quiero llevar la maleta grande para pasar
un poco más desapercibida; realmente algo imposible llevando una maleta roja.
He vaciado la
nevera, estaba llena después de la compra de hace dos días. Le di todo a mi
vecina; a ella le va a venir muy bien porque no trabaja desde que empezó la
cuarentena. Tiene hijas, pero también tienen sus propios problemas con las
cuentas. No sé cuándo voy a regresar. Trabajaré desde casa, como ahora. En
principio, en mi departamento, tenemos programadas las reuniones online para
tres meses. Eso nos pone en el comienzo de las vacaciones. Si las cosas van
mejor, quizás vuelva más adelante para cerrar asuntos, pero en principio, me
voy hasta septiembre.
Martes 28 de abril de
2020
Llegué a mi destino de noche, con un retraso de quince minutos
y sin encontrarme con ningún policía. La posibilidad de ser interceptada para
pedirme explicaciones me ponía un poco nerviosa aunque pudiera presentar un
justificante al día siguiente.
Hacía mes y medio que no viajaba en transporte público y me
puse un poquito paranoica, más aun que la última vez que salí. Toqué el botón para
abrir la puerta del cercanías con un papel que luego tiré y no leí para no
contaminar el libro, aunque no había tocado nada y llevaba alcohol. En la
estación donde iba a coger el tren a casa, solo la farmacia permanecía abierta,
apenas había taxis y casi había más personal de seguridad que viajeros. El
silencio y la penumbra eran tan impactantes como el vacío.
Tengo que reconocer que me sorprendió la cantidad de gente
que se subió al mismo tren que yo, tanta que hacía años que no me subía a un
tren tan largo, imprescindible para mantener las distancias. Fue al hacer el
chek-in cuando nos dijeron qué asiento nos correspondía. No había jabón en el
baño y a mitad de camino el depósito del lavabo se quedó sin agua (esto en un
tren de alta velocidad, cómo será ir en uno cutre). Menos mal que iba cargada con productos sustitutos del
agua y, a pesar de eso, me puso un poco nerviosa comer y cenar. Hacía un frío
que pelaba, alguna gente viajaba con el abrigo puesto, aunque esto de la baja
temperatura parece que últimamente es lo habitual. Al día siguiente me dolía la
garganta y tenía flemas por culpa del maldito aire frío. Me he mirado la
temperatura y vuelvo a tenerla por los suelos. En el inframundo, más bien, así
que sigo más o menos tranquila.
No toqué a mis padres hasta que me hube cambiado de ropa y
desinfectado y, a pesar de que al fin pude abrazarlos, mi primer contacto
humano en mes y medio, la preocupación por pasarles algo que estuviera
escondido sin que yo lo supiera estaba al mismo nivel de la alegría por verlos
al fin.
Miércoles 29 de abril
de 2020
Mi padre y yo salimos de casa una hora antes de la cita y
diez minutos antes de la hora en la que tenía que presentarse en el hospital,
ya tenía su tique con el número. La carretera estaba muy tranquila, incluso las
calles alrededor del hospital. El complejo sanitario está ubicado en una zona
de hospitales. Entre que solo están atendiendo en persona casos imprescindibles
y a los enfermos de covid-19 y que la ciudad está parada, apenas había tráfico.
Por suerte, no nos encontramos controles policiales ni a la ida ni a la vuelta,
aunque de regreso llevábamos un justificante.
Este hospital es uno de los hospitales públicos más
importantes del país, centro de referencia de un par de especialidades para
gente de otras comunidades autónomas. Explico esto para que os hagáis una idea
de su tamaño, muy similar a uno de los grandes hospitales de Madrid, aunque la
ciudad es una capital de provincia pequeña. Hoy estaba prácticamente vacío. En
la sala de espera en la que estuve con mi padre solo había dos pacientes más,
una de ellas sola y la otra acompañada, y enseguida nos quedamos sólo los dos.
De nuevo, el silencio de la ausencia de gente en un lugar que normalmente está
abarrotado, me pareció sobrecogedor.
Sin embargo, a pesar de ese vacío, es lo que es y los problemas se gestan en bambalinas. Lo único que percibimos los que esperamos impacientes es un retraso. Y por supuesto, todo ese follón tenía que suceder en la consulta a la que íbamos. No podía ser de otra manera. La paciente que entró antes que mi padre salió en silla de ruedas y directamente a una cama dos plantas más arriba. No sé qué le encontrarían, pero sentí pena. Salió sola, no sé si alguien la esperaba en la puerta, pero probablemente no contaba con quedarse, solo llevaba su bolso en el regazo. Las enfermedades, cualquiera por la que te tengan que ingresar en esta época de covid-19, traen consigo otro problema: la soledad. Eso es lo que más me duele cuando tengan que ingresar a mi padre. Al menos, si todo sale bien, serán pocos días y, como aún tardarán tres o cuatro semanas en llamarlo, espero que la situación esté acercándose a la “normalidad” y podamos acompañarlo.
Sin embargo, a pesar de ese vacío, es lo que es y los problemas se gestan en bambalinas. Lo único que percibimos los que esperamos impacientes es un retraso. Y por supuesto, todo ese follón tenía que suceder en la consulta a la que íbamos. No podía ser de otra manera. La paciente que entró antes que mi padre salió en silla de ruedas y directamente a una cama dos plantas más arriba. No sé qué le encontrarían, pero sentí pena. Salió sola, no sé si alguien la esperaba en la puerta, pero probablemente no contaba con quedarse, solo llevaba su bolso en el regazo. Las enfermedades, cualquiera por la que te tengan que ingresar en esta época de covid-19, traen consigo otro problema: la soledad. Eso es lo que más me duele cuando tengan que ingresar a mi padre. Al menos, si todo sale bien, serán pocos días y, como aún tardarán tres o cuatro semanas en llamarlo, espero que la situación esté acercándose a la “normalidad” y podamos acompañarlo.
Muy real, lo sea o no. Primero esperar que tu padre esté bien, estable y controlado desde un centro sanitario. Explicas muy bien lo de viajar en transporte público y sus miedos, aunque yo no he cogido ninguno en este mes y medio, pero veo la tela y mi hijo viaja en metro a diario. Deseo que con las videoconferencias puedas llevar tu trabajo bien en este mes largo que seguramente te quedes con tu padre. Disfruta mucho de él, porque un día se van y nos dejan un hueco en el corazón.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día. La soledad es el equipaje de mano que llevan los pacientes estos días, y pesa más que llevar diez libros
Gracias por tus palabras, Albada. Al menos tuvimos la buena noticia de que la operación será por una técnica menos invasiva, así que no estará tantos días ingresado. El transporte cada vez me da más miedo, no sé si es por histeria colectiva o por mi propia histeria que va creciendo. Con lo tranquila que iba yo en marzo.
EliminarUn abrazo y feliz semana.
Pues me alegra que la operación no sea tan grave. Qué salga muy bien. Y si tomas las preocupaciones que estás tomando hasta el momento no tiene por qué pasar nada. No dejes que el estrés baje tus defensas. Simplemente sé prudente sin dejarte llevar por el más que razonable miedo. Cada día tenemos que enfrentarnos a una incomodidad nueva. A un obstáculo. Pero con lógica y algo de cuidado lo saltamos. Saludos
ResponderEliminarHola, Sergio! Tienes toda la razón y yo la pierdo un poco más cada día que pasa. :) Creo que si actúo como en febrero y marzo, seguiré haciendo las cosas bien, pero mi lado irracional gana por momento.
EliminarUn abrazo.
Es curioso pensar que este tipo de "historias" hace tan solo dos meses no tendrían sentido. Ahora, cada uno de nosotros se monta su historia. Yo me he montado en la cabeza que ya pasé por el bicho en febrero porque tuve una gripe más rara que la hostia, y todavía tengo la energía de esa adolescencia que ya me queda bastante atrás, de que nada puede conmigo. De cualquier manera, no soy demasiado tiquismiquis con esta enfermedad, cumplo lo que me toca cumplir, no le toso a nadie (ni permito que me tosan, eso ni de coña) y me fío de los profesionales que me inspiran confianza, cuyas teorías son radicalmente opuestas a las que oigo por los canales habituales y poco más.
ResponderEliminarAhora bien, cuando pienso en mi madre, por ejemplo, que vive sola y que está algo mayor, cualquier precaución es poca y me aplico en todas las teorías que existen.
Un beso, Dorotea. ¡Ánimo!
Ya cuando empezó en China me parecía de pesadilla, pero era algo lejano. Pero cuando llegó aquí y todo nuestro mundo, el nuestro individual se puso patas arriba, era impensable. Sigo levantándome cada mañana, haciendo mis tareas rutinarias pero en un ambiente distinto y pensando: voy a abrir los ojos y despertaré en la cama. :D
EliminarMuchas gracias. Un abrazo.
Espero que todo vaya bien. Ánimo.
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias, Devoradora. Espero que por tu casa también vaya todo bien. Tengo que visitar tu blog, pero esta última semana os he abandonado a todos. :(
EliminarUn abrazo.
Lo primero es lo primero, ya habrá tiempo para lo demás 😘
EliminarHola preciosa!
ResponderEliminarMucha fuerza y espero tu papi este genial.
Ya queda poco, pronto volverá a la normalidad, o bueno un poco más.
Besos abrazos
Muchas gracias por tus palabras, Raquel. No dejo de pensar que queda un día menos, esté donde esté el final. :)
EliminarUn abrazo.
La verdad es que leer las experiencias personales de cómo vive todo esto cada uno de nosotros...no sé cómo expresarlo pero me da no sé qué...
ResponderEliminarCreo que tú tienes muchísimas precauciones así que deberías estar más tranquila.
Con lo de tu padre, espero que se recupere pronto cuando lo operen y que todo salga bien.
Todo esto en mayor o menor grado nos está afectando de alguna manera.
Yo al principio me lo tomé bastante mal, pasé por diferentes etapas como creo que le ha pasado a la mayoría y ahora la verdad, estoy muy tranquila.
También es cierto que aquí las cosas no se han puesto tan feas como en España y mi día a día por suerte no cambió mucho, así que no soy la más indicada para hablar.
Un gran abrazo Dorotea.
Bonita!
Muchas gracias por tus palabras, Maman.
EliminarYo estaba más tranquila cuando todo empezó que ahora, quizás es por estar precoupada por mi padre, por estar con ellos en casa y tener que extremar las precauciones, además de que se van acumulando las emociones y los consecuencias.
Hace días que no leo nada sobre el estado en Argentina, espero que lo hayáis controlado a tiempo.
Un abrazo para ti también.