Echando chispas

Cerradura, de Candi...

Hace unos días vinieron a arreglarme la puerta de casa. Era algo que tenía pendiente desde hace algunos meses, pero hacía falta una pieza que finalmente llegó hace un par de semanas. Cuando no estoy en casa, una persona de confianza me hace el favor de vigilar estas chapucillas y habría acudido para atender al técnico, pero coincidió que vino uno de los días en que no voy a la oficina. Tenía que adaptar esa pieza porque la puerta ya tiene unos años, así que hizo toda clase de ruidos y tampoco se cortó en hablar por teléfono.

Llevamos varias semanas de trabajo tras las vacaciones y mi jefa apenas se ha comunicado conmigo. Sé que está muy ocupada por ser el inicio de curso, esto no es un reproche, sino que debo decir que apenas he hablado con ella ni he recibido emails y justo el día que vino el técnico de la puerta se le dio por llamarme sin descanso: que si tenemos que mirar lo de Betty email en viernes, que si mejor la llamo, no coge te llamo en un rato, que si está hablando con Dorotea S. y necesitan saber cuántos noruegos trabajan en nuestro departamento, que si mandé el dato ya, que qué pasa que el dichoso dato de los noruegos es urgente, ahora sí está. Y claro, con tanta llamada le molestaron los ruidos del de la puerta. Habría silenciado el micro como hace Sandra si no fuera porque a mí me tocaba hablar, así que ni corta ni perezosa se quedó un segundo callada, escuchando y me soltó un pelín cabreada: ¿esos ruidos son en tu casa Dorotea? Pues sí, nena, sí, son en mi casa porque trabajar en casa es lo que tiene, vida y ruidos.

¿Quiere que trabaje en casa? Pues trabajo en casa, pero mi casa, igual que las demás, no es un cuarto aislado. Tengo vecinos que tocan la guitarra (dos acordes compulsivamente, de hecho, nada más), tengo vecinos con hijos pequeños, tengo vecinos con nietos desquiciados y un chatarrero que cuando pone el altavoz parece que entra hasta el baño. Además, si estoy en casa hago reformas, le abro a la cartera o recojo mis alfombrillas de Pilates en persona. Pero sobre todo, en mi casa tengo vida, que ya sabemos cómo se las gasta esta señora pensando que como estamos en casa, no tenemos vida.

Puede que ahora muchos de nosotros hayamos reducido nuestra vida social, pero seguimos teniéndola y es su problema pensar que estoy sola en este mundo, desamparada y que solo me queda el trabajo y comerme los mocos. Esto le pasa sobre todo con los que ella cree solteros y abandonados por el mundo y digo cree porque nunca le he hablado de mi vida privada, así que todas las suposiciones que hace, las hace basándose en que como no le cuento con quién me acuesto, ese alguien no existe. Eso es algo muy común entre la gente, para qué nos vamos a engañar. Cuando no saben inventan, pero inventan mal para poder regodearse con la desgracia ajena aunque esa desgracia sea inexistente.

Night sparks, de PuzzleMonkey!

¿Y por qué me pongo así? Pues porque igual que soportó a los hijos de Sandra sin decir ni mu, o a Marisol wasapeando repantingada en el sofá durante las reuniones de grupo (muy silenciosa, eso sí) ahora debería aguantar mis ruidos, pero a mí tuvo que soltármelo. Pues señora jefa, trabajar desde casa, es esto. Poder encargar mis reformas y poder vigilarlas yo misma y estar con mis cosas al mismo tiempo e, incluso, terminarlas un pelín más tarde. Que sé de sobras que me achuchó con la dichosa lista de empleados noruegos delante de Dorotea S. porque tenía miedo de que no se la mandara porque oía los ruiditos.

Estuve casi todo el rato al pie del cañón, excepto cuando el técnico sacó una radial. En ese momento me asusté y quise esconderme, pero no pude porque el tipo me pidió que tapara con papel de periódico (no comment) una parte de la zona de trabajo para que no saltaran las chispas a diestro y siniestro. Qué mal rato. Yo con los ojos cerrados, apretados muy fuerte, tapando lo que no podía ver y pidiendo a la diosa fortuna que mi jefa no llamara en aquel momento para dar el coñazo con los noruegos otra vez.