La Otra cae en la trampa

Venus Fly Trap, de Peter Miller

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, soltero/a es alguien “que no se ha casado”. Sin embargo, como ahora mucha gente convive sin pasar por el registro civil, es frecuente oír a alguien decir que fulanito o menganita están solteros refiriéndose a que no viven con nadie o no tienen una relación estable. Algunas de mis amigas lo utilizan para indicar que esa persona vuelve a estar libre.

Hace un tiempo supe que don Voz Sensual tenía pareja. En otras circunstancias lo dejaría ahí, pero por cómo va a seguir la historia necesito especificar que esa pareja es otro hombre. Él habló del tema de manera natural, si acaso lo que fue forzado fue decirme que no estaba libre para dejarme claro qué tipo de relación sería la nuestra. Estoy segura de que entre sus colegas de departamento ha salido del armario, también lo estoy de que en el resto de la empresa poca gente sabe algo de su vida privada.

No suelo ir por ahí diciendo las preferencias de nadie. A veces ni siquiera digo si alguien tiene pareja o no porque hay quien, como yo, prefiere mantener separado ese tema de lo laboral, al menos con la mayoría. Me lo cuentan porque les caigo simpática, porque saben que no lo divulgo (excepto aquí, claro) y porque por algún motivo se crea entre nosotros algo cercano a la confianza. Sé perfectamente por qué don Voz Sensual me lo dijo, al tiempo que estoy segura de que no menciona el tema delante de otras compañeras, por ejemplo Sandra, así como así.

Esta Sandra, qué inocente es. Aunque la disculpo porque también caí en las redes de este ser. El caso es que habló por teléfono con él y cayó en la trampa. Quién no, dios mío, con esa voz que se mete como un cosquilleo por el oído, acaricia el cerebro y hace temblar el cuerpo de arriba abajo cada vez que te dice algo a través del auricular. No me dijo nada expresamente, porque nunca lo dice cuando alguien le toca la fibra, pero llevamos muchos años metidas en la misma covacha y sé perfectamente cuando alguien le hace tilín. Y en este caso, vaya si la entiendo, aunque ya lo tenga más que superado.

El caso es que entré en la oficina y me dijo felicísima que había hablado con don Voz Sensual, que qué majo es (es encantador, el muy capullo). A continuación me preguntó si está soltero, como si fuera relevante porque la primera que está casada es ella, como si lo preguntara para otra persona, también para disimular. Y en ese momento salió mi lado travieso y de verdad Jekyll se convirtió en Hyde.

En los tres años que han pasado desde aquel café, él y yo hemos hablado varias veces, pero no de temas personales. No sé si aún sigue con la misma persona, si está con otra o si efectivamente está casado, así que fue toda una satisfacción decirle a Sandra que está soltero, sabiendo que es una verdad a medias. Aunque ese era su estado civil, bien podía haberle dicho una coletilla detrás: “pero tiene pareja”, “pero vive con alguien”, pero si don Voz no le ha hablado a mucha gente de su pareja, por qué iba a hacerlo yo.

Sandra es una de esas personas a las que se les llena la boca diciendo que ellas no son para nada intolerantes, que no les importa nada que otra gente sea homosexual, que no les molesta pero… PERO. Mencionar que su pareja es un hombre quedó descartado porque los prejuicios de esta mujer iban a salir en forma de ceño fruncido primero y un discurso sobre lo tolerante-que-es-PERO después y no me apetecía aguantar esa mierda. Quizás otro día. Así que utilicé la palabra con el significado estricto del DRAE, soltero como alguien que no está casado, al menos según la información de hace tres años.

Es fantástico que el idioma esté vivo. Los hablantes les damos nuevos significados a las palabras, otros desaparecen por falta de uso y en ese momento de transición pueden surgir ambigüedades con las que jugar a nuestro favor. Ojo que también podemos sufrirlas en nuestra contra.

No sé si Sandra habrá pensado en la posibilidad de que este hombre tenga pareja sin haber firmado un papel, pero a mí me encanta haberla engañado por un momentito, sobre todo porque he evitado que la vida privada de una persona a la que aprecio se haya convertido en cotilleo. También soy consciente de que cuando no se visibiliza lo que está escondido, y no es un problema, la intolerancia gana, pero es la persona en cuestión quien debe marcar el ritmo y decidir dónde y cuándo quiere soltar la información.