Euro (Christopher Lotito) |
Hace unos meses quedé con Paula
para tomar un café. No coincidimos muy a menudo, así que el tiempo que nos
vemos no llega a nada, para ponernos al día rápidamente y poco más. En ese café,
mientras le contaba en qué andaba metida con mis manzanas (y ella es una de
ellas) me preguntó si no me gustaría serlo también, que por cómo hemos trabajado, cree que se me daría bien. Unas semanas más tarde,
Sandra me dijo que yo sería una buena manzana porque puede no gustarme hablar
en público, pero lo disimulo lo suficiente para que no se me note y, además, lo
hago bien. Me quedé un poco perpleja porque no haría ese trabajo ni por todo el
dinero del mundo, pero ellas tienen una percepción de mí completamente
diferente a la que tengo sobre mí misma.
Estamos en un mundo bastante centrado en los ascensos y en el éxito laboral, al menos en ciertos entornos. Es frecuente que se premie a los empleados subiéndolos de peldaño: un cambio de título, un buen montón de responsabilidades, aunque no siempre una subida de sueldo (que se lo digan a Sandra). Nuevos puestos en los que la gente no rinde de la misma manera aunque esté preparada porque nadie se ha parado a pensar que esa persona era buena en su trabajo porque le gustaba, se le daba bien o se sentía cómoda, pero no le gustan las nuevas tareas, o detesta hablar en público o quizás lo suyo no es gestionar a los que antes eran sus compañeros.