viernes, 12 de febrero de 2016

La guerra de las cien rosas

Hace un par de semanas Sandra y Mari Pili, la recepcionista de las mañanas, tuvieron un nuevo encontronazo. No se soportan. Tienen el mismo tipo de relación conflictiva que la vieja de la limpieza y yo. Llegó un paquete para Sandra y, como siempre, Mari Pili pasó de avisarla. Aprovechó que bajé a por agua para pasarme el recado. Sandra, ni corta ni perezosa, le soltó “¿Te sabes mi extensión, no?” cuando fue a recogerlo. La otra le replicó y Sandra le volvió a repetir la pregunta.

En ninguna guerra, al menos en las oficinescas, hay bandos neutrales. Aunque no quieras te ves salpicada igual que cuando hay tormenta y, si no tomas partido por un bando u otro da igual, ya se encargarán tus compañeras de incluirte en el bando que más les convenga dependiendo de si te quieren a favor o en contra (si no te incluyen, peor, porque van todas a por ti). En esta guerra Mari Pili me pone en el bando de Sandra porque compartimos agujero. Si soy sincera, creo que la razón la tiene Sandra y, aunque no voy a inmiscuirme ni loca, ellas se encargan de ponerme en medio.

Una semana después de este incidente Sandra y yo estuvimos de cumpleaños. Mi jefa se encargó de publicitarlo bien, sobre todo para quedar como super guay por invitarnos a desayunar. Mari Pili no me había felicitado al llegar, aún le duraba el cabreo a la pobre, y se vio forzada a decir un felicidades punzante como la parte inferior de un acerico. Un rato después de volver del café, bajé a la cocina. Mientras estaba dentro sonó el timbre y empezó una conversación que acabó conmigo y un alma inocente en los leones sin comerlo ni beberlo. Entró un mensajero cargado con un precioso ramo de flores y Mari Pili le sacó las uñas recién afiladas.

Mensajero: Buenos días, ¿sabes quién es…?
MP: [muy borde] Yo no soy.
Mensajero: [acojonado] ¿… Sandra L.?
MP: Tercera planta.

Terminé en la cocina y salí. Mari Pili, a punto de estallar de la envidia porque lasflores no eran para ella, tuvo la necesidad de humillar a alguien y me apuntó a mí con sus dardos.

MP: Y ti, ¿no te regalan flores?
Yo: A mí me regalan plantas.
MP: [visiblemente cortada] Ah… bueno, así duran más.

A diferencia de ella, me alegro cuando a la gente que conozco le hacen un detalle como ese. Y si no la conozco, también. Pero en este edificio últimamente el ambiente apesta más de lo normal y no es precisamente por las cañerías. La historia debería terminar aquí, aunque a estas alturas, enlazamos una mierda con otra y de nuevo yo luchando contra las dos venenosas por el asunto de una zángana*.

Papelera con un cartel: TIRAR
Fotografía de Dorotea Hyde
Sandra no ha venido esta semana a trabajar. En vez de llevarse las flores a casa, las dejó en el neozulo. La excusa fue no ir cargada con ellas hasta el aparcamiento. Mi mente perversa cree que su marido puede montarse una historia en su cabeza, con o sin motivo, eso ya no sé. El caso es que después de una semana las florecitas de las narices empezaron a oler y me tocó a mí tirarlas a la basura. Al día siguiente seguían en la papelera. La vieja vino, vació mi papelera y dejó las flores en la otra. No eran mi asunto así que decidí que pasaba de pelearme con ella por algo que no me pertenecía. Cerré la bolsa (manda narices, que ni eso puede hacer) y le grapé un cartel que decía bien grande: “TIRAR”. Esta mañana ya no estaban, pero en el fondo, esperaba que no se las hubiera llevado para montar un pequeño follón.  



*NOTA: daría para otra historia las borderías que me llevo porque las brujas de abajo pagan conmigo su cabreo con Sandra. Como si la que las tratara mal fuera yo. Vale, sí, a la vieja de la limpieza la trato mal, pero es defensa personal.

2 comentarios:

  1. Es imposible encontrar un lugar dónde se trabaje sin conflictos. Parece que el aburrimiento sería insufrible. Aúna sí no se pasa bien con estas miniguerras. Salvo cuando el bando en el que estás va ganado alguna que otra batalla. Pues nada, a seguir en la lucha. Siempre gana el-la más cabezón-a, digan lo que digan. Por agotamiento del contrario.

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    1. Sí, es cierto. Los conflictos son parte del día a día, aunque me ponen mala los conflictos gratuitos y últimamente los llevo peor, será por mi propio estado de ánimo y porque me están metiendo de lleno sin comerlo ni beberlo. Y va a peor!

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