Tengo miedo. Tanto, que esta mañana justo antes de que el
tren entrara en Atocha e hiciera su parada habitual, se me encogió el estómago
y empezó a revolverse dentro de mí intentando salir. Ayer en el camino de
regreso, tenía unas ganas de llorar terribles. No lo hice por vergüenza. Otros
reían a carcajadas. Quizás sólo necesitaba a alguien con el que compartir
angustias y crear un poco de humor negro.
Tengo tanto miedo que me niego a escribir más sobre la
causa. De hecho, tenía casi terminado el post de hoy, compartiendo mis temores,
mis sentimientos, como en el post que escribí hace ya casi un año sobre el aniversario del 11M. Escribiéndolo me he desahogado, pero no voy a
publicarlo. Probablemente esta tarde, al entrar en la estación, se me ponga de
nuevo un nudo en la garganta. Quizás la sensación dure en los próximos días,
pero me niego a vivir siempre así. En el post que escribió Babilonia sobre sus propósitos de año nuevo, comenté que no iba a hacer lista de propósitos. Ahora debo
cambiar de opinión. Mi propósito será ser valiente y vivir sin miedo, dentro de
mis posibilidades, claro está, porque hay cosas que acojonan por mucho que una
se lo proponga (y perdón por el taco).