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Old dictionary paper curls, de Narisa |
Hay gente que tiene amigos en el trabajo. Van juntos a tomar
café a media mañana, comen juntos a menudo, se llaman continuamente para
consultarse temas laborales y otras cosas, se dan apoyo mutuo en caso de tener
una persona subordinada conflictiva y, podría pensarse que, en caso de una
celebración, si a una de esas personas le toca organizar algo para la otra,
podría querer hacerle algo bonito y un poquito más especial que a los demás por
ser su amiga, y se implicaría personalmente.
Hace unas semanas Sandra coincidió con Ángela, nuestra
antigua jefa y amiga íntima de Diana. Sandra, que no puede ser más pánfila,
cometió el error de preguntarle si iban a preparar algo para la despedida de
Diana, nuestra jefa saliente. Ángela dijo que sí, pero viendo cómo se
desarrollaron las cosas después, creo que lo decidió en ese mismo momento. No
quedaba mucho tiempo para fin de año y aún no tenían ni fecha, ni espacio, ni
lista de invitados.
Dije que Sandra cometió un error porque Ángela se tomó
aquella pregunta como una oferta para colaborar. Que ya hay que tener
imaginación para hacer esa deducción, pero es lo que pasa con la gente con
morro. A partir de ese día empezó a acosar a Sandra para que le dijera nombres
de compañeros con los que Diana se llevaba bien para invitarlos, como si ella
fuera una desconocida en vez de su amiga íntima. Le endosó la tarea de decidir
(ay, que me muero de la risa, decidir) qué tipo de libro de firmas regalarle:
con fotos, sin fotos, escrito a mano o a ordenador, una libreta (¡una
libreta!), un puñado de hojas encuadernadas (no comment)… Sandra tuvo que
gestionar el pedido y conseguir las firmas en una empresa que está totalmente
descentralizada porque la otra se lavó las manos.
Por supuesto, Sandra me preguntó mi opinión para cada opción
que consideraba. Incluso me preguntó de quién era amiga Diana. Por favor, que
no me haga reír, lo que yo tengo es la lista de la gente que la odia, y no la
puedo pasar así como así. Esa sí sería una buena fiesta, todos celebrando y
emborrachándonos porque al fin se larga. Llegué a detestar tanto el tema que,
cuando llegó el libro de firmas, estuve a punto de tirarlo al asfalto. Y creo
que debí hacerlo porque entonces Sandra se empezó a volver loca con conseguir
que nuestros compañeros firmaran. Por supuesto, no hizo caso de mi sugerencia
de escribir un email a la gente para que viniera a firmar a su sitio y cuando
llegó el día, solo tenía media docena de firmas. Pero claro, es por estas cosas
por las que a ella la
han ascendido y yo sigo donde estoy, porque ella sabe pensar en la
dirección correcta y decide sin dudar, con confianza.
Ya solo faltaban la sala y el catering. Ángela escogió como
fecha para el sarao el día en que Diana iba a asistir a su última reunión con
los jefes de grupo, así que se empeñó en que el lugar de celebración fuera en
el mismo edificio. El problema es que no se puede comer y beber en todas las
estancias. En ese edificio, por ejemplo, solo se puede poner catering en una
estancia en el sótano (¡el sótano!), con una capacidad para veinticinco
personas. Rechazó varias sugerencias de Mike, que habría podido conseguir otras
salas bonitas, luminosas, aireadas y con espacio suficiente para que no nos
morreáramos al meternos un canapé en la boca. Ángela dijo que no a todo como si
el evento fuera para un orco y no para su amiga del alma.
Así que allá fuimos, al sótano, como quien va a las
mazmorras. Apretados, con un calor insoportable (imagino que la caldera andaba
por allí cerca), aunque al menos teníamos todas las bebidas que quisiéramos
para capear la temperatura y el aburrimiento de esperar a que terminara la
reunión.
La Rotten no quiso perdérselo, pero se negó a entrar en la
habitación con la excusa de que tenía moqueta (mentira, era puro plástico) y
pretendía que yo estuviera pendiente de ella. Lo que faltaba. Y estuvo a punto
de joder la sorpresa porque se quedó en un descansillo por donde tenía que
pasar la comitiva. No le va bien si no destaca.
Puedo decir que, a pesar de la temperatura alta, los
apretujones y los agobios, salió bien.
Comida y bebida abundante (porque lo encargó Mike, pero al menos la jefa
cutre dio el visto bueno), Sandra pudo conseguir algunas firmas para su libro,
a mí me salió un ligue y encontré a gente a la que hacía siglos que no veía.
Mike, Pablo, Sandra y yo casi cerramos el cotarro y los del catering me
prepararon un tupper con cositas que sobraron, aunque yo solo les había pedido
la tortilla.
Y diréis. ¿Y los desaires? ¿Dónde están los desaires si todo
salió tan bien?
Cuando Diana entró en la sala y se encontró con todos
nosotros aplaudiendo fue muy emocionante, se le saltaron las lágrimas y todos acabamos
llorando por contagio (yo de alegría, otros a saber por qué). Entonces soltó un
pequeño discurso, tan rebuscado que tengo la teoría de que lo tenía preparado.
Estoy segura de que imaginó que le harían algo así en sus noches sin dormir y
lo practicó hasta gastar la almohada para que pareciera natural.
Les agradeció a los jefes de grupo su apoyo durante todo este tiempo, un rollazo en el que no tuvo la decencia de dedicar ni un simple gracias a las personas que conformábamos su equipo, que la apoyamos de verdad en el día a día, le ayudamos en todo, le aguantamos su tiranía y sus locuras. Sé que no tendrá una palabra dedicada para mí, pero no era yo, éramos el grupo del que presumía siempre con tanto énfasis que claramente estaba tapando algo. Era Sandra, a la que esclavizó hasta sacarle la última gota de sangre. Era Mike, al que le habría hecho lo mismo si se hubiera dejado. Todas y cada una de nosotras al final la soportamos y le facilitamos las cosas, aunque no nos cayera bien.
Tampoco abrió el regalo. Sandra se lo dio dos veces. La
primera quizás no era el momento, todavía estaba abrumada, agobiada por estar
todo el mundo a su alrededor. La segunda, soy testigo, se fue por la tangente
colgándose la bolsa de la muñeca y cambiando de tema. Aún estamos esperando las
gracias por ese detalle cuya búsqueda casi
me desquicia. Si lo pienso, no podía irse de otra manera: fastidiando a la
gente.