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viernes, 28 de julio de 2023

La despedida (8): Parece que ahora sí: ADIÓS

En el título está el spoiler. Aunque no creo que sea la última vez que sepamos de la jefa saliente, así que en vez de adiós (que es lo que deseamos todas), un hasta luego describiría mejor la situación real.

Llamó a Mike y le dijo que iba a pasarse un día por la empresa para repartir unos regalos entre los jefes de grupo porque el cheque regalo que les dio no era suficiente. Quienes habéis seguido este culebrón probablemente estaréis pensando que traerles un regalo siete meses (casi ocho) después de su marcha no viene a cuento. Es lo que pensamos todas. La teoría de algunas (entre las que me incluyo) es que tiene que seguir dejando su meada de perro. Y como no hay un motivo, se lo inventa, como cuando llamó a Sandra hace unos días para que la informara de ciertos cursos de formación para las manzanas el próximo año académico. Palabras textuales: “porque quiero dejarlo cerrado”, aunque ella ya no tiene nada que cerrar. Control más allá del final, su huella debe seguir estando en lo que no ha gestionado ni ha metido baza, con la ayuda de Sandra, cómo no.

lunes, 3 de julio de 2023

La despedida (7): El reguero de estiércol

Radioactive Minifig, de mob mob
Seis meses después del fin de su vida laboral y aquí sigo escribiendo sobre Diana, esa tipeja que no se larga, que sigue trabajando a las once de la noche e influyendo (o al menos intentándolo) en las vidas de personas a las que se resiste a dejar atrás. Esto es lo que ha pasado desde la sexta entrega de su adiós.

- Ordenador estropeado. A mediados de junio se le estropeó el ordenador. De pronto no se podía conectar a algunas aplicaciones y servicios corporativos. Tenía que haberlo entregado el treinta y uno de mayo y, para mí, fue un toque de atención que le dieron. Por supuesto no se dio por aludida y tuvo el morro de acudir a una de las delegaciones a que se lo arreglaran. Es obvio que el técnico no se lo iba a reclamar, probablemente ni siquiera estaba enterado del asunto, así que le activó los servicios de nuevo y ahí sigue, trabajando a medianoche y dando el coñazo.

 

- Las carpetas. Si de algo sirve que todavía tenga activo su perfil y el ordenador en su poder es que al fin le está explicando a Sandra cómo están organizadas las carpetas compartidas. Se ha hecho de rogar. Eso no es una duda que surja tiempo después, es algo que debería haber quedado listo en diciembre, pero es una artista en racionar las explicaciones claras para seguir siendo necesaria.

 

- La jubilación de la Rotten. El año pasado por estas fechas la Rotten tuvo una conversación privada con Diana en la que le dijo que iba a seguir trabajando un tiempo después de su momento “oficial” de jubilación (en marzo de 2023). Diana fue un poco falsa porque le preguntó si eso era posible y le dijo que esa información le venía muy bien a ella porque quería quedarse también un poco más. Dos meses después nos enteramos de su jubilación y de que a esas alturas ya estaba planeando todo para marcharse. No tenía que decir nada, pero no decir nada significa callarse la verdad… y las mentiras.

Aquí tengo que hacer un parón en la historia. Se acercan momentos delicados para el departamento porque Violeta está a punto de cogerse la baja por maternidad y Marisol Marinube va a jubilarse en septiembre. Nos quedamos bajo mínimos, con gente novata a la que formar en un principio de curso que suele ser el peor momento del año para mis compañeras.

El caso es que Diana le está diciendo a todo el que la quiere escuchar que la Rotten se jubila este verano. Una de esas personas fue Carmina, la jefa entrante, que montó en cólera porque no sabía nada de una baja más justo cuando van a faltar dos personas. No creo que la Rotten tenga obligación de avisar antes de lo que le marca la ley. Avisar en una situación como ésta sería cortés, sí, pero ni le debe nada a la empresa ni tiene por qué saber cuándo va a jubilarse. A veces se hacen los cálculos de la pensión día a día y cuando por fin dan, te vas. Pero es que además es una mentira. Tengo que decir que quizás Diana confundió la situación de la Rotten con la de Marisol Marinube, aunque lo dudo. Primero, la conversación del año pasado. Segundo porque sabe que Marisol se jubila. Tercero porque no pierde detalle de estas cosas. Me parece más otro movimiento en la campaña de acoso laboral que la Rotten sufre, curiosamente, desde que tuvo esa conversación con ella. Precisamente por esa fatal coincidencia, esa campaña da para una entrada que no sé si llegaré a escribir.

 

- El cheque regalo de despedida. Aquí también hay antecedentes. A finales del año pasado, nos concedieron un bono extra a algunos miembros del departamento. Sandra se quedó sin él. Unas semanas después, cuando Diana se despidió y pensamos que era para siempre, nos fue llamando una a una a su oficina y nos dio un cheque regalo para unos grandes almacenes. A todas menos a Sandra. La Rotten y yo supusimos siempre que a ella no le había tocado porque yo no la vi salir de la Sala de control y tampoco vino Diana a verla, pero no teníamos pruebas de su mezquindad con quien le dio su energía y una parte de su vida. Hasta hace unos días.

Sandra daba rienda suelta a su envidia mientras se desahogaba por su falta de dinero y de pronto ahí estaba, la confesión inocente, sin saber que hay algo más detrás. Me dijo que Diana se había portado muy mal con nosotras porque a los jefes de grupo, a pesar de que ganan una pasta, les dio un cheque regalo de esos fantásticos grandes almacenes y a nosotras nada. A nosotras nada.

Esta confirmación fue un mazazo. Que la trataran como basura dejándola sin bono de Navidad, me afectó muchísimo. Saber que Diana también la dejó sin tarjeta de regalo, fue el remate para una historia de esas que te quitan de raíz la esperanza en el género humano. Por mi parte, sólo se enterará si quiero vengarme de algo. No sé si protegerla de la verdad es lo correcto, pero es lo que ahora mismo me pide el cuerpo.

Se acercan las vacaciones y hay otros temas por ahí de los que hablar, así que de verdad espero que la próxima entrega de esta serie sea la despedida real de este ser infecto que va dejando tras de sí un reguero de estiércol radiactivo.

jueves, 22 de diciembre de 2022

La despedida (2): El evento oficial y los desaires

Hojas de un libro arrugadas

Old dictionary paper curls, de Narisa

Hay gente que tiene amigos en el trabajo. Van juntos a tomar café a media mañana, comen juntos a menudo, se llaman continuamente para consultarse temas laborales y otras cosas, se dan apoyo mutuo en caso de tener una persona subordinada conflictiva y, podría pensarse que, en caso de una celebración, si a una de esas personas le toca organizar algo para la otra, podría querer hacerle algo bonito y un poquito más especial que a los demás por ser su amiga, y se implicaría personalmente.

Hace unas semanas Sandra coincidió con Ángela, nuestra antigua jefa y amiga íntima de Diana. Sandra, que no puede ser más pánfila, cometió el error de preguntarle si iban a preparar algo para la despedida de Diana, nuestra jefa saliente. Ángela dijo que sí, pero viendo cómo se desarrollaron las cosas después, creo que lo decidió en ese mismo momento. No quedaba mucho tiempo para fin de año y aún no tenían ni fecha, ni espacio, ni lista de invitados.

Dije que Sandra cometió un error porque Ángela se tomó aquella pregunta como una oferta para colaborar. Que ya hay que tener imaginación para hacer esa deducción, pero es lo que pasa con la gente con morro. A partir de ese día empezó a acosar a Sandra para que le dijera nombres de compañeros con los que Diana se llevaba bien para invitarlos, como si ella fuera una desconocida en vez de su amiga íntima. Le endosó la tarea de decidir (ay, que me muero de la risa, decidir) qué tipo de libro de firmas regalarle: con fotos, sin fotos, escrito a mano o a ordenador, una libreta (¡una libreta!), un puñado de hojas encuadernadas (no comment)… Sandra tuvo que gestionar el pedido y conseguir las firmas en una empresa que está totalmente descentralizada porque la otra se lavó las manos.

Por supuesto, Sandra me preguntó mi opinión para cada opción que consideraba. Incluso me preguntó de quién era amiga Diana. Por favor, que no me haga reír, lo que yo tengo es la lista de la gente que la odia, y no la puedo pasar así como así. Esa sí sería una buena fiesta, todos celebrando y emborrachándonos porque al fin se larga. Llegué a detestar tanto el tema que, cuando llegó el libro de firmas, estuve a punto de tirarlo al asfalto. Y creo que debí hacerlo porque entonces Sandra se empezó a volver loca con conseguir que nuestros compañeros firmaran. Por supuesto, no hizo caso de mi sugerencia de escribir un email a la gente para que viniera a firmar a su sitio y cuando llegó el día, solo tenía media docena de firmas. Pero claro, es por estas cosas por las que a ella la han ascendido y yo sigo donde estoy, porque ella sabe pensar en la dirección correcta y decide sin dudar, con confianza.

Ya solo faltaban la sala y el catering. Ángela escogió como fecha para el sarao el día en que Diana iba a asistir a su última reunión con los jefes de grupo, así que se empeñó en que el lugar de celebración fuera en el mismo edificio. El problema es que no se puede comer y beber en todas las estancias. En ese edificio, por ejemplo, solo se puede poner catering en una estancia en el sótano (¡el sótano!), con una capacidad para veinticinco personas. Rechazó varias sugerencias de Mike, que habría podido conseguir otras salas bonitas, luminosas, aireadas y con espacio suficiente para que no nos morreáramos al meternos un canapé en la boca. Ángela dijo que no a todo como si el evento fuera para un orco y no para su amiga del alma.

Así que allá fuimos, al sótano, como quien va a las mazmorras. Apretados, con un calor insoportable (imagino que la caldera andaba por allí cerca), aunque al menos teníamos todas las bebidas que quisiéramos para capear la temperatura y el aburrimiento de esperar a que terminara la reunión.

La Rotten no quiso perdérselo, pero se negó a entrar en la habitación con la excusa de que tenía moqueta (mentira, era puro plástico) y pretendía que yo estuviera pendiente de ella. Lo que faltaba. Y estuvo a punto de joder la sorpresa porque se quedó en un descansillo por donde tenía que pasar la comitiva. No le va bien si no destaca.

Una mano y una pierna con pantis a rayas verdes y blancas, yacen bajo una silla. Al lado una botella de whisky vacía.
Toasted, de Apionid

Puedo decir que, a pesar de la temperatura alta, los apretujones y los agobios, salió bien.  Comida y bebida abundante (porque lo encargó Mike, pero al menos la jefa cutre dio el visto bueno), Sandra pudo conseguir algunas firmas para su libro, a mí me salió un ligue y encontré a gente a la que hacía siglos que no veía. Mike, Pablo, Sandra y yo casi cerramos el cotarro y los del catering me prepararon un tupper con cositas que sobraron, aunque yo solo les había pedido la tortilla.

Y diréis. ¿Y los desaires? ¿Dónde están los desaires si todo salió tan bien?

Cuando Diana entró en la sala y se encontró con todos nosotros aplaudiendo fue muy emocionante, se le saltaron las lágrimas y todos acabamos llorando por contagio (yo de alegría, otros a saber por qué). Entonces soltó un pequeño discurso, tan rebuscado que tengo la teoría de que lo tenía preparado. Estoy segura de que imaginó que le harían algo así en sus noches sin dormir y lo practicó hasta gastar la almohada para que pareciera natural.

Les agradeció a los jefes de grupo su apoyo durante todo este tiempo, un rollazo en el que no tuvo la decencia de dedicar ni un simple gracias a las personas que conformábamos su equipo, que la apoyamos de verdad en el día a día, le ayudamos en todo, le aguantamos su tiranía y sus locuras. Sé que no tendrá una palabra dedicada para mí, pero no era yo, éramos el grupo del que presumía siempre con tanto énfasis que claramente estaba tapando algo. Era Sandra, a la que esclavizó hasta sacarle la última gota de sangre. Era Mike, al que le habría hecho lo mismo si se hubiera dejado. Todas y cada una de nosotras al final la soportamos y le facilitamos las cosas, aunque no nos cayera bien.

Tampoco abrió el regalo. Sandra se lo dio dos veces. La primera quizás no era el momento, todavía estaba abrumada, agobiada por estar todo el mundo a su alrededor. La segunda, soy testigo, se fue por la tangente colgándose la bolsa de la muñeca y cambiando de tema. Aún estamos esperando las gracias por ese detalle cuya búsqueda casi me desquicia. Si lo pienso, no podía irse de otra manera: fastidiando a la gente.

viernes, 16 de diciembre de 2022

La despedida (1): La elección del regalo y los números rojos

Colgante calavera
Este es el que yo compraría
(Ilust.: FreeFunArt)
Quizás, si lleváis algún tiempo visitando estas páginas, recordéis la entrada Primera persona del plural sobre la incapacidad de Sandra para hacer cosas sola que, en su caso, está íntimamente ligada a su incapacidad para tomar decisiones. Sigue en las mismas, pero hay algo más fuerte en su personalidad que se impone a la imposibilidad de decidir: cumplir y quedar bien. En esos momentos se pone a tomar decisiones como una loca. 

Cuando nuestra jefa, Diana, anunció que se jubilaba, Sandra empezó la campaña para comprarle un regalo. Llevamos muchos años juntas, la conozco mejor que a la mayoría de mis amigas más íntimas, así que desde un principio sabía que me iba a pedir ayuda igual que sabía que no pensaba involucrarme salvo en lo esencial porque esa serpiente venenosa no se merece ni agua.

Todo este asunto me ponía del mal humor. Comenzó con un presupuesto que aumentó gracias a una trampa. Nos sugirió diez euros para el regalo y cinco para unos pinchos, pero cuando RRHH anunció que se haría un pequeño acto oficial, siguió contando con quince euros por cabeza sin consultar y eso no me gustó. Aportando diez euros conseguiríamos una cantidad suficiente para un buen regalo. Cuando le di mi parte le advertí (amenacé) que no pensaba poner ni un céntimo más. No es que yo sea cutre, lo que pasa es que a Sandra no le han cortado la luz más de una vez por llevar bien las cuentas.

viernes, 19 de octubre de 2018

Good bye, Don voz sensual

The Lovers, by Paul Day, in St. Pancras Station. Close-up
In each others’s arms, de Dewet 
Hace dos semanas recibí una llamada. Miré con miedo la pantalla. Tranquilidad, el número era de centralita. Pilar, una de las chicas que la atiende, me preguntó si me podía pasar una llamada de Fernando P.  ¡Eso no se pregunta! Y ahí estaba su voz haciéndome resbalar de la silla. Por su tono supe inmediatamente que tenía buenas noticias, que el proyecto había sido evaluado positivamente. “Si estuviera en Madrid iría ahora mismo a darte un abrazo”. Y casi muero. El problema es que ese abrazo nunca va a llegar.

Mi participación en los proyectos termina cuando la evaluación es positiva y la persona que lo gestiona recibe la carta de confirmación, me envía una copia escaneada y, en ese momento, nos despedimos. Con algunas de las personas con las que he trabajado en estos años coincido de vez en cuando, unas pocas ni me recuerdan y solo con una quedo para tomar un café y ponernos al día, aunque sea una vez al año. Esa era la excusa que tenía en mente para cuando Fernando me enviara esa carta: un café para darme lo que me debe.