12:33h.
¡Tas!
Y nos quedamos sin luz. Sin electricidad, sin internet, sin
teléfono móvil y fijo. Menos mal que estamos en un bajo y teníamos agua.
Nos reunimos todas en la zona común de la entrada y pronto
llegaron compañeras de otras plantas, incluso de otro edificio para comprobar si
el problema era sólo de su lugar de trabajo. María
tomó la iniciativa por una vez y salió para comprobar la situación. Al regresar
venía con la noticia de que en nuestra calle todo el mundo estaba igual.
Un minuto después, el conserje nos decía que había contactado
con alguien de su pueblo y estaban igual. Otro minuto después bajó la
Mofeta y nos anunció, con esa superioridad que tanto le gusta, que el
problema era en toda España (más tarde supimos que no era en toda España, sólo
que la gente se olvida de las islas, Ceuta y Melilla casi siempre) y que en su
departamento se iban a casa. Porque al principio la cobertura telefónica
funcionaba algo. Luego variaba según la compañía. Nunca fue para tirar cohetes.
En mi planta alucinábamos, pero tuve la sangre fría de tomar
una decisión unilateral: largarme de allí sin pensarlo más.