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Yes please, de Allert Aalders |
lunes, 23 de mayo de 2016
Necesidad de hablar
viernes, 13 de mayo de 2016
Embarrados y negacionistas: el derecho a estar triste y feliz solo para ellos
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Girl and grief, de x1klima |
Hace un tiempo, Rita defendía en su post Consejos vendo y para mí también tengo el
derecho a ser feliz y que no te miren mal. Porque es verdad, molesta ver felices
a los demás. Ay, las envidias y los celos (y probablemente algún que otro
desorden) cuánto daño hacen. Sin embargo, también molesta lo contrario y no por
empatía precisamente. Si la persona que ve la tristeza está viviendo un momento
de su vida extraordinario, ya ni cuento cuánto le jode. Casi casi me ha salido
un trabalenguas. Mi conclusión, la misma que para otras muchas situaciones: nos
molesta todo. ¿Acaso cuesta tanto compartir la felicidad ajena y ser empáticos
con el que está pasándolo mal? Este blog no recibe muchas visitas, pero igual
algún avispado se le ocurre pensar que por qué vengo ahora con estas historias
si hace poco escribía sobre lo molesto que es aguantar los llantos en los zulos y neozulos. Pues sí, esos
llantos son molestos porque son un exceso fingido. Y también es molesto el
egoísmo que esconden esas lágrimas, pero no voy a adelantarme.
martes, 19 de abril de 2016
Diario de Sandra (2): El ascensor
Lunes 18 de abril de
2016
15:37h
La mañana ha sido tranquila. Sandra estuvo seria, sin hablar
nada. La única vez que lo intentó quería pagar conmigo sus problemas y eso sí
que no. No sé qué cara debí de ponerle porque cerró el pico hasta ahora. Fui yo
la que rompí el silencio, en el fondo me da pena y sabía que la historia que
iba contarle la iba a hacer reír un poco porque nada más abrir la puerta vi que
había estado llorando en mi ausencia.
La historia es que el ascensor está estropeado, el noveno motivo para subir por las escaleras. Lo gracioso no es eso sino que
la semana pasada Pura, la vieja de la limpieza, se quedó encerrada una hora nada
más llegar al edificio, sobre las siete y media de la mañana. Ais, qué pena que
nuestro ascensor no sea como la cabina. A ella le hizo aun más gracia saber que Mari Pili también sufrió
encierro hoy. Y una hora más tarde, tres estudiantes, aunque como eran
desconocidos no nos hizo gracia a ninguna de las dos. Lo han clausurado. Me
imagino nuestras escaleras como las de The
Big Ban Theory, solo que con gente menos interesante y mucho más sosa.
lunes, 18 de abril de 2016
Diario de Sandra (1): viernes de lágrimas
Viernes 15 de abril de 2016
9:45h
Estoy hablando por teléfono con mi padre. El pobre siempre
me llama nada más llegar a la oficina para cerciorarse de que he llegado entera
y, sobre todo, de que el tridente esté sin rasguños y pegado a mi mesa, por si las
moscas cojoneras. Entra Sandra. Como estoy a punto de despedirme de él no salgo
para hablar. Sandra deja sus cosas y se va con el teléfono en la mano.
10.10h
Vuelve llorando. Si es que son tan predecibles, las pobres.
Siempre las mismas pautas de actuación. Sabía que lo del miércoles era solo el principio. Como ya no estoy hablando, y debe de
pensar que no tengo nada que hacer, me empieza a dar la brasa con un marrón que
le ha encasquetado nuestra jefa. No habría problema si no me consultara sobre
qué debería haber hecho: darle un corte a nuestra jefa o no. ¡Lo que me
faltaba! Esta tía tiene un problema y gordo. Si eres borde con tu jefa, atente
a las consecuencias, pero no impliques a nadie. Que encima será capaz de
decirle después de meter la pata me lo dijo Dorotea, con voz de zorrita.
viernes, 15 de abril de 2016
Llorar en la oficina: las mejores actuaciones estelares
Ay, madre, que han vuelto los viejos tiempos. No sé si es
que esta silla es mágica o tiene implantada tecnología futurista pero me parece
que he viajado en el tiempo y las antiguas situaciones culebrónicas han
desembarcado en el neozulo. Como decía una de las viejitas de mi familia: “Cogí
miedo, cuca”.
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Easily Offended, Overly Sensitive, de lookcatalog. Ilustración de Daniella Urdinlaiz |
La semana pasada leí un artículo sobre Qué hacer cuando tu compañera* empieza a llorar.
Nada más ver el título pensé que aquello iba conmigo porque una gran parte de
mis compañeras de zulo han llorado. La primera fue Ofelia. Hablaba como una
cotorra por teléfono (la principal marca de la casa), pero curiosamente salió
para atender LA llamada. No sé qué le dijeron que empezó a llorar como una
fuente. ¡Pobres árboles del patio! Era demasiado para ellos verla en ese estado,
así que entró corriendo envuelta en mocos y lágrimas para seguir con el
espectáculo a mi lado. Preocupada, hice lo que el artículo dice que no se debe
hacer: preguntar. El corte que me metió me dejó desangrada en la moqueta: “son
asuntos de familia”. Inmediatamente llegó Mari Pili corriendo lo que sus zancos
le permitieron y casi sin respirar le preguntó lo mismo. Como premio al
esfuerzo recibió un dulce “Nada Mari, no es nada, no te preocupes”. Esa segunda
respuesta me dijo mucho más que la primera, así que cuando repitió numerito
unas semanas después no recibió el aplauso que en realidad quería. Para
conseguirlo, ¿qué hizo? Sorber muy muy fuerte por la nariz, tanto, que nos
quedamos sin polvo en la moqueta. A pesar del desagradable ruido, me mantuve en
mis trece y ni una mirada, ni una. Eso se repitió una tercera vez. Mi nivel de
paciencia estaba a nivel del núcleo terrestre (no sólo por los llantos) y la
volví a ignorar. Es más, si mi actitud la disgustaba, mejor.
martes, 5 de abril de 2016
Sueño: dos novios para un diablillo
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Love is key de cosmo_71 |
Anoche tuve un sueño rarísimo y larguísimo, incluso seguí soñando después de sonar el despertador, en ese estado entre la vigilia y el sueño. Lo traigo porque está implicado un compañero de trabajo. Hace un rato me di cuenta de que el hilo conductor, la boda, vino a mi mente por el post de S. que leí ayer. El resto de elementos catastróficos y dramáticos no tengo ni idea de dónde han salido.
Es el día de mi boda. Me voy a casar con Álvaro, el compañero de curro del que hablé antes. Guapo, no muy alto, encantador. Lo conocí hace como un año aunque lleva aquí tanto como yo. Nos habremos visto ¿tres veces?, ¿cuatro? Sin embargo, desde hace una temporadita, nos cruzamos casi todos los días en el camino de ida o en el de regreso y siempre, siempre, en el mismo punto de encuentro. Un poco raro todo. Hasta me da vergüenza. En la distancia, sin palabras, las miradas son las dueñas absolutas y han establecido un juego que me pone nerviosa.
lunes, 4 de abril de 2016
Lo que me inspira la música (7): Espera bajo la lluvia
Espera en la esquina de siempre a que aparezca y pase sin
verlo, caminando como si flotara en una nube sin importarle nada lo que sucede
a ras de suelo. La lluvia lo empapa, hace tiempo que se coló por alguna rendija
al interior de sus zapatos y está empezando a traspasar el abrigo, pero la espera
vale la pena, quizás sea hoy el día en que a ella le llame la atención algo del
mundo real y al fin se dé cuenta de que coinciden cada mañana. Le da igual tener
esas pintas, empapado, el pelo aplastado contra la piel y temblando como si
tuviera miedo. Miedo de ella.
En el interior de un coche parado en el semáforo suena Non lo dirò col labbro. No sabe cómo se
titula, solo le suena la música de una peli que una de sus ex
veía una y otra vez. Luz verde. El coche avanza dejando libre su campo de
visión. Al fondo de la calle, después de la curva, aparece la figura envuelta
en un abrigo rojo, mirando a un mundo que solo existe en su mente. Se agacha para
observar algo en el suelo. Él no alcanza a ver que son las primeras amapolas de
la temporada, los pétalos empapados y aplastados unos contra otros, encorvadas
por la lluvia, temblando por el viento, como si le tuvieran miedo al frío
inesperado. La chica del abrigo rojo, ella, las toca con dulzura. Avanza un
paso y se para de nuevo. Saca su móvil del bolsillo y les hace una foto a las
delicadas flores que, sin estar en su mejor momento, anuncian ya la llegada de
la primavera.
viernes, 18 de marzo de 2016
Dos días
Dos días para las vacaciones. No tengo mucho lío y me aburro
un poco, pero tampoco soy capaz de terminar el libro que empecé para leer en el
rato de descanso. Muerte en Venecia,
un tostón, con todos mis respetos al señor Mann. He de reconocer que tiene un
par de párrafos que hacen que leerlo merezca la pena aunque el resto sea
infumable. Uno de ellos está ahora pegado a mi cpu. No me hace falta leerlo,
simplemente lo miro, sé lo que dice, me recuerda que no debo cometer el mismo
error dos veces. Y no, por dios, no se trata de enamorarme de un niño, eso es
asunto del señor Aschenbach. Lo mío es tan fácil de resolver como actuar en lugar de no
hacer nada.
Dos días. He cogido una nueva costumbre: hacer algo de
relajación (meditación me queda demasiado grande) a media tarde. Pero Sandra
también ha cogido una nueva costumbre: quedarse después de su hora. Y son
incompatibles. Qué curioso, ¿no? Que tenga que quedarse pero por las mañanas no
pare de darme el coñazo. Esa es una vieja costumbre que ha recuperado. Como Ana
ya no está en el mismo despacho que nosotras, me utiliza de amiga, de paño de
lágrimas, de terapeuta, de consejera. Espero que no me pregunte si tiene que ir
al baño o no porque lo va a pasar muy mal. ¡Por fin se va! Ah, no, está haciendo
el tiempo… qué triste no querer salir del trabajo porque tu destino es
una mierda de familia.
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Llévame lejos... usa tu magia..., de Tonymadrid Photography |
martes, 8 de marzo de 2016
La lucha del día a día
Hoy es el Día Internacional de la Mujer. Nunca me ha gustado este día. Primero porque se hace referencia a
él como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Yo aún era estudiante cuando
me preguntaba por qué las mujeres lo necesitamos si hay ya un día del
trabajador/a. ¿Y qué pasa con las que no trabajan pero están en la lucha?
Segundo, porque si es necesario que haya un día para la mujer es por algo y ese
algo da auténtico asco. Lo siento, últimamente estoy un poco negativa y muchas
cosas me dan asco. It’s beyond my control.
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R.C. Beadle, A.H. Brown, and suffragettes |
Lucho en mi día a día contra la discriminación que sufrimos.
Lucho contra las diferencias generacionales con mis padres (¡y lo que luché con
mis abuelos!); lucho contra algunas de mis compañeras de trabajo, que parece
mentira que sean mujeres y madres en el siglo XXI; lucho día a día viniendo a
trabajar como mujer joven contra algunos de mis compañeros hombres, viejos y
jóvenes; lucho contra mi prima cuando dice que una tía es una puta porque grita
cuando folla con su novio; lucho contra mi familia y sus prejuicios; en
realidad lucho contra los prejuicios en general. Y a veces no lucho y simplemente
vivo y hago lo que me da la real gana como un hombre y me da igual lo que
digan. Pero no todos somos iguales, nuestras personalidades están teñidas de
todos los colores imaginables. Por eso, por nuestra educación (con educación me
refiero a nuestras influencias, a lo que aprendemos a lo largo de la vida, no
sólo lo que nos enseñan en casa o en la escuela) y por factores externos, a
veces, no somos capaces de luchar.
viernes, 26 de febrero de 2016
Ocho razones por las que merece la pena subir escaleras (y bajarlas)
Damas, caballeros, diablos de toda clase y condición: presten atención porque voy a tener la osadía de llevarle la contraria a un gran físico en mi siguiente post defendiendo que subir tres pisos de escaleras (y bajarlos) sí merece la pena. Y además voy a tener el morro de utilizar sus propias palabras en uno de mis argumentos.
Hace unos días que estoy leyendo Por amor a la física, de Walter Lewin. Sí, el mismo que me inspiró la sexta entrega de mis minicuentos. Este señor, doctor en física, fue profesor en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y, al parecer, sus clases eran antológicas, televisadas, con unos índices de audiencia altísimos (al menos para estar orientados a minorías) y con un enlace propio en Wikipedia. Sus cursos abiertos online son de los más vistos, la gente le escribe en masa para consultarle dudas, mostrarle los resultados de sus experimentos y él responde a cada uno de ellos. Una auténtica estrella con supernova incluida (eso podéis investigarlo vosotros mismos, que me voy por las ramas).
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I see 3 office ladies, de hyperspace328 |
En el capítulo 9 del libro, “Conservación de la energía. Plus ça change...” dice que la energía que gastamos (se refiere a una persona con una actividad física moderada o incluso baja) haciendo las tareas habituales es tan pequeña que podríamos ignorarla a la hora de equilibrar lo que comemos. Creo que se refiere a que para hacer la colada o pasar la aspiradora no nos hace falta meternos una hamburguesa entre pecho y espalda. Hasta aquí de acuerdo. Es en su demostración cuando empiezan las discordancias. Pone el ejemplo de los tres pisos, justo los que yo tengo ahora hasta mi oficina.
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