Me
escribió Sara Pestes poniendo en copia a Nick, un compañero al que llevo
dos años pidiéndole unos documentos que debió entregar cuando empezó a trabajar. Ahora le han entrado las prisas, pero en
vez de contactar conmigo directamente, le escribió a ella con intenciones retorcidas
pensando que es mi superior. Entre otras dudas, preguntaba si la empresa le
pagaría un servicio privado para hacerle la gestión en su nombre en Estados
Unidos, gestión que él puede tramitar por email. Como pasaron los días de la
semana sin tener una respuesta de mi jefa, que es quien tenía que aceptar o no,
decidí que si el viernes por la mañana no la tenía, le escribiría igualmente
para responderle lo que pudiera. Nick es imbécil. Retrasándome unos días lo
fastidié y fastidié a la Pestes, que tuvo que aguantar su bombardeo de correos,
pero no quiero pasar la raya que me convierta en alguien igual a ellos.
miércoles, 15 de julio de 2020
viernes, 3 de julio de 2020
Primer acercamiento a la oficina
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379 - Tile Clock – Texture, de
Patrick Hoesly
|
El
despertador sonó a la hora de siempre, a la de siempre de antes, y me
desconcertó. Era demasiado temprano y no sabía por qué. Entonces recordé que me
tocaba prepararme rápidamente, vestirme como dios manda y salir pitando para
coger el tren. Aparentemente normal, solo que esta vez cogí un par de bolsas
para traer a casa mis cosas personales y un montón de mascarillas (y supongo
que esto es un lugar común de lo que decimos y escribimos estos días).
En
la calle mucha gente iba a cara descubierta. Dos personas, además, en vez de
alejarse de mí para mantener las distancias, se acercaron aun más mientras
intentaba alejarme. Una de ellas llegó incluso a rozarme aunque la acera estaba
para ella y para mí en ese momento. Este egoísmo, esta invasión, este pasotismo
absoluto por lo que está pasando ahí fuera me enfureció. Seguro que esta
gentuza salía todas las tardes a las ocho a aplaudir. Menos mal que al llegar
al tren, todo el mundo la llevaba. Excepto por las mascarillas, en realidad no
había en la calle nada que fuera diferente a cualquier mañana de finales de
junio o principios de julio. Incluso, ya cerca de mi trabajo, un grupo de
padres despedían a sus hijos a la puerta del autobús hacia el campamento,
exactamente igual que siempre. Me fascinó que todavía haya gente que tenga
ánimos para mandar a sus hijos... a donde sea.
jueves, 25 de junio de 2020
Covid-19, Diario de un encierro (15): Fin del estado de alarma
Lunes 15 de junio de
2020
Ayer la comunidad donde viven mis padres terminó el estado
de alarma. Es un poco raro haber dejado atrás la normalidad para venir a la
fase dos, pero como llevo una vida parecida y las cosas que hago en mi día a
día están permitidas, tampoco hay mucha diferencia. Creo que en Madrid tengo
que estar un poco más atenta a lo que toco y a lavarme las manos con más
frecuencia, pero para eso da igual la fase.
Fui a comprar algunas cosas al supermercado porque no tenía
nada y definitivamente la primera hora de la mañana es mucho mejor para salir a
caminar que la última hora de la tarde.
En cuanto al trabajo, al conectarme me encontré con una
tarea que mi jefa me pedía porque yo soy la experta y bla bla bla, pero la dejé
de lado para terminar lo que me urgía. Y se lo hice saber, si no, ¿de qué
serviría? Por la tarde, diez minutos antes de empezar, pospuso una vez más la
reunión de equipo. Poco margen, pero al menos avisó.
martes, 16 de junio de 2020
Covid-19, Diario de un encierro (14): Regreso a Madrid
Sábado 13 de junio de
2020
Llamada de un teléfono desconocido, pero no sé por qué
decidí contestar, aunque estaba a punto de conectarme a la sesión de
conversación en inglés. Era de mi banco para notificarme que habían detectado
una conexión en mi cuenta de cliente que podría ser fraudulenta. Y se me
encendió una luz. En vez de dejar que la persona hiciera las preguntas, tomé
las riendas de la conversación y empecé el interrogatorio.
Desde hace ya un tiempo utilizo una VPN para conectarme a
internet porque me preocupa un pelín mi privacidad, pero a muchas páginas y
servicios no les gustan las VPNs precisamente porque no pueden controlar al
usuario. Por ejemplo, Origin me obliga a apagarla para instalar las
actualizaciones; la búsqueda en Google presenta captchas y verificaciones
interminables; Netflix web da error con casi todos los servidores y, por no comenzar
una investigación, a veces sucumbo y me conecto sin ella; y HBO no funciona en
el móvil, aunque da un poco igual porque tampoco puedo utilizarla si quiero
enviar la reproducción, de la app que sea, a Chromecast.
viernes, 12 de junio de 2020
Covid-19, Diario de un encierro (13): Plantones telefónicos
Lunes 8 de junio de
2020
Volví al trabajo después de mi semana de permiso. Como
siempre los lunes, tocó (supuestamente) reunión. Mi jefa nos dio plantón a las tres y media. No
teníamos noticias de que fuera a convocarse a otra hora, pero alguien inventó
que era a las cuatro y la Pestes, siempre protagonista, inició la reunión dos
veces. Finalmente nuestra jefa nos dijo que quedábamos a las cuatro y media,
pero nunca apareció. Yo tampoco. Después del plantón, decidí que solo asistiría
a la reunión si la convocaba mi jefa. Tengo demasiadas cosas que hacer, tanto
laborales como personales como para ir corriendo a atender la llamada de alguien
que quiere ir de mandamás y estar en el centro de nuestras miradas. Sara Pestes
es como la princesa Margarita en The
Crown.
La rutina en mi casa ha cambiado completamente. Tras la
operación, mi padre tiene que guardar reposo. Mi madre aún tiene molestias por
su lesión, así que recae en mí una buena parte del trabajo doméstico y del
huerto. Estoy estresada por las fechas de entrega, agobiada por el examen de
inglés, estoy cansada. Todo esto me hace estar hasta el moño y estar pasota respecto
a las idioteces, incluidas las del trabajo. Y no es que mi jefa cancele esto
por gusto, pero como a la mayoría de los jefes, le importa un comino el tiempo
de sus subordinados.
viernes, 29 de mayo de 2020
Covid-19, Diario de un encierro (12): Problemas de comunicación
Viernes 22 de mayo de
2020
Sigo en viernes veintidós de mayo. Publiqué la entrada anterior un poco antes de terminar la jornada y también antes de que me llamara
mi jefa cinco minutos antes de las seis. Se lo cogí porque no habíamos podido
conectar la una con la otra en todo el día, pero me hizo llegar tarde al
veterinario diez minutos, los diez minutos que me tuvo al teléfono después de
las seis (no hace falta decir que en estos momentos la puntualidad es más
importante que nunca, pero por si acaso, lo digo).
Como pensaba, me llamó para comentarme el email de Recursos
Humanos y para hablarme de mi próximo puesto de trabajo en septiembre. Me
confirmó que no va a haber sitios para todas, pero que va a solicitar uno
permanente para mí, no solo porque mi trabajo requiere el uso de ciertos recursos
de la empresa, sino para que el departamento tenga un sitio fijo y pueda
turnarme con alguna compañera que lo necesite en un momento puntual, por
ejemplo, con Sandra. En cualquier caso, no es seguro que lo concedan.
viernes, 22 de mayo de 2020
Covid-19, Diario de un encierro (11): Incertidumbre es la nueva certeza
Lunes 18 de mayo de
2020
Por la mañana, mi jefa nos envió un email cancelando la
reunión de equipo de la tarde, aunque era una cancelación un poco rarita porque
en realidad solo se disculpaba por no poder asistir, pero nos animaba a
aparecer para mantener la normalidad. ¿Qué normalidad? ¿Me queréis decir qué
maldita normalidad puede haber en una reunión por videoconferencia que se
organiza desde que estamos confinadas, en la que a una se la escucha comer
snacks de fondo, otra aparece la mayor parte de los días repantingada en un
sofá y mandando wasaps, otra no aparece nunca porque a Teams no la da la gana
de funcionar en su ordenador personal y otra (yo) trabaja desde la casa de sus
padres en el otro extremo del país? Eso de la normalidad me tocó tanto las narices que decidí que por mis
dos ovarios no iba a aparecer. Y no aparecí. A alguien debió de sentarle mal
porque diez minutos después del inicio recibí la llamada de Sara Pestes para
que me uniera. Lo ignoré porque ella no es nadie para reclamarme nada. Si de
verdad tienen un problema con eso, que venga mi jefa y me lo diga. Jefa que,
por otro lado, cinco minutos después de empezada esa reunión, estaba mandándome
otro marrón más, mientras Sandra me envía todos los días emails de queja y
preocupación porque a ella no le manda nada y teme por su puesto de trabajo.
lunes, 18 de mayo de 2020
Covid-19, Diario de un encierro (10): El paseo
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Digitalis, de Dorotea Hyde |
He salido a pasear por primera vez. Donde viven mis padres
no hay restricción de horarios, así que salimos mi madre y yo. Enseguida me
adelanté porque ella tiene una lesión en la pierna y no seguimos el mismo
ritmo. Me gustó pasear por pasear, sentir el suave sol de la mañana mezclado
con el aire fresco y húmedo, sentir el silencio, el olor a flores. Por aquí no
hay amapolas, pero sí digitalis. Las recordaba más avanzada la primavera,
incluso en verano, pero hace tantos años que no paso esta época aquí, que está
claro que la memoria me falla.
Aunque los edificios de la universidad ya estaban abiertos apenas
encontré a nadie: un señor mayor que iba de regreso de la caminata, uno de los
farmacéuticos que iba a dejar papel al contenedor, a la panadera haciendo el
reparto y, ya casi en la puerta de mi casa, un chico corriendo. Me dijo buenos
días y le respondí, aunque no suelo saludar a los desconocidos. Todo el mundo
lo hace por aquí, pero creo que a mí me han calado las costumbres del asfalto.
viernes, 8 de mayo de 2020
Covid-19, Diario de un encierro (9): El repunte
Lunes 4 de mayo de 2020
Una vez más, lo más relevante del lunes es la reunión de departamento,
aunque la única novedad en la de hoy fue que Violeta se conectó para
presentarnos a su bebé. Está muy rico, pero como mi relación con Violeta no es
ideal, aunque sea mejor ahora que en el pasado, me dan bastante igual ella y su
hijo. También me fastidió que mi jefa usara la reunión para practicar el manejo
de Zoom. Me molesta más esta reunión periódica que las copas de Navidad o de
cumpleaños porque me hace perder tiempo que podría emplear para avanzar en mi
trabajo y, sobre todo, no tenemos nada que decirnos y acabamos contando cosas
personales y no quiero compartir nada personal con esta gente, nunca fuimos a
tomar café juntas ni vamos a hacerlo al volver y estas reuniones son el
equivalente virtual a eso.
jueves, 30 de abril de 2020
Covid-19, Diario de un encierro (8): El viaje
Lunes 27 de abril de
2020
Hoy recibí una
llamada que esperaba, pero que pensé que tardaría un poco en llegar. Mi padre
se ha puesto pachucho y tengo que ir a ayudarles. Ya tengo el billete de tren,
viajo mañana. Estoy muy preocupada. Toda la tranquilidad con que viajé en
transporte público antes del estado de alarma, se ha esfumado de pronto. ¿Y si
lo pillo y se lo llevo? Lo peor es que no puedo ponerme en cuarentena porque
tengo que acompañar a mi padre al hospital de otra ciudad. Por eso voy, porque
mi madre ahora mismo no puede llevarlo. Y con mi padre bajo mínimos tengo que
echar una mano. Todos los motivos por los que no viajé cuando esto empezó a la mierda. La única diferencia es que llevo encerrada en casa mes y medio y claramente no estoy enferma.
En el sofá ya se
amontonan algunas cosas de las que me he acordado y que no quiero que se me
olviden, sobre todo el gel y las toallitas desinfectantes. También el aro de
Pilates, pero no creo que quepa. No quiero llevar la maleta grande para pasar
un poco más desapercibida; realmente algo imposible llevando una maleta roja.
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