Parecía que la vuelta después de las vacaciones era
tranquila, hasta aburrida. Normalmente me muero de aburrimiento, las mismas
tareas día tras día, como Charlot en Tiempos modernos donde se vuelve majara en la cadena de
montaje. No me cuesta imaginarme bailando con la aceitera. Pero lo de los
últimos días era diferente, todo estaba en silencio, parecía que el edificio
estaba vacío, Sandra y Mr. Lolas no montaron ningún numerito, no se me ocurría
nada sobre lo que escribir. Hasta que llegó el martes y se desencadenó la
tormenta.
Por la tarde, a última hora, cuando la empresa estaba medio
vacía, llegó un email de la directora del departamento de Sistemas. Al parecer,
en el último año, hemos hecho millones de copias e impresiones y hemos gastado
toneladas de papel y para evitar el derroche nos dan un presupuesto de doce
euros al mes por empleado. Seiscientas (600) copias en blanco y negro u ochenta
(80) en color. Extraordinariamente se puede pedir un aumento cuando la cuenta
llegue a cero. Extraordinariamente. Ya estaba el lío armado.