13000497-she's
gone, por Theo Olfers
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Una cosa que me saca de quicio es el cotilleo.
No voy a negar que cotillear de vez en cuando me gusta, pero cuando es natural,
cuando lo haces porque ha surgido la noticia o la conversación. Como ejemplo,
algo que me pasó el lunes. Fui a la oficina de envíos internos a enviar un par
de cajas de documentos a Segovia y me encontré con una antigua compañera: Laura
M. Era una de las grandes vagas de la empresa. Se sentaba en un banco en la
puerta de su edificio a hablar por teléfono durante media hora, tan tranquila
pitillo en mano, mientras los jefes pasaban por delante. O se iba a hacer la
compra. Esto lo vi con mis propios ojos un par de veces. Iba precisamente al
edificio donde trabajaba y me la encontré con varias bolsas en cada mano. Y no
era su hora del café, esa era aparte. Se escondía en el cuarto de la
fotocopiadora al otro lado del pasillo y dejaba la recepción abandonada, así
que cuando ibas a esa oficina nunca había nadie para abrirte la puerta. Las
malas lenguas dicen que se fue sin preaviso dejando a la empresa colgada. No lo
creo. Esto funciona mal a veces, mejor dicho, no sé ni cómo salimos adelante,
pero dudo que la hubieran contratado de nuevo en esa situación. Verla me
sorprendió, de hecho en un principio no la reconocí. Y, por supuesto, cuando me
di cuenta de quién era, se lo conté a mi amiga Esther y estuvimos
despellejándola un poco, comentando precisamente sus pequeñas fechorías y que
es increíble que haya vuelto a entrar.