Mis compañeras llevan dos semanas que no callan. No puedo concentrarme,
no puedo trabajar. He tenido que hacer unas búsquedas de información, leerme
unos cuantos artículos del BOE. Me llevó como cuatro días lo que tenía que
haber hecho en uno. Tampoco podía desahogarme en mi cuenta de Twitter porque si
Sandra se pone de lado ve mi pantalla. Y se pasa todo el día de lado para
hablar con Ana. Escribir un post queda descartado por el mismo motivo. ¿Qué
hacer? Comerme los mocos. Así que he estado dos semanas sin hacer prácticamente
nada de curro, intentándolo pero sin avanzar. Ha sido como volver a los tiempos
de la Lolas pero sin sacar el cabreo a la red.
Trabajando duro, de Dorotea Hyde. |
Los importantes temas en los que emplean toda la mañana son:
el divorcio de Gwen Stefani; las Kardashian, ya sea su culo o su dinero; un
trabajito de diseño que Ana le está haciendo a Sandra; otros cotilleos, sobre
todo cotilleos, aderezados con recetas de lasaña, planes para ir de compras en
horario laboral y las carcajadas de siempre viendo vídeos. Sí, las carcajadas han
vuelto. De vez en cuando se les una la Arpía, que ha perdido el móvil y viene a
informar puntualmente de su cero avance en la búsqueda. Y la semana pasada
tuvimos que aguantar las gestiones telefónicas de Sandra poniendo en alquiler
su piso. De nueve a tres deben de estar calladas una hora discontinua.
Por esto y por otras cosas me siento una perfecta inútil. La
desmotivación reina en mi día a día aquí. Lo único que me mueve es saber que
esto paga mis clases de inglés en las que me lo paso genial y que cuando salgo
tengo un par de proyectos de lo que realmente me gusta esperándome. No sé si lo
hago bien o mal, pero al menos disfruto. En fin, que tampoco se puede esperar
mucho de un sitio en el que la señora de la limpieza habla por teléfono desde
la recepción (véase foto).