Quizás me tomo las cosas muy a pecho o quizás es que hay temas que me tocan de cerca y me superan, pero no soporto el trato que Sandra y Sara Pestes les dan a los gordos. No es que sea yo una obesa, pero siempre he tenido sobrepeso. Tengo hipotiroidismo virtual y ansiedad real, y eso hace que me cueste mucho, mucho mantenerme en forma. Cada día nado entre aguas. Las mías, en las que me veo inmensa, como si pesara cien kilos más y fuera la candidata ideal para ser la mujer de Roose Bolton, y las de los demás, en las que me ven estupenda. No sé cuál de las dos visiones distorsiona más la realidad, pero es frustrante vivir así. Sin embargo, no empiezo estas líneas para hablar de mi gordura ni de mis sufrimientos, así que giraré un poco la rueda en la otra dirección.
viernes, 29 de septiembre de 2017
viernes, 22 de septiembre de 2017
La segunda boda de Violeta
Violeta se nos ha vuelto a casar. La primera fue una boda
sencilla, cutre más bien, y triste seguro, pero eso ya lo conté en la
entrada correspondiente. Esta, en cambio, tenía que ser grandiosa. Me la
imagino como esas grandes bodas de gente que quiere aparentar lo que no es, que
intenta por un momento tocar lo que no tiene y le sale un gurruño hortera. En
mi mente se cuela, sin proponérmelo, una boda gitana.
viernes, 15 de septiembre de 2017
Primera persona del plural
Las orquídeas de la meeting room, de Dorotea Hyde |
Me he hartado de la primera persona del plural. Tanto tanto
me he hartado, que hasta he sido borde y no me gusta serlo. Demasiado tiempo escuchando
tenemos
que ir a ver el edificio nuevo, tenemos que quedar con la Rotten para tomar un
café (y luego ponerse a hablar con otra persona y ser yo la que aguanta a la
pulgas), tenemos
que aprender en qué despacho está cada uno, deberíamos aprender el
organigrama de la empresa, ¿dónde podemos ver la orden día?, deberíamos
conocerla, ¿felicitamos
a Violeta por su boda?
La carrera hacia la bordería empezó a la vuelta de las
vacaciones, el segundo día, cuando Sandra me preguntó si sabía algo de Ana y, a
continuación, soltó un “tenemos que ir a verla”. Aprecio mucho a Ana,
es de lo mejor que pasó por el zulo en mucho tiempo,
pero no es mi costumbre pasar mi jornada laboral de paseo, prefiero otras cosas
para distraerme. Y en concreto, pasar por esa oficina no me apetece un huevo.
El departamento de investigación, cuanto más lejos mejor. Como una oficina
compartida no es una casa, no sé siquiera si me pasaré por allí a menos que el
trabajo me obligue. Alguien podría decirme que se trata de cortesía, que Ana es
algo parecido a una amiga. Me da igual. Empieza a salir mi lado borde
simplemente porque Sandra me implica en algo que quiere hacer pero no quiere
hacer sola.
viernes, 1 de septiembre de 2017
Problemas con la conexión wifi. ¿Y qué?
Desde que nos mudamos a la Meeting Room venimos luchando
contra una pequeñita dificultad: apenas hay cobertura wifi. He escrito la
oración anterior en primera persona del plural por cortesía. Son Sandra y Sara
pestes quienes lo sufren, luchan contra la adversidad y se quejan, sobre todo
se quejan. Mucho.
A mí me da igual que haya o no haya… Y ya está el angelito
sentado en el hombro derecho obligándome a confesar que en los primeros días,
mientras no conectaron nuestros ordenadores a la red, me resultó muy útil que mi
PC utilizara su antenita receptora por una vez, aunque era un poco molesto que
la señal se perdiera cada dos por tres. Claro, solo un par de días, nada
comparable a dos meses. Ocho semanas viendo vídeos a trompicones, sesenta días
despilfarrando su dinero para chatear. Imaginad lo desesperada que estaba
Sandra en julio, la tensión acumulándose en una de las venas de su cuello,
hasta que ya no pudo aguantar más y descargó la energía enviando una incidencia
a IT sin comentárnoslo ni a la Pestes y ni a mí. Sandra es de las que necesita
la aprobación de los demás hasta para hacer sus cosas pero, curiosamente,
contradiciendo esa dependencia para la toma de decisiones, le encanta montar
pollos a quien cree por debajo de ella o cree que debería servirla. Humillar
para sentirse algo.
viernes, 7 de julio de 2017
Semana de encuentros inesperados
La Rotten, un personaje del que he hablado muchísimo en el
blog porque me las hizo pasar canutas, vuelve a hacer acto de presencia. No
llegó a irse del todo de mi vida. De vez en cuando me llama con la excusa de
preguntarme qué tal estoy para que yo devuelva la pregunta y contarme todas sus
historias pulguiles. “No quiero hablar de eso”, pero siempre, siempre, acaba en
ese punto monopolizando la conversación. Por suerte las llamadas son poco
frecuentes y se acabaron las visitas sorpresas, aunque nadie sabe a quién se
puede encontrar más allá de las fronteras de la empresa.
lunes, 19 de junio de 2017
Una dedicatoria a las miradas
Me encanta hablar de miradas. Si alguien se pasa por aquí de
vez en cuando, lo sabrá, aunque hace algo más de año y medio que no incluyo un
post en esa
etiqueta. Esta será la séptima entrada en “Miradas”, unas cuantas más si
busco “mirada” o “miradas” en el contenido, además de las que no incluyen la
palabra pero hablan sobre el tema. No solo me gusta hablar de ellas, también
otorgarlas y recibirlas, aunque a veces la timidez me impida expresarme todo lo
que quisiera y simplemente me quedo en un estado neutral y aburrido que me hace
parecer sosa o desinteresada. En cualquier caso, las buenas miradas son de las
pocas cosas que hacen más llevadera la jornada.
Los ojos hablan por nosotros, incluso dicen cosas sin que
nos demos cuenta, sin permiso. No tienen por qué ser tímidos y pocas veces son
mentirosos aunque nosotros lo seamos. Tampoco hace falta mentir, sino estar en
una situación delicada, querer ocultar algo y zas, movimiento de ojos que ya
nos ha delatado. Y aunque hay miradas que asesinan y sería preferible
evitarlas, es un alivio, en esas situaciones en que no se sabe qué decir, que
los ojos digan te comprendo, no te preocupes, todo se va a solucionar, estaré a
tu lado, lo siento mucho. Es una maravilla, que puede llegar al éxtasis en
ocasiones, encontrarse a alguien que con un brillo especial te diga: eres
guapísim@, quiero seguirte al fin del mundo, me pones un montón, echaría un
polvo contigo ahora mismo, te quiero. Únicamente con las chispitas que salen de
su iris, con una casi imperceptible dilatación en la pupila pueden hacernos
temblar; con un ligerísimo movimiento visual recorren tu cuerpo y te hacen
olvidar lo que está pasando a tu alrededor. ¿Nunca habéis sentido eso?
martes, 23 de mayo de 2017
Subida de temperaturas para el verano
De pronto tengo calor. No por la temperatura ambiente ni por
una insolación, aunque todo contribuye a ponerme al borde de una calentura de
las gordas. La causa, debo confesar, es el maromo que está ahora mismo en la
puerta del recinto, con traje azul marino y camisa blanca. Venga, voy a ser sincera, ahora mismo no tiene la chaqueta, pero eso está muy cerca de que se quite la camisa también y me pone en una situación hormonal delicada.
Sin título, de Daniel Sivinjski |
No es especialmente
guapo, no es muy alto y podría cambiarse el corte del pelo, ¿será, entonces,
por el uniforme? A mí me van mucho los uniformados, pero siempre he sido más de
marinos, policías y guardias civiles con traje de montar, con esos
pantaloncitos ajustados y botas altas marcándolo todo. Uf, me pongo mala de
pensarlo. ¿Veis? Sigo caminando hacia el límite. Si escribiera con pluma, la tinta se habría corrido por todo el
papel.
viernes, 5 de mayo de 2017
Picores: el síndrome de las mudanzas no deseadas
Fue un pequeño susto. El miércoles cogí el tren como siempre
para volver a casa y sentí un cosquilleo en mi mejilla, como la caricia de un
delicado fantasma. Me toqué suavemente, casi con pudor y, al mirarme los dedos
vi un pequeño bichillo de una especie que desconocía (no, no raro, es que no
tengo ni idea de bichos). Hacía un poco de calor, sudaba por el esfuerzo previo
y todo empezó a picarme. La caricia en la mejilla se extendió por todo el
cuerpo en pocos segundos y se convirtió en urticaria sin contemplaciones. Y con
la urticaria vinieron los recuerdos: la Rotten
y su mudanza, las pulgas imaginarias, los sarpullidos, la locura del grupo…
viernes, 28 de abril de 2017
El secreto de la nueva mudanza
Ayer recibí una llamada de mi jefa: nos mudábamos. Y empezó
el culebrón. En esa llamada me dijo que el cambio de oficina era inminente, que
pidiera cajas y embalara porque el viernes siguiente (y yo entendí el cinco de
mayo) tenía que estar todo listo. Casi me da un pasmo. No solo porque todo era
demasiado apresurado, sino porque irme del edificio donde he pasado la mayor
parte de mi tiempo de los últimos nueve años, supone un enorme cambio y una
tristeza.
viernes, 7 de abril de 2017
La banda sonora de los libros
Como siempre, la última semana antes de las vacaciones se
hace eterna. Pensamos más en los viajes, las maletas, los planes que se van a
organizar se viaje o no, intentamos no perder ni un pronóstico del tiempo. Esta
vez, en mi caso, a todas estas “preocupaciones” se les han unido dos variantes
excepcionales: el último tramo de mi convalecencia y la pérdida de uno de mis
pendrives. La recuperación ha ido a buen ritmo pero los antibióticos me han
dejado hecha polvo. Hacía tantos años que no los tomaba que ya no recordaba
cómo te quedas cuando terminas el tratamiento. Dos días después, se me siguen
cerrando los ojos incluso tecleando. Y lo del pendrive… bueno, eso me ha
fastidiado de veras.
The Boss tocando para Nosotros, los de entonces.
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