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viernes, 5 de abril de 2019

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Dos novias
Fotografía sin título, de Simon Laroche
Cuando durante una conversación alguien me muestra rechazo radical hacia los homosexuales, tiendo a sospechar que esa persona no está del todo reconciliada con su sexualidad, que niega ese porcentaje de atracción hacia su mismo sexo que tiene una buena parte de la población heterosexual. En la oficina es un tema que trato de evitar porque mis compañeras son bastante intolerantes y me ponen enferma sus comentarios, además, tras una discusión, siempre queda tensión y mal rollo y de esto tenemos suficiente. A Sara Pestes no la tengo tan calada, pero después de muchos años de observación, estoy convencida de que Sandra es bastante lésbica, también que tiene ese lado absolutamente reprimido y que le sale en forma de unos ramalazos rarunos, a veces fuera de lugar.

viernes, 29 de septiembre de 2017

Asco a la obesidad

Quizás me tomo las cosas muy a pecho o quizás es que hay temas que me tocan de cerca y me superan, pero no soporto el trato que Sandra y Sara Pestes les dan a los gordos. No es que sea yo una obesa, pero siempre he tenido sobrepeso. Tengo hipotiroidismo virtual y ansiedad real, y eso hace que me cueste mucho, mucho mantenerme en forma. Cada día nado entre aguas. Las mías, en las que me veo inmensa, como si pesara cien kilos más y fuera la candidata ideal para ser la mujer de Roose Bolton, y las de los demás, en las que me ven estupenda. No sé cuál de las dos visiones distorsiona más la realidad, pero es frustrante vivir así. Sin embargo, no empiezo estas líneas para hablar de mi gordura ni de mis sufrimientos, así que giraré un poco la rueda en la otra dirección.

viernes, 20 de enero de 2017

El pájaro y la gata

La primera semana de trabajo del año vino acompañada de una visita sorpresa, una que no esperaba: el Pájaro en persona. Este hombre es demasiado ambiguo para un diablillo de décima categoría, no consigo descifrarlo. Pensé que no aparecería por aquí de nuevo y lo hizo. Lo peor de todo es que nada más felicitarnos el año, se acercó corriendo a mí, se acordó de mi nombre y me dio dos besos y medio achuchón. Demasiado. Me dio un pasmo y a Sandra dos porque la saludó de lejos y con un leve gesto con la mano. La justicia de los dioses. En ese instante, ella habría querido estar en mi lugar y de paso achucharlo ella también y yo habría preferido recibir ese inocente e higiénico saludito.