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viernes, 30 de agosto de 2019

Un año de incertidumbre

Comencé a escribir esta entrada día y medio antes de las vacaciones. No veía el momento de que llegaran. Siempre es igual: las mismas ansias, el mismo cansancio, el mismo calor que me hace desfallecer y perder fuerzas. Año a año lo siento peor. Será la edad que me hace más gruñona, más intolerante y a mis compañeras más insoportables.

Turning Torso Building, Malmo (Sweden)
Turning Torso, de Bert Kaufmann
El curso pasado fue muy intenso, más que el anterior, aunque ya estábamos juntas las tres. El espacio se redujo a menos de la mitad, las quejas entraban por uno de mis oídos, salían por el otro, pero en vez de perderse en el espacio, rebotaban en la pared y volvían a entrar. Así una y otra vez hasta que al fin llegaba la hora de salida y podía desconectar. Ahora, en este inicio de curso no puedo evitar pensar, aunque lo intento, en que quizás todo eso desaparezca en un año. Es muy probable que nos mudemos a un nuevo edificio y, aunque no estoy a gusto donde trabajo, es inevitable hacer cábalas sobre el tema estrella en la empresa. Si no son Sandra y Sara Pestes, son las de la clase de inglés, las chicas de la limpieza hambrientas de información o alguien a quien acabas de conocer y quiere romper el hielo: ¿sabes si te quedas aquí?, ¿te toca mudarte?, ¿te toca ir a la torre? 

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Mudanzas, cambios y caos varios


Escritorio abandonado
Büroarbeitsplatz, de Masine 
Llevamos un mes de trabajo, cinco semanas estresantes y caóticas, con muchas peticiones de información a nuestro departamento y muchos cambios, empezando por la nueva oficina, aunque no creo que este sea el más significativo.

Hemos bajado una planta, nuestra puerta da a un pasillo en vez de a un vestíbulo y nos han quitado espacio, casi la mitad, pero tenemos mesas individuales, nos podemos organizar mejor y nuestro espacio es nuestro. Adiós a la puerta secreta y al ir y venir de personal de mantenimiento. Por si ese trajín no fuera suficiente, la mesa de reuniones me ahogaba, una mole blanca de altura dañina para trabajar. Creo que física y espacialmente estoy mejor, eso sí, nada de estantería. Se empeñaron en decir que nos agobiaríamos por la falta de espacio, pero solo fue una excusa para no ponerla. Así que he tenido que okupar lo que he podido. Tengo que reconocer que al final esta opción no ha estado mal porque, ya que invadí un armario, ¿por qué no invadir dos? No solo organicé mi material de trabajo sino también el archivo. 

martes, 23 de mayo de 2017

Subida de temperaturas para el verano

De pronto tengo calor. No por la temperatura ambiente ni por una insolación, aunque todo contribuye a ponerme al borde de una calentura de las gordas. La causa, debo confesar, es el maromo que está ahora mismo en la puerta del recinto, con traje azul marino y camisa blanca. Venga, voy a ser sincera, ahora mismo no tiene la chaqueta, pero eso está muy cerca de que se quite la camisa también y me pone en una situación hormonal delicada.

Maniquí en la puerta de una tienda
Sin título, de Daniel Sivinjski
No es especialmente guapo, no es muy alto y podría cambiarse el corte del pelo, ¿será, entonces, por el uniforme? A mí me van mucho los uniformados, pero siempre he sido más de marinos, policías y guardias civiles con traje de montar, con esos pantaloncitos ajustados y botas altas marcándolo todo. Uf, me pongo mala de pensarlo. ¿Veis? Sigo caminando hacia el límite. Si escribiera con pluma, la tinta se habría corrido por todo el papel.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Diario de Sandra (3): comida de Navidad

Lunes 12 de diciembre de 2016

15:52h

Salimos de la comida de Navidad. Sandra ha estado callada prácticamente todo el tiempo, incluso antes del gran anuncio en los postres. Nunca la había visto fuera del zulo, con otra gente que no fueran Ana y la Rotten. Parecía metida en su cascarón. No es que yo hablara mucho, no tenía nada que decir en la mayoría de conversaciones que sobrevolaban la mesa, pero ella no solo estaba callada sino que podía ver cómo se encogía a mi lado.

La calle. Nuestras compañeras hablando. Ella y yo en silencio, incómodas. Incómodas porque sé que ella está a punto de manchar las bragas del susto. Se lo noté sin verle la cara. Quiere ocultar la verdad, fingir que todo va bien, pero a mí hay poco que pueda ocultarme. Su actitud forzada para tapar lo que realmente le pasa por dentro me ha enseñado a leerla como un libro abierto. Si se comportara de manera sincera, probablemente no sabría qué pasa por su cabeza, habría un pequeño espacio para la improvisación y los imprevistos. Tendremos un comienzo de año movido. Sí, bueno, por decir algo. Silencio otra vez.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Diario de Jekyll (2): Comida de Navidad

Miércoles 7 de diciembre de 2016

12:20h

Luces de árbol de navidad
Office CHRISTmas Tree, de Daniel Go
Me llama mi jefa. Ha pensado que el lunes que viene podríamos comer, con Sandra y Sara Pestes. Es decir, las cuatro del departamento, sin contar al super jefe y a Violeta. Qué raro. En nueve años nunca hemos tenido comida, ni cena de Navidad. Cada edificio o departamento (depende de dónde estemos ubicados) celebra su fiesta particular y siempre a cargo de los empleados. En mi primera Navidad mi jefa organizó unos pinchos para los del edificio, como hacía siempre. En la segunda, ella no pudo y nos encargamos Inés miradas indiscretas y yo. En la tercera pensamos que deberían tomarnos el relevo. Nadie lo hizo. Así que es algo de lo que me he librado todo este tiempo, porque esa tercera Navidad coincidió con la llegada de gente nueva y el enrarecimiento del ambiente.