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martes, 21 de enero de 2020

¿Se avecina mudanza?


Fachada de un edificio de oficinas
The Office, de John
Hace unos meses escribí sobre la mudanza del curso que viene, el tema estrella que tiene a todo el mundo loco y a mí harta. No pensaba escribir de nuevo hasta que el cambio fuera efectivo, pero ha habido tantas novedades que se han quedado viejas.

Primero nos dijeron que no íbamos al edificio nuevo, que el edificio donde trabajamos ahora se cerraría y que al personal de mi departamento le habían asignado puestos en un piso de oficinas muy cool en una avenida con solera. Pasaron dos meses hasta que llegaron nuevas noticias completamente diferentes. Y en esos dos meses Sandra me calentó la cabeza hasta casi hacerla estallar.

viernes, 17 de mayo de 2019

De versión en versión (1): El perfil de Mike

Compañeros de trabajo cotilleando
Advice, de Eric Molinsky para CALI Lesson
Dorotea:

Mike es calvo, flaco, tiene los ojos marrones y usa gafas de metal gris. Nos conocimos cuando vino a su entrevista, supongo que no se acordará. Diría que se acerca a los cuarenta, aunque probablemente la calvicie lo haga parecer mayor. Es callado pero simpático, tiene una voz suave y su risa es contagiosa. Habla inglés con acento americano porque su padre es de Estados Unidos, su madre española. Tiene su puesto de trabajo en la última planta y las dos veces que subí desde que llegó, vi un libro sobre su mesa. De vez en cuando nos encontramos en la cocina y charlamos un rato.

Cuando supimos de su llegada, a mis compañeras les alegró muchísimo. Creo que eran sinceras porque escondían un pensamiento malévolo: lo imaginaban como su secretario y no el de nuestra jefa y eso hacía que echaran las cuentas de la lechera y los números les cuadraran. Sin embargo, mi jefa les paró los pies, lo acaparó y se les rompió el cántaro. Sandra pudo pegar los añicos, Sara Pestes, más bruta, no pudo hacer nada con el suyo. Y Mike, aunque colabora con ellas en algunas cosas, se dedica sobre todo a proyectos de Diana. Lo que a mí me parece lógico, a la Pestes la enerva y Sandra lo va llevando porque de vez en cuando le pide ayuda delicadamente con alguna tarea, pero está a la defensiva y aún no sé por qué (en realidad sí, pero no tengo pruebas).

viernes, 23 de octubre de 2015

Soy una cotilla: la invasión de los despachos

Prank, de Petrr
Prank, de Petrr
Voy a cotillear por el simple placer de hacerlo. Jekyll no es cotilla por naturaleza. Le gusta comentar cosas cuando vienen al caso, pero no va recorriendo las metas volantes a ver si le dan más puntos que a nadie por llegar primera con la noticia. A mí en cambio, me gusta bastante despotricar en este blog. Todo sea por que la salud mental de Jekyll se mantenga intacta.

Hoy pillaron a Sandra en una travesura. A principios de año murió su padre. Algo pasó en ese viaje porque, desde su regreso, empezó a salir a mediodía para hablar por teléfono. Ha hablado de todo en el zulo, quizás no tanto como la Lolas, tampoco conversaciones subidas de tono como ella, pero sí temas que debería dejar zanjados en su casa, incluido el pago de la luz para no quedarse sin calefacción en invierno. Al principio pensaba que subía al despacho de nuestra jefa, hasta que me fijé en algunos detalles que poco a poco dejó de esconder. El primero, la frecuencia. No era normal que subiera todos los días en la hora de la comida y además estuviera fuera tanto tiempo. No llevaba la libreta de notas, iba con el teléfono en la mano y los auriculares puestos y subía incluso el miércoles, el día que nuestra jefa iba al gimnasio. Cuando tuve claro que se iba a cotorrear me llamó la atención que no saliera con el abrigo puesto. Estábamos en febrero y ella no sale sin chaqueta ni con cuarenta grados. Entonces, ¿dónde se metía?

jueves, 9 de julio de 2015

Tensión por unas rosas


13000497-she's gone, por Theo Olfers
13000497-she's gone, por Theo Olfers 
Una cosa que me saca de quicio es el cotilleo. No voy a negar que cotillear de vez en cuando me gusta, pero cuando es natural, cuando lo haces porque ha surgido la noticia o la conversación. Como ejemplo, algo que me pasó el lunes. Fui a la oficina de envíos internos a enviar un par de cajas de documentos a Segovia y me encontré con una antigua compañera: Laura M. Era una de las grandes vagas de la empresa. Se sentaba en un banco en la puerta de su edificio a hablar por teléfono durante media hora, tan tranquila pitillo en mano, mientras los jefes pasaban por delante. O se iba a hacer la compra. Esto lo vi con mis propios ojos un par de veces. Iba precisamente al edificio donde trabajaba y me la encontré con varias bolsas en cada mano. Y no era su hora del café, esa era aparte. Se escondía en el cuarto de la fotocopiadora al otro lado del pasillo y dejaba la recepción abandonada, así que cuando ibas a esa oficina nunca había nadie para abrirte la puerta. Las malas lenguas dicen que se fue sin preaviso dejando a la empresa colgada. No lo creo. Esto funciona mal a veces, mejor dicho, no sé ni cómo salimos adelante, pero dudo que la hubieran contratado de nuevo en esa situación. Verla me sorprendió, de hecho en un principio no la reconocí. Y, por supuesto, cuando me di cuenta de quién era, se lo conté a mi amiga Esther y estuvimos despellejándola un poco, comentando precisamente sus pequeñas fechorías y que es increíble que haya vuelto a entrar.