Mister Lolas nos ha dejado. Aunque quizás debería empezar
diciendo que ya no es Mister Lolas, así que voy a llamarle por su nombre, que
se lo merece. Óscar. Me da pena. Primero porque me caía bien, aunque apenas
hablaba con él. Segundo porque con todo lo que sé de y por su mujer, me daba un
poco de lástima, la lástima me llevaba a la compasión y la compasión a la
empatía. Tercero, por egoísmo, porque sin él, ¿a quién se va a agarrar Sandra? Pues
a mí. Tendré que empezar a traer tacones de nuevo para pisotearle de vez en
cuando los dedos gordos de los pies.
Ayer, antes de quitarse el abrigo, ya me atacó con la
noticia que ella conocía desde hacía días. Desde el momento en que lo supo, no
paró de insistirle al pobre chaval para que me lo dijera y así poder cotillear
conmigo. Y él nada. Según lo que me dijo, la pone enferma, no lo soporta, odia
tener que arrancarle las palabras. Todas sabemos que es mentira, pero si ella
se lo cree, adelante, cada uno busca su propia felicidad como puede.