Lunes 8 de junio de
2020
Volví al trabajo después de mi semana de permiso. Como
siempre los lunes, tocó (supuestamente) reunión. Mi jefa nos dio plantón a las tres y media. No
teníamos noticias de que fuera a convocarse a otra hora, pero alguien inventó
que era a las cuatro y la Pestes, siempre protagonista, inició la reunión dos
veces. Finalmente nuestra jefa nos dijo que quedábamos a las cuatro y media,
pero nunca apareció. Yo tampoco. Después del plantón, decidí que solo asistiría
a la reunión si la convocaba mi jefa. Tengo demasiadas cosas que hacer, tanto
laborales como personales como para ir corriendo a atender la llamada de alguien
que quiere ir de mandamás y estar en el centro de nuestras miradas. Sara Pestes
es como la princesa Margarita en The
Crown.
La rutina en mi casa ha cambiado completamente. Tras la
operación, mi padre tiene que guardar reposo. Mi madre aún tiene molestias por
su lesión, así que recae en mí una buena parte del trabajo doméstico y del
huerto. Estoy estresada por las fechas de entrega, agobiada por el examen de
inglés, estoy cansada. Todo esto me hace estar hasta el moño y estar pasota respecto
a las idioteces, incluidas las del trabajo. Y no es que mi jefa cancele esto
por gusto, pero como a la mayoría de los jefes, le importa un comino el tiempo
de sus subordinados.