Hoy me han echado una bronca del copón. Hacía como cuatro o
cinco años que no pasaba y lo más gracioso de todo es que no me la ha echado
ninguno de mis jefes sino la directora del registro. Gracias a esta incidencia
he descubierto que esta es otra
de esas con una personalidad diminuta y que se ha cebado conmigo porque
puede. Sin ser mi jefa directa, tiene una posición superior a la mía. No sé si
ha dormido mal, si su marido le ha negado un polvo, si sospecha que su mujer la
engaña o acaba de descubrir que su hijo fuma porros. El caso es que la excusa
para ponerse como un basilisco era muy pequeña. Ni siquiera ha debido
molestarse por algo que es su trabajo, pero como en muchas otras empresas, en
la mía la ley que lo rige casi todo es la Ley del Escaqueo.
viernes, 2 de diciembre de 2016
viernes, 18 de noviembre de 2016
No soy Jane Doe, mi nombre es Dorotea Hyde.
"Hoy en día todo trabajador de empresa es marketing e imagen de la misma" #18jgi
— Julián Marquina (@JulianMarquina) 10 de noviembre de 2016
Cuando llegué a esta empresa me llamó la atención que no
todos los despachos estaban identificados. Los que no tenían el nombre de su
ocupante junto a la puerta eran en muchas ocasiones un gran misterio. Puertas
cerradas que, según mi volátil imaginación, ocultaban negocios ilícitos,
espionajes industriales, personajes inventados, polvos furtivos… La realidad es
que esas personas eran “nadie”.
viernes, 4 de noviembre de 2016
Un mal día
Esta noche me cogió el frío y me levanté con dolor de
espalda, justo en el punto que se contracturó hace un año en el
accidente de bici. Me costó levantarme, pero después de hacer unos
estiramientos, pude moverme. El dolor está siendo un compañero inseparable, al
menos hasta que por la noche pueda tomarme una pastillita.
Wie Musik Grenzen überwindet,
|
La salida de la estación fue una odisea. En el andén, siempre
voy contra la marea de gente. Nadie se aparta. Yo tampoco, a ver si me voy a
caer a la vía porque vengan cinco personas contra mí. Hoy menos. Cualquier
mínimo movimiento de desplazamiento era imposible. Aun así, subí
a pie el primer tramo de escaleras. No, esta vez no era por mantener la
línea. Bueno, qué porras, un poco sí que era por eso, pero cuando llegué al
segundo, me sentía tan incómoda, que sucumbí y me monté en las mecánicas. Por mis entradas anteriores, no sé
si queda lo suficientemente claro que soy normal, por si acaso,
aclararé que no tengo ojos en la parte trasera de mi cabeza. Como los demás,
tengo únicamente los dos de la cara. A veces giro un poco el cuello para mirar
de reojo si puedo “cambiar de carril”, pero es absolutamente imposible que
pueda ver lo que viene detrás de mí. Esta aclaración va por la chica del chelo
que subió en esas escaleras mecánicas por el hueco de la izquierda, a pie, apurada.
viernes, 28 de octubre de 2016
Los hombres de La Otra
Cuando Sandra llegó al zulo aún estaba la Lolas. Por aquella
época yo les contaba a mis amigos las aventuras de aquella peculiar mujer, pero
como Sandra empezó también a hacer de las suyas, enseguida sus anécdotas acompañaron
a las de la Lolas. Mis amigos preguntaban ¿Eso también lo hizo la Lolas? No, La
Otra. Y La Otra le quedó, excepto en el blog, donde es Sandra.
Silhouettes, de Nikos Koutoulas |
Han pasado unos cuatro años y de pronto, sin avisar, aquella
época volvió a nosotras. Muy alterada, qué fuerte, qué fuerte, y su mano
moviéndose como si quisiera darme mil tortas, me anunció que Mr. Lolas acababa
de enviarle un wasap. “¡Se ha casado y vuelve a España!”. Cómo le brillaron los
ojos en aquel momento. Puede que su candidato a amante esté casado otra vez,
pero ella se ilusionó con su regreso como si le dijera que venía a verla. Lástima
que se vaya a Alicante. “Pasará por Madrid de camino, ¿no?”. Lo que yo decía,
ilusionada.
viernes, 14 de octubre de 2016
La boda de Violeta
ca_20150210_008, de Costică Acsinte Archive |
Violeta se ha casado. Estaba tan desesperada que se
presentaba diciendo hola, soy Violeta y quiero casarme y tener hijos porque se
me va a pasar el arroz, como si estuviera en una sesión de alcohólicos anónimos.
Le da igual ser buena en algo, esa era su única meta en la vida. Cosas
educacionales. Después de mucho insistirle a su novio, con el que está
desde hace once años y convive desde hace unos cinco, el muchachín se
arrodilló, sacó un anillo y, entre lágrimas (de ella), le pidió que fuera su
esposa. El sábado pasado cumplió parte de su sueño. Celebraron la boda civil, únicamente
“para la familia”, luego los invitaron a un banquete con tarta nupcial. Ella
con vestido blanco, sencillo pero con cola. Será el verano que viene cuando
celebren la boda religiosa en el país de Violeta y se ponga “vestido de
princesa”, organice una boda de cuento de hadas con miles de flores y un fotógrafo
de verdad.
viernes, 7 de octubre de 2016
¿Pasos para calentar una pizza?
Tengo que reconocer que me he equivocado. Mi radar ha
fallado. No voy a decir estrepitosamente. No de momento. Acabo de saber que el
nuevo tiene un hijo con una mujer, aunque eso no quiera decir mucho. Lo triste
del caso es que no parece muy afectado (siendo generosa al describirlo) por no
vivir en la misma ciudad que él y apenas verlo. Eso me dice mucho de él como
persona. No sé por qué me siento tan triste por ese niño que no conozco, no
entiendo por qué al oírselo decir se me puso una cosa en el estómago.
Father and son, de Guilherme Nicholas |
viernes, 30 de septiembre de 2016
La quinta semana
Quinta semana de trabajo. Me ha costado un mundo encontrar
algo sobre lo que escribir. Al tema de la
entrada anterior le di muchas vueltas, pero era algo de mi vida privada.
Hasta que Sandra no me enseñó las fotos de su fiesta de cumpleaños, no tenía
ningún elemento para relacionarlo con la ofi y publicarlo. Y de pronto, los
acontecimientos se acumulan.
Man in the machine, de torbakhopper |
Primero Violeta, la secretaria del super jefe, nos envía un
email invitación para su despedida de soltera. Unas cañas al salir de trabajar
un viernes. Pues yo, si no es despiporre y con unos tíos en bolas, paso. Mi
clase de Pilates no la cancelo nada más que por urgencias. Sí, un tío en bolas
es una emergencia. Sé que es un topicazo, pero a mí no me espera un maromo en
casa con la cena hecha y llevando solo un delantal [Shhh, esto es secreto: a
ellas tampoco]. Lo curioso de esta invitación es que apenas la conozco. Le ayudé un
poco cuando llegó, y nos hemos tomado… ¿cuatro cafés en año y medio? Con
Ana solo ha tomado dos y también la ha invitado. Debo de ser huraña. Si me casara, no haría
despedida de soltera en el trabajo, pero en caso de hacerla, no la invitaría
porque no tengo ninguna confianza con ella. Quedamos esta mañana para un café
sustituto de las cañas. Afortunadamente tanto ella como Sandra tenían que
entregarle un trabajo a mi jefa así que fue corto a la fuerza. Lo agradecí.
Sólo le dio tiempo a enseñarnos el vestido y poco más. Nada que me interese. En
cambio Sandra y Ana hablaron más tarde por teléfono y la despellejaron al
estilo Bolton. ¡Uf!
viernes, 16 de septiembre de 2016
Reflexiones: el machismo que no se ve
Hace unas semanas leí en algún sitio en la red que al
parecer se montó un revuelo tremendo porque el
hijo de Charlize Theron se disfrazó con una peluca de Elsa, la princesa de Frozen. Podría decir que me da igual de
qué se vista ese niño, en cierto modo es así, pero por otro lado me hago la
pregunta ¿por qué no puede vestirse de Elsa? ¿Tan aberrante es que un niño se
disfrace de niña cuando es absolutamente normal que una niña se disfrace de niño?
Yo me disfracé de princesa un año, pero también de payaso, y de chino, y de gran
inquisidor. En este último no me hace falta remarcar el masculino en negrita
porque nunca hubo una gran inquisidora.
Untitled, de Giuseppe Milo |
Hace poco más de una semana quedé con una amiga escritora.
Las dos estamos peleando por terminar un guion de largo. Le pasé una de las
obras que estoy escribiendo y me señaló un par de diálogos que le parecían
sexistas. Mientras los escribía me daba cuenta de que lo eran, pero cuando escribo
la primera versión no pongo filtros de ningún tipo. Tampoco sería extraño que
ese carácter sexista pasara inadvertido. Es algo escondido en un nivel mucho
más profundo de mi yo consciente, algo que mamamos desde que somos pequeños,
que nos rodea. Aunque cuando se forma nuestra personalidad adulta podemos
rebelarnos contra la herencia social, sale en ocasiones como esa, y sale
porque está ahí aunque no lo veamos.
viernes, 29 de julio de 2016
A vueltas con el destino
Yamam y yo empezamos a trabajar aquí el mismo día, los dos
en el mismo edificio, yo en el primer piso, él en el segundo. Cuando me crucé
con él la primera vez le dije hola y él me contestó hello y esa descoordinación
idiomática, marcaría nuestra no-relación el tiempo que estuvo en España.
Durante nuestros primeros cinco meses, cuando nos encontrábamos fugazmente en
la fotocopiadora o las escaleras, lo único que salía de nuestras bocas era mi
hola y su hello. Entonces, por sorpresa, en una fiesta que organizaron como
babyshower para mi jefa, se acercó a mí con una sonrisa encantadora, luchando
contra su timidez, y ¡quién lo iba a decir!, empezó a flirtear conmigo. En ese
momento no sabía dónde meterme. Tener que hablar en inglés con un hombre
encantador era demasiado para mí, eso sin saber que su intención era ligar. Ya
he comentado en otra ocasión que como
no suenen sirenas, no me entero de las proposiciones (in)decentes. No sé si
fue su sonrisa, su timidez o que al día siguiente una amiga me expuso con
claridad la realidad del asunto, pero empecé a sentir algo por él.
To know real love is to find peace, de Jamie McCaffrey
|
Aquella época no fue la mejor para mí en lo personal. Tenía
una especie de acosador que me amargó la vida durante tres años, hasta que dejé
el grupo que ambos frecuentábamos. Mi autoestima estaba minada, mi confianza en
los demás más minada todavía. No quería ni podía estar con nadie porque era
imposible para mí creer que alguien que estuviera conmigo me fuera a tratar
bien. Así que, aunque Yamam hizo sus intentos, nunca consiguió la respuesta que
deseaba. A mis problemas hay que añadir que el pobre seguía comunicándose en
inglés, yo me bloqueaba, me tiraba infusiones ardientes por encima de lo
nerviosa que me ponía y decía tonterías incompresibles que le hacían retirarse
con el rabo entre las piernas. Como veis, la
metedura de pata con el italiano buenorro no fue la primera cagada.
viernes, 22 de julio de 2016
Una jaqueca y un moratón
EightThirtyTwo, de Corey Ramsey |
La estación está prácticamente vacía cuando llego. Adelanto
a dos mujeres en las escaleras, madre e hija. Cuando suben al andén se pegan a
mí y no me gusta. Todo un andén para ellas excepto el metro cuadrado que ocupo
yo y se
colocan a mi lado. Creo que tenemos un problema, quizás falta de abrazos o
quizás se cumple, no solo en desconocidos, la teoría de los veintitrés segundos
de la que Claudia Piñeiro habla en Una
suerte pequeña. Entre estas dos el silencio crea una barrera de tensión que
puedo palpar sin conocerlas. Poco a poco esa tensión me toca, me incomoda
incluso cuando empiezan a hablar de tonterías después de veintitrés segundos.
Me aparto. ¡Ay! El canto del banco metálico me levanta la piel de la rodilla.
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