miércoles, 26 de septiembre de 2018

Mudanzas, cambios y caos varios


Escritorio abandonado
Büroarbeitsplatz, de Masine 
Llevamos un mes de trabajo, cinco semanas estresantes y caóticas, con muchas peticiones de información a nuestro departamento y muchos cambios, empezando por la nueva oficina, aunque no creo que este sea el más significativo.

Hemos bajado una planta, nuestra puerta da a un pasillo en vez de a un vestíbulo y nos han quitado espacio, casi la mitad, pero tenemos mesas individuales, nos podemos organizar mejor y nuestro espacio es nuestro. Adiós a la puerta secreta y al ir y venir de personal de mantenimiento. Por si ese trajín no fuera suficiente, la mesa de reuniones me ahogaba, una mole blanca de altura dañina para trabajar. Creo que física y espacialmente estoy mejor, eso sí, nada de estantería. Se empeñaron en decir que nos agobiaríamos por la falta de espacio, pero solo fue una excusa para no ponerla. Así que he tenido que okupar lo que he podido. Tengo que reconocer que al final esta opción no ha estado mal porque, ya que invadí un armario, ¿por qué no invadir dos? No solo organicé mi material de trabajo sino también el archivo. 

domingo, 16 de septiembre de 2018

Evento indeseado, encuentro inesperado

Perro vestido para carnaval
Mardi Grass Boo Lefou, de DaPluget

Jueves. Evento de bienvenida a los nuevos. Cuando voy a esas reuniones me abruma la multitud, hablar en inglés y no entender, que me presenten a un montón de gente, tener que forzar conversaciones incómodas. Por todas esas razones, porque era en mi hora de la comida, hacía un sol de justicia y era en un jardín fui de mal humor, predispuesta a pasarlo fatal.

Antes de salir, Violeta me confirmó que iba a haber carpa, así que dejé el sombrero que había llevado, me colgué la identificación al cuello por una vez y salí tan campante. Pero cuando llegamos al sitio, tempranísimo porque mis compañeras formaban parte de la organización, nos encontramos la sorpresa: una carpa enana y tres sombrillas mínimas. Solo lo pensé un segundo, lo que tardé en preguntarles si necesitaban mi ayuda inmediata, y volví a mi oficina en busca del sombrero. Con él y unas gafas de sol enormes, me presenté en el sarao. Absolutamente de incógnito.

Lo de la sombra no fue lo único que salió mal: demasiado calor, más gente que la que había confirmado, poca comida incluso para lo previsto y, por supuesto, mi atuendo. Me puse un vestido para ir un poco mona. La gente suele ponerse de tiros largos para este evento y necesito no destacar. He notado en otras ocasiones que ese vestido me hace llamar la atención de los demás, pero me encanta, me hace delgada, me hace sentirme bien. Quizás sea la seguridad en mí misma lo que perciben, no tanto la apariencia. Lo que está claro es que el sombrero lo llevaba solo en la cabeza, no en escote y piernas.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Cambio de perspectiva

Silueta de hombre de espaldas, en contraste con la luz amarilla de la ventana
Scary hall, de Leo Hidalgo
A Dani le gusta Valentina y a Valentina le gusta Dani. Qué complicado, piensa él sentado en su nuevo despacho mirando a través de la ventana. Pero ya basta de contemplar el fabuloso patio lleno de árboles y de flores. Ha estado bastante raro últimamente aunque haya intentado disimularlo y no quiere que su compañera le pregunte y lo presione para responder. No volverá a ver a Valentina ni al otro lado del cristal ni en ninguna otra parte, eso es lo que pasa, y ni uno de esos colores puede arrancar el gris de su interior porque a veces, solo a veces, las cosas fáciles no lo son tanto, o quizás él mismo las complica dándoles una importancia que no tienen.

Hola. Qué tal el fin de semana. Básico.

Qué calor hace hoy. A ver si deja de llover. Fundamental.

Imposible.

viernes, 20 de julio de 2018

Tardes de julio


Atardecer
Sunset reeds, de Russ Seidel
El edificio está casi vacío y en silencio. Nada más escuchamos los ruidos de nuestras sillas al moverse, el clic clic del ratón y el clap clap del teclado. Si no estuviera Sara Pestes conmigo casi tendría miedo. No hay estudiantes, ni visitas, parece que mis compañeros se han escondido para dormir la siesta o se han largado a la piscina directamente. No hay plan mejor para una tarde de viernes.

Mis compañeras son alérgicas al silencio y a la tranquilidad. Sandra no tarda en hacer una llamada y encadenar una conversación de trabajo con un tema personal. No puedo concentrarme y empiezo a hacer mil cosas, pequeñas tonterías para distraerme hasta que se calle: ponerme un poco de gel para matar un grano que me ha salido en el brazo, mirar el cielo azul mientras me pongo barra de cacao en los labios, descubrir una mariquita en la ventana, mirarla embelesada y aguantarme las ganas de levantarme como una loca para hacerle una fotografía, echarme gotas en los ojos, revisar los mensajes en el móvil. A veces puedo ser la más productiva.

lunes, 2 de julio de 2018

El insólito instrumento para ligar

Manos saliendo de una caja de cartón
348/365 - 9/21/2011, de Gabriela Pinto
Esta vez toca una historia superficial, estoy demasiado cansada de todo el curso, del trabajo del último mes, harta de la rutina, para pensar en algo serio. Va de unas cajas plegadas que nos acompañaban tras la puerta desde que terminé la segunda parte de la mudanza de oficina en septiembre. No molestaban mucho salvo por estética. Teniendo en cuenta que entre Sandra y yo tenemos unas seis cajas abiertas, llenas de cosas, porque no tenemos estanterías, las cajas plegadas tras la puerta realmente no molestaban nada ni eran lo más feo de la meeting room, aunque la Pestes, al principio, se quejaba bastante de ellas. Las señalaba con el dedo cada vez que alguien venía de visita por aquí y la gente se giraba preguntando ¿qué cajas? Y al fin las veían, después de recorrer toda la estancia con la mirada y de que la Pestes insistiera e insistiera con su dedo agresivo y punzante.

viernes, 1 de junio de 2018

Compañerismo y sinceridad

tres mujeres
Así de nítida es nuestra amistad.
3 dames, de Feo Lernández.

Compañerismo y sinceridad. 1.
Resulta que estaba yo un poco agobiada porque mi jefa me había pedido unos datos con urgencia. Sandra estaba en la meeting room cuando apareció Diana para explicarme lo que quería, escuchó atentísima la fecha inminente de entrega y en cuanto nuestra jefa salió por la puerta empezó a parlotear como una cotorra. Con los cascos puestos, solo veía de reojo sus labios moviéndose, pero mis oídos empezaron a percibir poco a poco el aumento de volumen para llamar mi atención. Me estaba poniendo del hígado y finalmente sucumbí. Primero me preguntó si necesitaba ayuda, que no falte la cortesía. Luego quería que le explicara cómo llegar al trabajo en transporte público desde su casa, como si yo supiera dónde vive y no existiera internet.

viernes, 11 de mayo de 2018

La ruta de los cajeros



Por la tarde tenía que hacer unas compras y aproveché la hora de la comida para acercarme a un cajero. Desde hace un par de semanas tenemos una hora para comer y salimos una hora antes, así que elegí una oficina que me queda a diez minutos. Al llegar al primer cruce vi a lo lejos al Guardián de la puerta hablando con la chica de la limpieza delante del edificio que le toca este mes. Se me puso un nudo en el estómago provocado por la contradicción, una mezcla extraña provocada por una bofetada de celos porque no era yo la que estaba hablando con él, celos por alguien a quien apenas conozco (con el dato curioso de que no soy una pareja celosa, a ver por qué porras siento eso por un desconocido), más el rechazo a encontrarme con él y que mis hormonas se vuelvan a alterar solo por un saludo.

viernes, 20 de abril de 2018

La voz


¡RING, RING, RING!

Hola, Érica, soy Fernando P. y te llamo…

Piernas con medias y liguero. Sofá rojo
Illustration Friday - Climb, de Gasbombgirl
Solo un par de segundos y ya está perdida. Esa voz la hace subir en una nube y volar, alejarse de la oficina y perder la noción del tiempo y el espacio. Grave, rebosante de masculinidad en cada decibelio, habla con formalidad al principio, pero se vuelve distendida después de la respuesta de Érica con un tono que indica cercanía. Tienen casi la misma edad y a ella no le gustan los formalismos porque levantan un muro que dificulta su trabajo. Para hacerlo, bucea entre los más oscuros secretos de los currículos de algunos de sus compañeros, puede descubrir carbón en lo que ellos hacen pasar como diamantes. Y lo saben. Es mejor que confíen en ella desde el principio y no se muestren con la máscara. Es el caso de Fernando. Claramente expone lo que tiene y lo que no, reconociendo sus puntos fuertes y sus carencias. Para reconocer ante ella que tenía que haber hecho más de eso o de aquello tiene que tener mucha confianza en sí mismo. Eso dice mucho de él y a Érica le encanta, ha encontrado muy pocos así. En eso piensa mientras Fernando P. habla. Luego intenta contestarle sin que se lee note que está temblando.

viernes, 23 de marzo de 2018

En el centro del patio

tres butacas diferentes: una naranja, una azul y otra marrón, en una habitación abandonada.
Fotografía de Tama66
Está en medio del patio casi vacío, solo hay un par de coches y unos cuantos pajarillos buscando algo para desayunar. Mira a su alrededor mientras avanza hacia el edificio. Frente a ella, desde una indiscreta ventana del primer piso, Diego la mira con descaro, sus ojos oscuros lanzan un mensaje que ella recoge y comprende, pero no puede responder porque, desde su atalaya del tercer piso, su jefa la observa con atención desde las sombras. Él se queda sin recibir nada a cambio. Esta es su rutina desde hace diez meses y, a pesar de no recibir respuesta, cada día insiste e insiste en mirarla y en seguir cada paso que la chica da a través del patio vacío.

En la entrada, a su espalda, se ha quedado el Guardián vigilando la puerta o lo que haya que vigilar. A salvo en su garita la saluda con la mano y una sonrisa, a veces un hola y una sonrisa, siempre amable, nada más. Ella tampoco ofrece más que sonrisas amables y sinceras, aunque quisiera entregar algo más. Él no se deja. Si está en el exterior siente inseguridad y esquiva las miradas de la chica dirigiendo sus ojos color miel a un lado, al suelo, a cualquier parte excepto a ella.

viernes, 2 de marzo de 2018

Diario de un "Ascenso" (8): El acoso

Cabinas de teléfono, Londres
Telephone Box London, de Sacha Fernandez


Martes 27 de febrero de 2018

18:42h.

Suena el teléfono. Recordaba en mi entrada anterior que todas las del diario de la Rotten comienzan con una llamada de teléfono suya o directamente con su persona apareciendo en la puerta. Dando el coñazo, vamos. Ésta no es una excepción, solo que esta vez tengo el teléfono a la vista y me acuerdo de mirar la pantalla. Sí, la miro y veo su nombre: Ascensión. Y no cojo.

No lo cojo solo porque esté hasta el culo de ella, porque me amarga, por la desgraciada historia que tenemos en común, sino porque ella cree que salgo a las seis y media (18:30h), así que ¿qué porras hace llamándome doce minutos después? No se limita a que suene un par de veces para que quede el registro y yo le conteste al día siguiente. No, ella no admite un no por respuesta así que lo deja sonar a ver si por un casual tengo telepatía y puedo darme la vuelta para atenderla.

He quitado el sonido, me duele muchísimo la cabeza. Ver esa pantalla iluminada cuando debería estar apagada me cabrea, me intensifica el dolor. Miro para otro lado e intento ignorarlo. Solo pienso en recoger.